Si se ha estado siguiendo la actualidad tecnológica en los últimos tiempos, se habrá encontrado una palabra que se repite de forma un tanto recurrente. Es el nombre de la última gran cuestión de moda, el último gran descubrimiento tecnológico que lo va a cambiar todo. Es el blockchain.
Las aplicaciones del blockchain son muchas y pueden tocar muchas industrias. El interés que despierta está muy vinculado a los muchos problemas que podría solucionar. La tecnología de blockchain crea un rastro que es imposible de falsificar en términos de identidad. Es una firma incuestionable online, lo que podría convertirlo en crucial en terrenos tan diversos como puede ser la banca, la salud o incluso el marketing.
Uno de los usos que se ven más claros es el empleo del mismo en pagos online (y de hecho es una de las acciones en las que ya se está empleando), pero no es el único empleo potencial del que se podrían beneficiar marcas y empresas. Entre los usos que podría tener en marketing digital estaría el de mejorar el SEO haciendo que las webs fuesen más claramente identificables, mejorando la personalización de la publicidad o blindando el ecommerce.
A eso se suma que podría ser una solución para el fraude en publicidad online, uno de los grandes problemas a los que se enfrenta la industria y uno de sus grandes quebraderos de cabeza. Ahora mismo, y gracias a la actuación de ciberdelincuentes, la industria publicitaria mundial pierde cada año millones y millones de dólares en anuncios que las marcas y empresas pagan pero que no están apareciendo en páginas legítimas. Son anuncios que nadie está viendo y que se pierden en un entramado difícilmente rastreable de páginas y de ad exchanges. El blockchain haría que esto fuese más complicado. Y, por supuesto, también tendría aplicaciones en la atención al cliente.
Mucho ruido, pocas nueces
El potencial de la tecnología es, sobre el papel, muy elevado y por ello ha conseguido despertar mucho interés y generar muchas conversaciones, análisis y recomendaciones. El blockchain se ha convertido en una especie de nuevo elemento que podría salvarlo todo y que debería empezar a ser usado por las compañías, o al menos eso es lo que parecen estar diciendo los analistas y los expertos.
Sin embargo, la realidad del blockchain está bastante lejos de ello y a casi años luz de lo que podría ser. Lo cierto es que, en el mundo real, el blockchain está todavía a un nivel que está muy lejos de las estimaciones y recomendaciones de los analistas. Puede que estén hablando en masa del blockchain, pero no se está empleando todavía en masa. Ni siquiera se está empleando de forma más testimonial. El blockchain está más bien en ese momento en el que es simple y llanamente hype. Se podría decir que es casi humo: por debajo de lo que dicen los evangelistas no hay mucho.
Para llegar a estas conclusiones no hay más que echar un vistazo al último estudio que Gartner le ha dedicado. En el mundo de los CIOs, pocos son los que han entrado en este terreno y pocos son los que planean hacerlo. Por tanto, por mucho que pueda cambiar las cosas y por mucho que pueda convertirse en una tecnología revolucionaria para las empresas, estas no están aún lanzándose a por ella.
Los CIOs pasan
Según el estudio de Gartner, que ha hablado con CIOs de empresas de todo el mundo, solo el 1% de los encuestados ha adoptado la tecnología de blockchain ya. La cifra es todavía muy baja, pero no mejorará tampoco mucho en el futuro. Solo un 8% muestra el interés suficiente para incorporar blockchain entre sus soluciones tecnológicas en el futuro próximo.
En realidad, la cifra más importante es la de aquellos que no esperan hacer nada con ello. Están quienes ven en esto algo no relevante. Una tercera parte de los CIOs encuestados no tienen interés en absoluto en el blockchain. Y están quienes saben que está ahí pero no van a hacer nada. Un 43% reconoce que tiene la tecnología en su radar, pero también que no la van a emplear para nada.
Por ello, no sorprende descubrir que en el hype cycle de Gartner la tecnología está ya en la fase de cayendo hacia el desencanto.