No nos vamos a engañar. No sabemos nada sobre la III Guerra Mundial, entre otras cosas, porque no ha tenido lugar. Aún. Nos vamos acercando. Pero aún no. Sin embargo, es un tema que ha fascinado a la Humanidad desde… bueno, desde que acabó la II Guerra Mundial, o casi**. Desde la década de los cuarenta, la consolidación de la Unión Soviética de una potencia con un arsenal (y una ambición) comparable a EE.UU.** levantó miedos en todo el globo.
El miedo a una hecatombe nuclear es mucho más que una mera tercera entrega del blockbuster más aterrador de la historia de la Humanidad. Las ficciones sobre la II Guerra Mundial (no hay más que mirar a ‘Dunkerque’) siguen activas y fascinando a los espectadores. Cómo no lo van a estar, en mayor medida y en una clave aún más devastadora e inevitable, las conjeturas sobre una continuación de aquel desastre.
Desde la Guerra Fría abundaron las fantasías de una III Guerra Mundial que, mediante esa Destrucción Mutua Asegurada de rimbombante nombre y desolador significado, podría acabar con todo. Eran fantasías que iban de la sátira antibélica al esfuerzo propagandista más o menos disimulado, de la ciencia-ficción radioactiva al cine de espionaje de consecuencias imprevisibles.
Hemos seleccionado algunas de esas fantasías que no cubren, ni mucho menos, el amplísimo espectro de un tercer enfrentamiento a escala planetaria. Más bien hemos mirado a distintos géneros, tonos y mensajes. Más allá del completismo hemos ido a la variedad y las visiones dispares de un desastre que, esperemos, nunca lleguemos a narrar en pretérito imperfecto, como nos hemos acostumbrado a hacer con la II Guerra Mundial.
La sátira nuclear: ‘Teléfono rojo, ¿volamos hacia Moscú?’
En 1964 las cosas estaban calentitas. Se estrenaron, además de esta histórica sátira de Stanley Kubrick, ‘Siete días de mayo’ de John Frankenheimer y ‘Punto límite’ de Sidney Lumet (de loquísimo punto de partida: Estados Unidos bombardea Moscú por error y para aplacar las iras soviéticas, auto-bombardea Nueva York). Las tres trataban el mismo tema: el miedo a que las cosas se fueran de madre y alguien acabara pulsando el dichoso botón rojo. La más afortunada de todas es ésta, una de las comedias antibélicas más contundentes de la historia.
En esta delirante parodia, nadie se libra de la despiadada visión de Kubrick. Y menos que nadie los americanos, comandados por un presidente inútil, azuzados por un militar que acabará cabalgando una de las bombas nucleares y aconsejados por el Dr. Strangelove (perturbadora mezcla de von Braun, Kissinger y Herman Kahn). Pocas películas han hecho tanto por sembrar el miedo en el corazón de los espectadores: al fin y al cabo, estamos rodeados de inútiles.
La miniserie plomo: ‘III Guerra Mundial’
A principios de los ochenta, con la población mundial ya convencida de que el Holocausto no había quien nos lo quitara de encima, tuvo considerable éxito esta producción televisiva de tres horas y pico, muy del gusto de la época, con todos los ingredientes posibles (romance, espionaje, thriller político, acción pocha) en una coctelera que explotaba los miedo del momento.
Lo mejor: Rock Hudson como presidente del Mundo Occidental jugando con su homónimo soviético a ver quién es más chulo, en conversaciones que uno imagina muy similares a las que deben tener Trump y Kim Jong-un (aunque con mejor dicción).
Costumbrismo atómico: ‘El día después’ y ‘Threads’
Un auténtico fenómeno en 1983, que contemplaron pasmados desde casa más de cien millones de espectadores. Otro telefilm que esta vez se ponía a ras de suelo, en la piel de los ciudadanos norteamericanos que sufrían un ataque nuclear soviético. Una película que tenía tanto de miedo atómico como de ‘El coloso en llamas’, con su reparto de estrellas sufriendo el desencuentro entre rusos y americanos.
