Como les sucedió a tantos otros españoles, en 1808 la rutinaria vida de Juan Martín Díez –un humilde labrador de 33 años que vivía en la pequeña localidad de Fuentecén, cien kilómetros al sur de Burgos– dio un giro inesperado. Un año antes Francia y España habían firmado el tratado de Fontainebleau, por el que se permitía el paso del ejército de Napoleón Bonaparte a través de España para invadir Portugal, aunque la intención de éste era poner a su propio hermano José en el trono hispano.
El emperador de los franceses contaba con tener el apoyo popular frente a la desprestigiada dinastía de los Borbones, pero, desenmascaradas sus intenciones, la traición inflamó los ánimos de la mayor parte de las poblaciones y la guerra se hizo inevitable.