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El integrismo del fan de 'Star Wars': el callejón sin salida de la pasión pop

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Starwars

Hemos llegado a un punto en el que hay que arrancar un artículo sobre ‘Star Wars’ con un disclaimer acerca del posicionamiento del redactor respecto a la saga. Porque hay quien dice que las opiniones positivas sobre ‘Star Wars’ están compradas por Disney, un poco en la misma línea de las acusaciones de maletines con diamantes y cheques regalo para las Disney-Store por hablar bien de las películas de Marvel. Gente que posiblemente no sabe cuál es el estado económico real de los medios y la crítica cultural (spoiler: lamentable), pero va, disclaimer:

Mi primer acercamiento a ‘Star Wars’, en tiempos en los que la avalancha mediática era mucho menos intensa que ahora, se dio con una voluminosa revista rescatada en una tienda de saldos. Aunque me la regalaron cuando ‘El retorno del Jedi’ estaba a punto de llegar a las pantallas, era en realidad una especie de making of impreso de la primera entrega, que abarcaba desde los diseños de Ralph McQuarrie y los hermanos Hildebrandt a las influencias fílmicas que reconocía Lucas. No es de extrañar que lo que más me interesara de todo el cartapacio fueran las fotos del clásico ‘Freaks’ de Tod Browning, en cuyo actor sin piernas Johnny Eck Lucas se inspiró para crear a R2-D2.

Mi primera película fue ‘El retorno del jedi’, a la que acudí sin saber nada, y salí sabiendo aún menos. Pero ewoks. Ewoks por todas partes, que también protagonizaban una serie de dibujos animados que odiaba, y que emitían sábados alternos por televisión junto a otra que me interesaba más porque yo siempre he sido más de inteligencias artificiales que de peluches asilvestrados. Eran ‘Ewoks & Droids’. Unos cuantos años después (sí, este era el ritmo en esa década que tanto echáis de menos: eso sí que era una infancia violada, y no un reparto femenino) accedí a las ediciones en VHS y completé los abundantes huecos en mi particular lore galáctico.

Todo este recuerdo de mi relación infantil con Star Wars no es apelar a vuestra propia nostalgia, si la hubiera. Es, como digo, un disclaimer: ‘Star Wars’ impactó en mi infancia, como en la de toda mi generación, pero en mi caso, de forma caótica y desordenada. Lo que me ha generado cierta apatía congénita hacia la franquicia. Pero también sirve de disclaimer para ti: como cualquier orgullo grupal, sea de clase, cultural, generacional o patriótico, sus razones proceden de la casualidad y lo fortuito. Donde naces, donde vives y lo que te gusta es motivo de orgullo solo si lo deseas.

Es decir, que eres fan de ‘Star Wars’, en buena medida, porque quieres. Y por tanto, si te comportas como un imbécil con ‘Star Wars’ como justificación, también es porque quieres.

Dicho eso, algo hay que reconocerle a la polémica ‘Star Wars – Los últimos Jedi’: está obligando a que me posicione aunque ‘Star Wars’ sea lo último en lo que me apetezca posicionarme. Mi clásico desinterés hacia la franquicia podéis comprobarlo en esta crítica, en esta otra y en este vídeo elaborados todos ellos antes de que estallara el Holocausto Fan, las peticiones de retirada de la continuidad, las notas bajas en agregadores poco fiables que contrastan con las notas altas en sistemas con algo más de credibilidad

Pero según han ido saliendo a la palestra opiniones de fan integrista, me he ido alineando de forma inconsciente con los defensores de la película: ‘Star Wars’ me interesa solo como fenómeno mediático. Ellos y yo estamos de acuerdo: la resurrección de la franquicia por parte de Disney está generando -para mi gusto- solo blockbusters de mediana calidad. Pero soy incapaz de empatizar con alguien que entiende el humor como un problema.

E intento entender a quienes dicen que el problema es que los chistes son malos, pero no: el problema es que los chistes son chistes. El gag inicial de la comunicación fallida entre Poe Dameron y el Imperio, las discutidas planchas que parecen salidas de una de esas mágicas y tronchantes descontextualizaciones visuales de ‘Agárralo como puedas’, que el villano rompa su icónico casco con una variante de «es que me pone voz de tonto»…. son buenos chistes. Por supuesto que irreverentes, pero ese es el problema.

