La editorial Signo ha publicado 50 fotografías con historia, un recorrido visual de ochenta años por el trabajo de fotógrafos españoles. En él se recogen fotografías icónicas que hoy todos tenemos en mente hasta reportajes en el extranjero, retratos y autorretratos, e instantáneas transformadas en mitos de momentos de nuestra historia y folclore.
El libro es una suerte de mapa personal, el del país al que pertenece, con su genética visual vertebrando cada página. En él se vislumbra la evolución de los últimos ochenta años de fotografía. Los capítulos los construyen isletas únicas, saltos temporales que van de uno a otro lugar de sí mismas. Esto convierte a este experimento en una caja de arena que se autoreferencia a sí misma, como una construcción que, edificada desde los cimientos, va en un sentido único que se comprende en toda su amplitud a cada paso que se da.
Capítulo a capítulo, el libro se adentra en una cronología que evoluciona alimentándose de los anteriores, haciendo al lector percatarse de cierta trayectoria visual y de la enormidad de lo que uno tiene entre manos, nada menos que una historia fotográfica contada desde el interior de la propia historia fotográfica.
Porque este tipo de trabajos, esta especie de recopilación lúcida sobre los cómos y por qués, presenta la posibilidad de contemplar áreas y magnitudes lo suficientemente grandes como para ver el todo sin demasiado esfuerzo. Y el libro advierte, además, de que no se pretende hacer de canon referencial en cuanto a dónde y en qué corriente ubicar a sus autores: “en ningún caso se pretende encasillar a ningún autor en una tendencia concreta, ni hacerle que comparta espacio con un compañero de baile determinado, lo que además de erróneo sería desconsiderado“. Hay una propuesta inicial pues, en este índice, que ya desliga esta cosmología de cualquier madeja en la que quiera uno enredarse.
El crisol de capítulos dedicados a los múltiples fotógrafos que forman el libro y sus textos –algunos escritos por ellos mismos– se recoge como una línea de 50 puntos que ir hilvanando para formar el mapeo que se extiende por toda la geografía. Y no sólo limita a la llamada “piel de toro”, puesto que los trabajos expuestos ponen de manifiesto la internacionalidad de las obras de los fotógrafos españoles, que acercan su mirada ajena al exterior desde un punto de vista propio.
Hay pues tantas vertientes y pistas que olfatear que, a nada que se adentre en las páginas del libro, a uno le puede dar por revisitar capítulos anteriores, por adelantarse unos tantos o por volver a los ya leídos. Porque su edición lo facilita y promueve, como en una biblioteca accesible con solo extender la mano, dado que uno de los valores que contiene en libro es que, como su propio título indica, está lleno de historias y de Historia.
Y es que se pretende recuperar el relato como algo tangible y entendible, un suceso con un camino trazado que va de la mano de la fotografía, de lo que ésta pretende contar. El escritor y mitólogo Joseph Campbell habla en su obra El viaje del héroe de la necesidad de los hombres de concebir la realidad a través de un relato que compusiera todas las pistas que el mundo le ofrecía. No es extraño que, a lo largo de la Historia, hayamos tratado de hacer trascender lo intangible de nuestro alrededor a través de su comprensión con las herramientas de la narrativa. Las fotografías adquieren un poder narrativo que impulsan buscar cierta verdad, su propia verdad, ante la necesidad de ser comprendidas de la misma manera que el hombre entiende lo que sucede a su alrededor de una forma concreta y propia, como individuo y como sociedad.
Rebuscar en la trastienda de estas fotografías da un sentido especial y diverso a sus propias verdades, a la historia narrada que las acompaña con texto, en una conjunción que posibilita accesos a realidades y certezas que, como decía Walter Benjamin, necesitan haber sido procesados por la mente de quien lo mira “mucho antes de lo que el propio espectador cree“.
Por ello libros como estos deben de ser tenidos en cuenta como un acercamiento a un tipo de verdad que va más allá de la curiosidad, del anecdotario o del entretenimiento fatuo, que también, porque no todo en el hombre y en la fotografía se reviste de transcendencia –y si se piensa así, quizá se está perdiendo mucho mensaje por el camino–. Este tipo de trabajos facilitan el acceso a nuevas visiones y nuevas realidades, muchas de ellas que por tradición social o simplemente por costumbre, pensábamos inamovibles.
A esto se añade la presentación de cada uno de sus capítulos, maquetados y expuestos en forma tan personal y acertada que es sumamente sencillo rescatar de la memoria; desde las hojas de contacto de Carlos Pérez Siquier con las que abre el libro hasta los trabajos para prensa de Nicolás Muller, o la disposición con la que se ofrece, visual y textualmente, el capítulo dedicado a Cristina de Middel. Y esto por nombrar unos cuantos, porque por aquí pasan nombres con la entidad de un trabajo perecedero y peso en nuestra foto-historia como para estar en este catálogo: Pablo Juliá, Chema Madoz, Ramón Masat o Toni Catany.
Los proyectos que se describen en el libro destacan por la pormenorización y el detallismo con el que se tratan, buscando no limitarse, pretendiendo no explicar sino alentar a esa verdad de la que hablábamos antes, con pretensión de describir, en una suerte de making of, una serie de pasos que no son ni mucho menos mecánicos –que también– y sí sentimentales y sensoriales. Muchas veces estos pasos comienzan en un origen de lo más profano, una pista visual, un recuerdo o una conexión. Porque, como el propio libro recoge, la fotografía no es un hecho aislado.
Por ejemplo, la historia tras Autorretrato del cuerpo herido de Alberto Carcía-Alix, la fotografía de su cuerpo ensangrentado –que sería portada del primer número de la revista EXIT–y la historia de la refriega navajera en la sala de conciertos El Sol de Madrid. El paquete de tabaco que tenía en el bolsillo del pantalón amortiguó una cuchillada que podría habernos dejado sin él.
O cómo Joana Biarnés logró colarse en la habitación de los Beatles siendo la única fotógrafa en conseguirlo, porque no se conformó con obtener las fotografías del mítico grupo que todos los demás fotógrafos habían conseguido asistiendo a la rueda de prensa. Y certificando, de paso, que eso de tener vergüenza no va con esta profesión.
Y en este punto, después de todo lo dicho, podemos afirmar que el libro es, sobre todo, un paseo desde el origen hasta el final del proceso creativo. La chispa que los encienden tiene muchas veces orígenes que ni siquiera tienen que ver con la propia fotografía final. Y un ejemplo de ello es el propio caso antes citado de Biarnés, que surgió cuando, en la rueda de prensa, pensó “no quiero conformarme con esto“.
Y también todo esto alcanza sus propias consecuencias. Algunas de un impacto inenarrable en piezas fotográficas que ya se asumen eternas. Por ejemplo, la S/T, 1985 de Chema Madoz –la archifamosa mujer de blanco tras la copa de vino– y la polémica campaña publicitaria de una marca de vinos australiana que se permitió reinterpretar –¿plagió?– la famosa fotografía.
“50 fotografías con historia” es, en definitiva, una bellísima oportunidad de acercarse a la fotografía desde todos los frentes, cuya diversidad se extiende desde un punto inicial; la verosimilitud. Porque la fotografía y los textos que las acompañan son distintas maneras de contarnos lo mismo; la verdad, sea esta cual sea.