Internet se ha convertido en una poderosa herramienta de comunicación. La red llega a millones de personas y sus herramientas, como pueden ser las redes sociales, tienen millones de usuarios en todo el mundo. Hoy más que nunca tenemos acceso a la información y a los contenidos y tenemos incluso facilidad para compartir cualquier información y contenido a su vez. En la era en la que todo el mundo parece tener un smartphone y una conexión a internet, todo el mundo puede convertirse en lo que hace unos años se llamaba ‘periodismo ciudadano’. Para los medios de comunicación, internet se ha convertido en un problemático nuevo El Dorado. Las audiencias están ahí de forma masiva y ellos tienen que estar también, pero sacar beneficios de ello parece cada día más complicado.
Pero, además, la red no solo se ha convertido en un punto de intercambio de información para los consumidores/ciudadanos, sino también en una importante herramienta para las empresas, que la emplean para llegar a ellos y compartir datos, historias y mensajes publicitarios. La red se ha convertido, de hecho, en una pieza clave de su estrategia, en un elemento determinante para conectar con las audiencias.
El problema de las fake news
Sin embargo, no todo es oro lo que reluce en el boom de internet y en la era de oro de los contenidos en estas plataformas. Posiblemente, el finalizado 2017 se ha convertido en el punto de inflexión en lo que a contenidos se refiere. No todo lo que nos encontramos en internet es verdad (aunque no todo lo que nos encontramos en los periódicos lo es o lo fue a lo largo de la historia, una cuestión que a veces se olvida pero que daría para otro debate y otro análisis) y los internautas están empezando a tomar cada vez más consciencia de este hecho. En la red es también posible encontrar mentiras, desinformación y manipulación informativa.
Estos últimos puntos se han convertido en además más graves en los últimos años, ya que las redes sociales se han erigido en un poderoso viralizador de contenidos… sin que estos contenidos sean siempre correctos, adecuados o justos. El peso de las llamadas ‘fake news’, las noticias falsas, en las redes sociales ha tenido su momento de gloria en los últimos meses, cuando se ha empezado a analizar el impacto que ha tenido en los diferentes procesos electorales, especialmente en las últimas elecciones estadounidenses.
El hecho de que los diferentes jugadores de la red hayan sido un tanto lentos en salir al paso de todas estas acusaciones y ante todos estos problemas no ha hecho que la visión que los consumidores han tenido de este problema haya mejorado.
Y, a medida que se habla más y más del tema, más y más críticos parecen estarse convirtiendo los internautas con la cuestión, lo que está llevando a que en cierto modo cambie cómo leemos en la red.
Como apunta un experto en una columna en NiemanLab, está aumentando el perfil del lector escéptico y la lectura escéptica. Esto es, se está produciendo una revolución – más difícil de ver en medio del ruido que generan trolls, bots y demás, alertan – de lectores y receptores de información que cada vez se plantean más la veracidad de lo que reciben. Se plantean si lo que está al otro lado es realmente verdad.
La lectura escéptica
Así lo están percibiendo en sus entrevistas con ciudadanos a los que preguntan por sus hábitos en consumo de noticias, entretenimiento y tecnología. Los consumidores están poniendo en práctica una serie de mecanismos para acceder a la información y para establecer ciertas garantías de que lo que está al otro lado es real. Están empezando a hacer ‘curación’ estratégica, interpretaciones emocionales, procesado mental o conexión subjetiva con medios para establecer barreras de acceso a la información.
En resumen, confían más en ciertos entornos y procesan los datos en más profundidad en lugar de simplemente recibir la información. Ya no se confía de forma implícita en todo aquello que se presente como noticias. Los consumidores empiezan a valorar qué cabecera publica qué y también a buscar fuentes alternativas para confirmar lo que están viendo.
Esto es además más palpable en redes sociales, donde la gente es mucho más cuidadosa con la información que se recibe y donde se cree menos lo que sus amigos comparten en términos de información noticiosa. Como apunta uno de los entrevistados por los expertos, de lo que los amigos comparten se ignora ya «tres cuartas partes» de las noticias.
Y todo esto pueden considerarse buenas noticias en lo que consumo de noticias se refiere, ya que muestra cómo el público está madurando y está empezando a buscar información de medios más fiables y de más calidad. Pero, por el contrario, puede convertirse en peores noticias para las marcas y empresas, que tendrán que enfrentarse ahora a un público mucho más difícil de convencer y mucho menos receptivo.