El anuncio de la adaptación a la gran pantalla de ‘Guerra Mundial Z’ volvió locos a los fans enfervorecidos —entre los que me incluyo— de la novela zombi de Max Brooks, publicada en 2006 tras la buena acogida de su ‘Zombi: Guia de supervivencia’. Por desgracia, el estreno de la película, dirigida por un Marc Forster poco inspirado, se sintió como una puñalada en el estómago para la inmensa mayoría de los que disfrutamos con el material original.
Este sonoro chasco se tradujo en bostezos, gestos de desgana y clamores al cielo cuando se anunció una secuela que dirigiría un J.A. Bayona que terminó abandonando el proyecto para ponerse manos a la obra con ‘Jurassic World 2’. Pero hace unos días, una noticia consiguió que muchos de los detractores de la primera parte abriésemos los ojos como platos y volviésemos a interesarnos por ‘Guerra Mundial Z 2’: David Fincher será su director.
‘Guerra Mundial Z’: Adaptar una novela utilizando sus páginas como papel higiénico
Es más que evidente —la propia palabra así lo indica— que adaptar una novela, un cómic o cualquier tipo de trabajo, no implica hacer una traslación a escala 1:1 de su contenido, siempre y cuando se conserve un mínimo de la esencia de la fuente. La toma de licencias en este tipo de creaciones está a la orden del día, pero en casos contados en los que el modelo a seguir destaca sobre sus congéneres, la dosis de fidelidad debería aumentar exponencialmente.
Este fue uno de los grandes problemas del filme ‘Guerra Mundial Z’. El manuscrito de Max Brooks contaba con un tono, estructura y estilo que lograron marcar la diferencia en un mercado sobresaturado de ficción no-muerta, y que Forster y su equipo convirtieron en una bacanal de acción y efectos digitales desmesurados tan hueca como la cavidad craneal de una víctima de muerto viviente cualquiera.
El modo en que Brooks describía la Guerra Zombi —o La Crisis, o La Plaga Andante, como ustedes prefieran— a través de testimonios orales recogidos a lo largo y ancho del planeta, y transcritos de un modo, en ocasiones, casi intimista, quedó absolutamente desvirtuado por las set-pieces grandilocuentes y las mareas de infectados de CGI que se apelotonaban en cualquier localización con suficiente espacio como si fuesen castellers descontrolados en alguna fiesta mayor.
Pese a mantener hasta cierto punto ese espíritu globalizado, y aspirar a fragmentar la narración de forma efectiva ofreciendo múltiples escenarios dentro del mismo evento apocalíptico, el hecho de tener a un único personaje protagonista, como marcan los cánones, se alza como el mayor palo en la rueda de ‘Guerra Mundial Z’. De haber optado por una aproximación al formato de la obra original, con múltiples protagónicos e historias auto conclusivas, otro gallo hubiese cantado.
Todo lo expuesto en estas líneas, tal vez redactado desde el punto de vista de un devoto del best seller y no con la cordura que cabría esperar de un analista fílmico, contrasta con la acogida que recibió la cinta por parte de un público que la hizo especialmente rentable; triplicando sus beneficios la inversión de 190 millones de dólares de su presupuesto, y haciendo inevitable una secuela que, por suerte, podría subsanar el desastre de su predecesora.
David Fincher al rescate
Como comentaba, David Fincher ha aterrizado en la ahora bilogía como un rayo de esperanza. Una especie de mesías destinado a arreglar el desaguisado de Forster y compañía, más que capacitado —por mucho que insistan los escépticos en lo contrario— para llevar a buen puerto un proyecto de estas características y darnos, como decía el Comisario Gordon, la adaptación que ‘Guerra Mundial Z’ merece, aunque no sea precisamente la que necesite.
Todas las alabanzas que puedan verterse sobre la figura como realizador de David Fincher podrían ser omitidas como argumento para justificar el buen trabajo que puede realizar con el que sería su nuevo largometraje desde ‘Perdida’ (‘Gone Girl’). Hablar de la peculiaridad de su forma de mover la cámara, de su precisión de cirujano a la hora de usar el encuadre y gestionar el espacio, o de ese gusto enfermizo por calcular al milímetro hasta el más mínimo detalle, además de algo obvio y redundante, queda en un segundo plano en detrimento de su mayor virtud como realizador: cree que el espectador es un pervertido.
Esta máxima —bastante acertada—, que Fincher reconoció en una entrevista y que, según sus propias palabras, “es la base de su carrera”, encajaría a la perfección con ‘Guerra Mundial Z 2’ si esta optase por trasladar el libro de la forma más fidedigna posible. Nos encanta poder mirar a través de una cerradura y ver sufrir a los personajes de un modo más visceral, y el cariz seudodocumental del original se antoja perfecto para explotar hasta la saciedad nuestro ansia por presenciar situaciones límite que vayan más allá del héroe guaperas de turno huyendo de una horda de monstruos sedientos de sangre.
Por si esto fuera poco, la habilidad del director de ‘Seven’ para introducirse en la psique de sus protagonistas y secundarios, exprimirla, y servírsela al respetable en bandeja, no podría ser más indicada para llevar al cine algunos de los pasajes más espectaculares e intensos de los ideados por Max Brooks. Sólo de imaginar el tratamiento que daría Fincher a capítulos antológicos como el del hikikomori, el astronauta, o el ambientado en un submarino chino, se me hace la boca agua.
La esperanza es lo último que se pierde
Hay muchísimo margen de maniobra para hacer de ‘Guerra Mundial Z 2’ el producto que todos esperábamos cuando se anunció la primera entrega de la franquicia. Pese a que, bajo mi humilde opinión, el formato idóneo para adaptar la novela sea la serie de televisión —por favor, que alguien se lo replantee y nos salven del tostón de ‘The Walking Dead’—, con tener un poco más de consideración y mimo hacia el texto en que se basa, e intentar dar una vuelta de tuerca a los convencionalismos vistos en la anterior película, lo nuevo de Brad Pitt y David Fincher desde ‘El curioso caso de Benjamin Button’ podría convertirse en una inesperada alegría.
Por lo pronto, me conformo con que incluyan cierta escena extraída del libro relacionada con un grupo de militares, un puñado de armas y The Trooper de Iron Maiden sonando de fondo. Eso, y que no haya comedia involuntaria, por favor. —lo del hombre que se tropieza y se pega un tiro a si mismo es de juzgado de guardia—. A fin de cuentas, parece que los fans locos somos fáciles de satisfacer…