La irreverencia puede tomar muchas formas, y el discutidísimo (¡incluso por el propio Mark Hamill!) gesto de desprecio a la parafernalia jedi, a la cacharrería propia de cualquier película de ciencia-ficción no es un chiste, pero tiene algo corrosivo, algo ofensivo para el fan de la vieja guardia. Para alguien que no tiene vínculos emocionales profundos con la saga, estos momentos no es que no sean tan diabólicos: es que son directamente los más interesantes, los más creativos que ha tenido la franquicia en años.

Cuando el fan entra por la puerta, el amor salta por la ventana

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Hay un viejo adagio de la crítica que dice que Star Wars sirve para explicar toda la cultura fan moderna, como buena encarnación contemporánea (otro popular y muy acertado tópico) de Shakespeare y su alcance. Desde el punto de vista industrial, no podría estar más de acuerdo: crear películas para vender muñecos y reinventar la cultura serial para tiempos más consumistas (paradójicamente, algo que los fans le echan en cara a esta nueva entrega; no deben haber estado atentos a ninguna entrega de la serie desde 1977), generando de paso la concepción moderna de blockbuster, es algo que le debemos a Star Wars.

Pero este fenómeno me da la impresión de que está también sirviendo para resumir y explicar a la perfección a otro fan, al fan tóxico, ese consciente y orgulloso de serlo. O como uno de nuestros comentaristas decía con gran (y quizás involuntaria) punteria: «¿Y no se os ha pasado por la cabeza que quizás el fan tóxico tenga razón?«. El caso es que no, no tiene razón, pero eso no quita para que sus constantes sean sistemáticas y cada vez, también, más predecibles.

El fan tóxico se hace la víctima llorando porque sus franquicias de la infancia son maltratadas sistemáticamente, pero a menudo sus pataletas y motivaciones son las de un niñato que no quiere crecer

Es ese fan que encuentra un complot sistemático que vertebra la destrucción de todas las franquicias de su infancia, una tra otra. Les meten humor. Las hacen «políticamente correctas» (con el reboot de ‘Cazafantasmas’ te tenías que reir, pero aquí la cosa hace menos gracia: la agenda política anti baby-boomer del film y, por tanto, anti-varón-blanco-en-puestos-de-poder, es obvia). Ignoran las necesidades de los fans (¿los fans llevan dos años haciendo teorías sobre Snoke y sobre los padres de Rey?; pues tacatá). Y finalmente, les arrojan mensajes y líneas argumentales que no encajan o directamente se contradicen con los clásicos de la saga.

Cada uno de esos elementos (y otros, como la extremadamente obvia intención de Disney de hacer de esta trilogía un borrón y cuenta nueva para llevar -¡cuarenta años después, ya iba siendo hora!- la franquicia en otra dirección) conspiran contra el fan, y ‘Los últimos jedi’ lo expresa con toda claridad. A Disney le interesa que la franquicia tenga futuro e independencia por encima del fan de cuarenta y pico tacos, y además, ha hecho una película que lo proclama a los cuatro vientos.

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Demonios, es que hasta un par de personajes icónicos y clásicos de la saga hablan sobre ello: pasar página, dejar que los maestros del pasado se queden allí, usar el legado para crear cosas nuevas. Yo no soy ese proverbial fan de cuarenta y pico tacos, pero entiendo que más de uno se sienta aludido. Y con las cosas del corazón, la fina línea entre sentirse aludido y sentirse insultado es prácticamente indistinguible.

No puedo dar consejos a los fans clásicos de Star Wars, a los ofendiditos, porque no los entiendo, pero sí entiendo que la franquicia ha tenido que acabar refiriéndose a la problemática de un lore rígido y anclado en el pasado como un lastre que hay que cortar. Eso me parece infinitamente más interesante que la propia película en sí, que voy a tardar en volver a ver, pero de la que me apasiona discutir con amigos (de fans a quienes no les ha gustado a gente que no iba a ver una de ‘Star Wars’ desde ‘La batalla del planeta de los Ewoks’, con todas las variantes intermedias posibles).

A mí lo que me ha aportado ‘Star Wars – Los últimos Jedi’, una medianísima película de aventuras, es una buena cantidad de reflexiones sobre la pasión y la peligrosidad de la devoción a la cultura pop. Es más de lo que me ha removido cualquier otra película de la franquicia. Sé que no será demasiado para los que se hacen belenes con soldados de asalto, pero por usar un recurso odioso de fan nostálgico, al niño que hay en mi interior, a ese que salió confundido y cabreado de ver ‘El retorno del Jedi’, ya le va bien.

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La noticia

El integrismo del fan de ‘Star Wars’: el callejón sin salida de la pasión pop

fue publicada originalmente en

Xataka

por
John Tones

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