Notificaciones, actualizaciones, malas experiencias…
El iPhone supuso un antes y un después en el desarrollo de aplicaciones. Si bien en un principio el smartphone de Apple no tenía soporte para apps de terceros, al año siguiente de su lanzamiento vio la luz la App Store (2008), un repositorio donde encontrar aplicaciones móviles que cubrieran las necesidades del usuario que no cubría el propio sistema operativo del teléfono. No fueron los primeros pero sí los que han tenido más influencia en la tendencia actual.
Casi una década después, hay miles de aplicaciones que podemos encontrar en la App Store, en Google Play e incluso los sistemas operativos de escritorio cuentan con su propia tienda de aplicaciones: Mac App Store y Windows Store respectivamente.
La popularidad de los smartphones y la posibilidad de instalar cualquier app y juego que queramos hace que el desarrollo de aplicaciones viva un gran momento, si bien hay mucha competencia y cuesta mucho posicionarse en las tiendas oficiales.
En la variedad está el gusto, pero desgraciadamente no todas las apps son igual de buenas. De ahí que, siguiendo este artículo que escribí sobre los desastres de usabilidad de programas de ayer y hoy, voy a repasar los problemas de las aplicaciones móviles más comunes.
Problemas, errores de diseño, desastres de usabilidad… Seguramente os los hayáis encontrado en más de una aplicación que usáis o tenéis instalada en vuestro dispositivo móvil.
Las notificaciones
El mal uso o abuso de las notificaciones de las apps móviles da para todo un artículo. Se trata de una herramienta muy práctica para el usuario, porque le permite enterarse de cosas sin necesidad de consultar la app constantemente: mensajes, avisos, correos, ofertas de última hora…
También son una gran herramienta para el autor de la app, porque son un canal de comunicación muy directo con el usuario para avisarle de novedades o cambios en su aplicación o servicio relacionado.
Pero cuando recibes notificaciones sin haberlas solicitado y con mucha asiduidad, esa app que te era tan útil empieza a caerte mal.
El abuso más claro de notificaciones lo solemos encontrar en juegos, que te invitan a volver a jugarlos cuando hace un día o dos que no los abres. Una vez, de acuerdo. Dos, está bien. Pero a la tercera o cuarta notificación, en vez de volver a jugar a ese juego estás pensando en desinstalarlo.
Hay aplicaciones que generan muchas notificaciones, como redes sociales (Facebook, Instagram) o apps de mensajería (WhatsApp mismamente), pero suelen avisarnos de mensajes de nuestros contactos. En caso de no querer tanto aviso basta con desactivar esa opción.
Pero el problema llega cuando la notificación es por parte del autor de la app que te sugiere seguir usándola. Los casos más curiosos que he visto últimamente son Pinterest o Shazam. En Shazam, la app te recuerda que encontraste cierta canción para que sigas usándola. Curioso. Y en el caso de Pinterest, si no desactivas las notificaciones recibirás cada día sugerencias de contenido. Cada día.
Las actualizaciones
Junto con las notificaciones, las actualizaciones son otro de los problemas de las aplicaciones móviles actuales.
Por un lado, el tamaño de las mismas. ¿Realmente es necesario que Facebook se actualice una vez al mes y la actualización ocupe más de 100 MB? Caso aparte es el de los juegos, donde pueden justificarse por la inclusión de nuevos niveles o mejores gráficos.
Ya hace tiempo que Apple y Google recomiendan actualizar las aplicaciones a través de WiFi, y es que actualizar vía 3G/4G supone ventilarte tu plan de datos móviles en un solo día si hace mucho que no actualizabas.
Los desarrolladores dicen que se debe a la cantidad de funcionalidades que tienen las apps actuales, muy lejos de la simpleza de años atrás, pero en muchos casos esas opciones nos pasan desapercibidas o están tan ocultas que no vemos mejoras aparentes.
A ello hay que añadir la parquedad con que algunos autores indican los cambios en las tiendas de apps, donde lo habitual es indicar “Corrección de errores”. Por suerte hay quien se toma más tiempo, como Telegram, donde cada nueva versión viene acompañada de una extensa lista de cambios bien explicados.
Aplicaciones versus páginas web
Hace una década era casi una obligación que tuvieras tu propia página web si tenías una empresa, negocio o eras alguien conocido. Hoy, la obligación es tener tu propia app.
Al igual que ocurre con una página o sitio web, tener tu propia aplicación móvil porque te sientes obligado a tenerla puede ser contraproducente, ya que tu app tiene que aportar algo.
La cantidad de aplicaciones móviles es tal que limitarte a portar tu página web en modo móvil a una app es un error, en especial si tu página ofrece un servicio en el que la interacción con el usuario es importante.
Por otro lado, la app debería aportar una experiencia tan o más buena que la propia página web. ¿Para qué descargar una aplicación que te da problemas o no es manejable cuando entrando a la página oficial lograrás mejores resultados?
Es frustrante comparar una aplicación y su página correspondiente y ver que en la segunda hay más información o está más actualizada que en la app. En el caso de tiendas online esto es desastroso, porque desincentivas el uso de tu aplicación.