Existe una frase popular que afirma de forma bastante acertada que, a veces, los árboles no dejan ver el bosque. Esta máxima, retorcida a nuestra conveniencia y extrapolada al terreno cinematográfico, podría servir para ejemplificar el efecto del uso y abuso de las florituras estéticas en un largometraje ultra-estilizado, pudiendo camuflar e incluso simplificar hasta el extremo el contenido del mismo tras el impacto audiovisual.
Este es, sin duda, el caso de ‘Good Time’, la prodigiosa nueva cinta de los hermanos neoyorquinos Ben y Joshua Safdie que esconde entre su impresionante ejercicio de estilo un auténtico diamante en bruto del thriller criminal con alma neo-noir. Una suerte de ‘Taxi Driver’ de la era Trump con muchísimo más poso del que aparenta y que conforma una pieza esencial para comprender el cine independiente contemporáneo de género.
‘Good Time’ arranca como una exhalación. Sin dejar apenas tiempo para que nos demos cuenta de ello, el detonante del filme estalla en nuestras narices, sumiendo a Connie —interpretado por un Robert Pattinson sencillamente espectacular— en una de esas noches infernales que sólo pueden vivirse en los rincones más sórdidos y decadentes de una ciudad de Nueva York mucho menos idílica de lo que estamos acostumbrados a ver en la gran pantalla.
Es precisamente esta celeridad a la hora desarrollar su sencilla pero contundente trama —sobrevive a la madrugada y arregla el desaguisado que has montado— la que centra aún más si cabe la atención sobre la formidable apuesta formal de la cinta. La suciedad de su imagen —fotografiada en un delicioso 35mm—, el tratamiento de la luz, la oscuridad y el color, o la cercanía de una cámara que juega a potenciar la sensación de asfixia dan lugar a una maravilla eclipsada únicamente por la fundamental y machacona banda sonora de Oneohtrix Point Never.
No obstante, esta capa superficial visual y sonora, al igual que Connie, encierra tras ella una complejidad mucho mayor de la que puede extraerse juzgando únicamente su fachada. De este modo, la violenta odisea repleta de acción e intriga del deleznable protagonista de ‘Good Time’ trasciende al género para convertirse en un ejemplar retrato del personaje y de la decadente sociedad que le rodea.
Probablemente, la mayor proeza lograda por los hermanos Safdie en el que es su cuarto largometraje sea la de construir un protagónico con tantísimas capas como Connie y generar una empatía tan directa hacia él a pesar de sus moralmente discutibles acciones. ‘Good Time’ nos ata a él, nos obliga a acompañarle, a secundar sus actos y a conectar con él mientras nos creemos a pies juntillas las excusas que inventa para auto-justificarse; para tratar de convencerse de que no es un villano, sino una especie de anti-héroe.
Como dictan los cánones de la escritura de guión, todo buen personaje tendrá un arco evolutivo que generará cambios en su status-quo motivados por los acontecimientos de la historia. Como no podía ser menos, en ‘Good Time’, Connie se descubre progresivamente a si mismo mientras revela su verdadera naturaleza de un modo similar al que nosotros, como espectadores, hacemos como el filme: pasando de ver un entretenimiento vacuo y rebosante de estilo para terminar presenciando un auténtico y descomunal hito del cine indie.
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‘Good Time’: un soberbio ejercicio de estilo que se eleva como la ‘Taxi Driver’ de la era Trump
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Víctor López G.
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