El libro del Éxodo cuenta que, cuando los egipcios se hallaban más oprimidos por el faraón, Moisés y su hermano Aarón acudieron a su corte para advertirle de que si no dejaba partir a su pueblo Yahvé desencadenaría una terrible plaga sobre Egipto. Así sucedió: el agua del Nilo se convirtió en sangre y todos los peces murieron. Como el faraón se negó a rectificar, siguieron otras nueve plagas –de ranas, de mosquitos, de granizo, de peste, etc.–, hasta que los judíos obtuvieron el permiso para salir de Egipto.
Ante la pregunta de si estas plagas tienen una base histórica, algunos historiadores han encontrado referencias que remiten al reinado de Akhenatón. Así, las llamadas Cartas de Amarna –tablillas que contienen la correspondencia entre la corte egipcia y otros Estados del Próximo Oriente– informan de una plaga (¿de peste?) que se habría difundido desde Canaán al reino hitita y de allí a Chipre y Akhetatón, la capital de Egipto. En 2004 se descubrió en el poblado de los trabajadores de Akhetatón (la moderna Tell el Amarna) una alta frecuencia de pulgas y otros parásitos fosilizados que contenían las bacterias productoras de la peste (Yersinia pestis).
En la Estela de la Tempestad se describe una serie de extraordinarios fenómenos atmosféricos que se observaron en Egipto como consecuencia de la erupción de un volcán
Sin embargo, la peste fue sólo una de las diez plagas mencionadas en el libro del Éxodo. Quizá se encuentra un eco de las demás en la Estela de la Tempestad, inscrita en tiempos del faraón Ahmosis (dinastía XVIII). En ella se describe una serie de extraordinarios fenómenos atmosféricos que se observaron en Egipto como consecuencia, muy probablemente, de la erupción del volcán de la isla de Tera (actual Santorini), en el Egeo.
La devastadora erupción provocó tsunamis que llegaron hasta las costas de Egipto y fenómenos como lluvia de cenizas, oscurecimiento del cielo, terremotos o comportamientos anómalos de los animales que sin duda se dejaron sentir en todo el Mediterráneo oriental y, por supuesto, en Egipto. Cabe pensar que el recuerdo de este desastre, tal como se refleja en la Estela de la Tempestad, dio lugar a relatos de tradición oral que más tarde inspirarían a los autores del Antiguo Testamento.