La realidad de momento aún no ha superado a la ciencia ficción si hablamos de aventuras como la de la película ‘El chip prodigioso’, en la que Dennis Quaid se miniaturizaba junto a una cápsula motorizada que viajaba por dentro de animales y personas. Pero no podemos evitar recordar esta película cuando nos enteramos de que han conseguido aplicar un tratamiento con micromotores en organismos vivos por primera vez.
Estos organismos no han sido seres humanos (la última fase en de pruebas en un estudio), sino ratones que en este caso padecían una infección bacteriana en el estómago. Pero en vez de tomar un tratamiento antibiótico con comprimidos o en las formas habituales lo que han recibido es una dosis de unos micromotores con la capacidad de liberar el fármaco en el lugar propicio.
Sin bujías ni caballos, pero con titanio
Puede que la primera duda que nos venga a la cabeza sea qué es eso de un «micromotor». Aunque nos suene a técnico nos toca dejar a un lado mecánica y electrónica, dado que los micromotores son complejos moleculares compuestos de varios compuestos, teniendo en este caso una estructura de magnesio, una cobertura de óxido de titanio, claritromicina (un antibiótico) combinada con PLGA (un polímero biodegradable) y chitosán.
La particularidad que tienen es que son capaces de desplazarse por un medio liberando una carga, en este caso el antibiótico. Pero a diferencia de aquellos nanocamiones de ADN que vimos hace un tiempo en este caso no se trata de una descarga puntual en un punto específico, sino en la expulsión gradual llegados a un determinado ambiente.
Y lo que ha logrado el equipo de científicos de la Universidad de California San Diego (La Jolla, Estados Unidos) es que este ambiente sea un organismo vivo, siendo la primera vez que se realiza así y no en ambientes in vitro. Trabajo que acaban de publicar en Nature en el que detallan como los micromotores liberaban la claritromicina en el estómago de los ratones de modo que éstos experimentaban una reducción de la población bacteriana bastante mayor a la de drogas de efecto pasivo (es decir, no liberan de manera activa como los micromotores) sin causar toxicidad.
Además, una de las ventajas de los micromotores es que no necesitan una administración conjunta de inhibidores de la bomba de protones, un tipo de fármaco que reduce la producción de ácido gástrico para que el antibiótico tenga más efecto pero que puede tener efectos secundarios a largo plazo (a veces conocidos como protectores estomacales, como por ejemplo el omeprazol, uno de los más comunes). De hecho el ácido estomacal viene a ser el combustible de estos micromotores y también acaba rebajando el ambiente (de ácido) sin modificar el comportamiento de las células (es decir, sin inhibir las bombas de protones).
Un pequeño trayecto para un micromotor, un gran paso para futuras terapias
En ocasiones los tratamientos son difíciles más allá del propio agente tóxico debido a lo difícil que es hacer llegar el fármaco, bien por la ubicación, por el ambiente o una vez en contacto con la célula. De ahí que a medida que ha avanzado la tecnología y en concreto la nanoingeniería se haya intentado crear formas de administración más eficaces y avanzadas, empezando por estructuras como lipoesferas (dentro de las cuales se alberga el compuesto) y yendo hacia la composición de este tipo de micro-máquinas.
Una idea que ya expresaron los científicos de los nanocamiones de ADN que comentábamos antes, es decir, que al final todos estos estudios nos lleven a la creación de máquinas moleculares que permitan llevar un fármaco a su destino de la manera más inocua posible para el paciente. Aún queda por hacer, pero si se ha conseguido que estas «máquinas» microscópicas funcionen en organismos vivos (con ausencia de efectos secundarios, además) quizás estamos algo más cerca de tomarnos un micromotor cada ocho horas y no un comprimido.
Vía | Big Think
En Xataka | Una pista de oro a -270ºC y seis «escuderías»: así será la primera carrera de nanocoches (y podrá seguirse online)
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La noticia
Con micromotor el antibiótico llega mejor: han logrado tratar una infección en animales vivos con estos «vehículos»
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Anna Martí
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