En nada empieza la ceremonia de los Goya 2017, y en las redes sociales, especialmente Twitter, se ha armado una buena. Con un inane hashtag se invita al público a boicotear la ceremonia con la intención de que su audiencia sea mínima, incluso algunos ilusos sueñan con audiencia cero —estoy llorando de la risa desde que lo he leido—. Eso ha levantado ampollas entre la gente del sector cinematográfico, como por ejemplo, J.A Bayona, nominado por ‘Un monstruo viene a verme’ (2016), que se está hartando a explicar en la casa del pajarito azul cómo funcionan las cosas.
Sólo una palabra como «subvención» pone en contra del cine español a muchísima gente, en lugar de mirar a dónde realmente tienen que mirar: la calidad de las películas. Bayona dice que por cada euro de ayuda se generan tres. La gente lo pone en duda, y lo cierto es que uno de nuestros directores más internacionales se queda corto. La proporción adecuada es: por cada euro de ayudas se generan 4,4.
Todo por la pasta
El estado ayudó al cine español, en el 2016, con una inversión de 30 millones de euros, cifra con la cual Michael Bay sólo podría filmar una explosión en una de sus películas. Una verdadera miseria en comparación con lo que reciben otras empresas, perdón, organismos, como la Iglesia católica, que asciende a 11.000 millones de euros. En cualquier caso, muchos piensan que esa «subvención» es una especie de regalo a la gente que se dedica al mundo del cine.
Nada más lejos de la realidad. El estado ayuda al cine con una única intención: recuperar lo invertido multiplicado por dos, o más. Algo parecido a lo que sucede con la quiniela o la Lotería. Han generado millones y millones a pesar de haber hecho la vida feliz a unos cuantos premiados que se han llevado, en comparación con lo recaudado, unas migajas. La Lotería Nacional no es más que un acto de recaudación del estado al que además se le aplican impuestos. Delirante.
Pero vayamos con el tema a tratar hoy: nuestro cine, al que los prejuicios más viejunos afectan sobre todo por la desinformación general en muchos temas, en especial el económico, que utiliza siempre términos muy abstractos y «complicados». Pongamos por ejemplo una película imaginaria titulada ‘Un monstruo vuelve a verme’, y pongamos que del estado recibe una ayuda de 100.000 euros. Si su taquilla es de un millón, el estado sólo con el IVA, el 21%, ha recuperado por algo más de dos su inversión inicial. Pero es que además está el IRPF y el impuesto de sociedades.
Techo y comida
Olvidémonos del modelo estadounidense, allí funcionan con empresas privadas, su mentalidad es otra muy diferente a la de aquí, sobre todo a los de arriba, a alguno de los cuales un director, ganador de un Goya, ha llegado a dejarle las películas nominadas para que tenga un poco de cultura al respecto. Tema diferente es que el afectado se ponga a verlas o sepa cuál es la tecla del Play. En España el modelo es el que es, y el año pasado nuestra industria cinematográfica generó 100 millones de euros. Hagan sus cuentas.
Ese rendimiento, por así llamarlo, afectará al futuro del cine español, por lógica aplastante. Si cierto tipo de cine, digamos un thriller de acción con un coche que lleva una bomba por toda la ciudad, tiene éxito, provocará que se intenten hacer más películas de este estilo, y no tengamos que mirar a los yanquis con cara de envidia. Eso sí, si la inversión fuese mayor, mayores cosas se podrían hacer. Simples matemáticas, y sentido común.
Pero es que además sucede otra cosa. Una buena inversión en una película genera numerosos puestos de trabajo, desde su pre-producción hasta días posteriores al estreno, esto es, durante todo el largo proceso por el que toda película tiene que pasar. Si eso no es algo bueno que baje John Ford y lo vea. Lo mejor sería boicotear a la tauromaquia, cuya ayuda del estado, por cierto, es de 571 millones de euros. No, el toro no se lleva nada, salvo una estocada.
Tal vez nuestro método no sea el mejor del mundo. Hay tantas cosas que necesitan corregirse en esta perra vida que algo tan obvio no debería jamás ponerse como excusa. El cine español necesita del apoyo de su público, al que va dirigido todo, o casi todo, lo que sale de esta industria cada vez más afectada por unas leyes que sí, nos avergüenzan a todos. Y la mayor fiesta de nuestro cine, los premios Goya, no necesita un boicot, no son ellos a los que deben ir dirigidas nuestras quejas o lloriqueos.
Que no os engañen como a la enamorada de Shakespeare a la que hacen creer que su amor ha muerto, provocando su suicidio. Si queréis llenar vuestra cabeza de mentiras, pero maravillosas, pasad por taquilla.
Muchas gracias al guionista Carlos Clavijo por la ilustrativa charla al respecto.