La versión británica, ‘Threads’, es aún más dura: centrándose en un par de familias que sufren la caída de la bomba, tiene un tono serio, sobrio y documental. Este estilo muy BBC hace aún más terribles, creíbles y menos melodramáticas las secuencias de horrible sufrimiento y penurias que acontecen después de la caída de las bombas.
Holocausto teen: ‘Amanecer rojo’
Estados Unidos es invadida por las fuerzas combinadas de la Unión Soviética, Cuba y Nicaragua. Todo esto en segundo plano, porque lo que importa en este delirio testosterónico de John Millius es ver cómo Patrick Swayze, C. Thomas Howell, Lea Thompson, Charlie Sheen y Jennifer Grey se instalan en el campo y hacen cosas de jóvenes: preocuparse, lloriquear, enamorarse.
Una película que ya estaba vieja cuando se estrenó, pero que como espejo de las preocupaciones de una época es impagable. Puede completarse su visionado con ‘Invasión USA’ (de punto de partida paralelo pero resultados infinitamente superiores) o el horrible remake de 2012 con Chris Hemsworth, donde los invasores son esta vez, ehm… Corea del Norte.
Periodismo apocalíptico: ‘El juego de la guerra’
Es paradójico que rodada casi dos décadas antes que ‘Threads’, esta producción británica sea mucho más dura y despiadada en su reflejo de lo que sería la III Guerra Mundial. Planteada como un falso reportaje periodístico de apenas 50 minutos, pero muy fiel a lo que sería la terrible realidad, parte de un hipotético ataque soviético a Inglaterra después de que las tensiones escalen sin cesar tras la invasión china de Vietnam y el aumento del conflicto en Berlín.
Rebosante de imágenes impactantes, absolutamente demoledora y pesimista en su visión de lo que sería el mundo tras la caída de la bomba, la dureza de sus imágenes ocasionó no poca polémica en su día: la BBC decidió no emitir el programa, ganó el Oscar al Mejor Documental en 1966 y fue finalmente emitido en 1986, acompañando a una emisión de ‘Threads’.
La alegoría social: ‘El mundo, la carne y el diablo’
Una metáfora de lo que podría ser la Tierra tras la III Guerra Mundial, a lo ‘Soy leyenda’, pero todavia con menos gente, en la que tres únicos supervivientes deambulan por los restos de un planeta desolado. Harry Belafonte (que encuentra momentos para cantar y todo) y Mel Ferrer se pelean por los favores de Inger Stevens en una metáfora pacifista y optimista acerca de lo imbatible del espíritu humano.
La animación deprimente: ‘Cuando el viento sopla’
Uno de los alegatos antiatómicos más terribles y humanos jamás visto en la pantalla es esta película de animación acerca de una pareja de ancianos que intentan sobrevivir a un holocausto nuclear producido tras la III Guerra Mundial. Dirigida por Jimmy Murakami a partir de una novela gráfica de Raymond Briggs, la delicadeza y sencillez de esta película la convierten casi en la película anti-atómica definitiva.
La cruda realidad: ‘El café atómico’
Como contraste a todas estas visiones ficticias pero despiadadas de la realidad, ‘El café atómico’ es una visión documental del peligro nuclear, no obstante, rebosante de humor negro. Recoge visiones de los años cuarenta y cincuenta acerca de cómo sería una III Guerra Mundial, holocausto incluído. Y sorpresa: Estados Unidos se esforzó muchísimo en convencer a sus ciudadanos de que la bomba atómica no era algo de lo que preocuparse.
Un documental escalofriante y revelador acerca de los miedos atómicos, cómo se veía la III Guerra Mundial en los territorios que triunfaron en la segunda guerra y una reflexión acerca de cómo los conflictos armados, lleguen a tener lugar o no, siempre funcionan como armas de propaganda. Para todo lo demás, ya sabéis: ¡agachaos y cubríos!
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Destrucción Mutua Asegurada: así ha imaginado el cine la inminente III Guerra Mundial
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Espinof
por
John Tones
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