Han pasado prácticamente dos años desde que Sam Mendes diese carpetazo, y colocase un hermoso broche de oro titulado ‘Spectre’, al arco argumental bondiano iniciado en 2006 por la refrescante ‘Casino Royale’ de Martin Campbell. Un periodo de tiempo en el que los fans del espía británico habíamos perdido la esperanza de que Daniel Craig, su última encarnación en la gran pantalla, volviese a abrazar su estatus doble cero tras afirmar que «prefería cortarse las venas» antes de repetir en el papel.
Para regocijo de muchos, y pesar de los muchos detractores que Craig continúa arrastrando después de cuatro largometrajes como 007, las últimas informaciones apuntan a que el actor de Chester volverá a ponerse el traje de faena y salvar al mundo por quinta vez en ‘Bond 25’. Una noticia digna de celebración que invita a reflexionar sobre por qué Daniel Craig es el James Bond del Siglo XXI que la franquicia merece y necesita.
Rubio, bajito y con cara de mala leche
Remontémonos doce años atrás en el tiempo, concretamente a 2005, cuando Eon Productions contactó a Daniel Craig para tomar el relevo a Pierce Brosnan para interpretar al personaje estrella de Ian Fleming en la que sería su adaptación número 21 —si exceptuamos la ‘Casino Royale’ de 1967 y ‘Nunca digas nunca jamás’— a la gran pantalla.
Acostumbrados al aspecto estilizado y distinguido de Brosnan, y a un Bond que era más creíble sosteniendo una copa de Dry Martini que un fusil de asalto, la reacción general del público al descubrir que Craig sería su sustituto fue tan unánime como negativa. La opinión pública ardió aludiendo a su baja estatura, al color de su pelo, a sus facciones toscas, e incluso a elementos tan absurdos como el tamaño de sus orejas y sus pectorales.
El estreno de ‘Casino Royale’ en noviembre de 2006 no hizo más que polarizar la opinión sobre la nueva aproximación al espía. Por un lado, muchos escépticos y anteriormente críticos, quedaron encandilados con este James Bond renacido, capaz de arrancar sus andanzas partiéndole la cabeza a un tipo contra un lavabo y de soltar perlas como «ahora el mundo entero sabrá que murió rascándome los huevos» mientras le torturan golpeándole los genitales con una soga.
Sin embargo, gran parte de los ya críticos con la decisión de casting atacaron más fervientemente la apuesta de Martin Campbell, apuntando al enfoque de la acción de corte más realista y físico, y al punto macarra y demasiado duro del personaje, realizando una injusta comparativa que tildaba el estilo del filme de una burda copia surgida tras la estela de las aventuras de Jason Bourne.
Lejos de la odiosa comparación, ‘Casino Royale’ sentó las bases de un 007 que —y que me perdonen los puristas—, nos ha regalado la mejor etapa a nivel cinematográfico de toda la franquicia y, junto a ella, a un James Bond complejo, profundo, violento y absolutamente irrepetible. Tal vez, el mejor de todos los tiempos.
Un Bond violento, complejo y atormentado
El James Bond de Daniel Craig es oscuridad, violencia y complejidad. Tres cualidades que alejan al espía del arquetipo simplón y plano —aunque encantador— de sus predecesores, aportándole una profundidad muy necesaria para un reinicio centrado en ahondar en su psique y dar sentido a la personalidad del mito que todos conocemos.
Lejos de ser algo casual, la violencia y maneras tan lejanas al refinamiento socarrón y estiloso de Connery, Moore y compañía, están justificadas con el punto de partida de ‘Casino Royale’. James Bond acaba de recibir su estatus doble cero y su licencia para matar; es un novato fuera de control que necesita a sus superiores atándole en corto, y esto se refleja tanto en sus procedimientos como en su chulería de extrarradio.
Esta furia latente trasciende a lo físico y se introduce en la mente de un Bond humano, que duda de su cometido en el MI6 y su naturaleza —¿es uno de los buenos, o uno de los malos que trabaja para los buenos?—, y que teme más a sus sentimientos y a las relaciones interpersonales que a cualquier arma de fuego apuntándole a la sien.
Esto último se eleva como una de las subtramas clave para comprender a 007 y su peculiar trato con el sexo opuesto, de usar y tirar, y tildado por muchos de misógino. Un conflicto interno edificado sobre la falta de confianza y la traición de Vesper Lynd, plasmado en la letra de «Witings On The Wall» —If I risk it all, could you break my fall?—, tema principal de ‘Spectre’, filme que cierra el brillante arco del personaje.
«Nadie lo hace mejor» que Daniel Craig
Carly Simon cantaba «Nobody Does It Better» —nadie lo hace mejor— en la canción que acompañaba a los créditos de ‘La espía que me amó’ en 1977. Aprovechando la referencia, podríamos decir que muy pocos intérpretes habrían sido capaces de hacerlo mejor que Daniel Craig a lo largo de sus cuatro películas al frente de la saga.
Porque Craig tiene el físico perfecto para hacer creíble a un James Bond más héroe de acción que galán y, a su vez, posee unas aptitudes interpretativas más que demostradas —y superiores a las de sus precursores— que han aportado la verosimilitud necesaria a su carácter atormentado, y a la evolución del mismo a través de su periplo.
Es por todo esto, y por el hecho de haber contribuido a la realización de ‘Skyfall’, el mejor largometraje de la historia de 007 dirigido con un genio indiscutible por Sam Mendes y fotografiado con la maestría que sólo un grande como Roger Deakins puede atesorar, que debemos celebrar la permanencia de Craig en la franquicia, al menos, durante una entrega más. Porque él es Bond, James Bond.
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La noticia
El nombre es Craig, Daniel Craig: la saga de James Bond no necesita cambiar de protagonista (todavía)
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Espinof
por
Víctor López G.
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