Uno de los momentos más dramáticos para el trabajador es el cambio de puesto laboral. Es un momento en el que se rompe con lo que se estaba haciendo y se empieza de cero una vez más.
Los cambios de trabajo siempre son muy emocionales, incluso cuando se está cambiando de forma voluntaria. Es decir, incluso en esos momentos en los que se toma la decisión de un modo personal de dejar una compañía por otra el proceso está muy cargado de emociones.
«Es importante que la gente se dé cuenta de que van a tener unas emociones muy fuertes cuando estén haciendo grandes cambios en su carrera», recuerda a Harvard Business Review Herminia Ibarra, especialista de la London Business School. Estos sentimientos son tan marcados por una cuestión de identidad: cuando llevamos mucho tiempo en un trabajo o cuando hemos estado muy implicados en uno – aunque fuese durante menos tiempo – la propia identidad se mezcla mucho con la marca colectiva. Y ahí es donde el dramatismo de una experiencia personal llega a otro elemento crucial, el de cómo nos ven los demás.
Esto es, la identidad del trabajador, su marca personal, está muy interlineada con la marca de la empresa. Sienten que su marca personal es en cierto modo un eco y una extensión de la marca corporativa. Perder o dejar ese trabajo hace que se sienta en cierto modo que la marca personal cojea. Como se hace en otros momentos y en otros escenarios de la vida personal, la persona tiene que aprender a ser un «ex» de la empresa en cuestión.
Narrar el por qué has dejado tu trabajo
Además, aprender a dejar de ser parte de la compañía y desprenderse de su peso en la propia es importante a otros niveles en lo que se refiere a marca personal.
Una de las preguntas recurrentes que harán los demás es la de por qué, por qué hemos dejado ese trabajo y por qué hemos abandonado la empresa en la que estábamos. Es el clásico esperable en las entrevistas de trabajo y en casi cualquier conversación sobre nuestro perfil profesional y sobre nuestra identidad como trabajadores.
Pero también es una pregunta que los propios trabajadores nos acabamos haciendo a nosotros mismos. Ibarra apunta que es porque somos storytellers de un modo natural, necesitamos contar las cosas como historias (incluso cuando muchas veces ni nosotros mismos tenemos claro por qué hemos buscado un nuevo empleo). Por tanto, en la reconstrucción de la imagen como trabajadores es importante encontrar cómo narrar este punto, para nosotros y para los demás.
Venderse de nuevo
Más allá del momento de dejar el trabajo en cuestión o de las emociones vinculadas al mismo, mantener una buena marca personal cuando se cambia de empleo o de sector implica cierto trabajo. Si las empresas pueden hacer rebranding y plantarse en el mercado con nuevos puntos destacados o con nuevas herramientas como vía para posicionarse mejor, los trabajadores también pueden hacerlo. Ellos también pueden hacer rebranding de su marca personal.
La clave está en tener una estrategia. Las empresas que hacen rebranding intentan venderse de una nueva manera y hacen un trabajo para lograr que los consumidores los vean de ese modo. Lo mismo ocurre con los profesionales. Tienen que trazar una estrategia de reposicionamiento y seguirla. Esto implica trabajar la presencia en redes sociales, que tiene que reajustarse para cuadrar con lo que se quiere vender ahora, o con cómo se construye el mensaje, que tendrá que actualizarse nuevamente.
Además, no hay que romper necesariamente con todo el pasado. Se puede reciclar lo que se ha hecho y contarlo de un modo nuevo.
Y, por supuesto, en esta nueva invención de la marca personal se necesita formación. Hay que aprender qué implica nuestro nuevo escenario y qué debemos hacer. Si la formación continua es muy importante para los profesionales y para su presencia en el mercado, más lo es para conseguir conectar con las nuevas necesidades de un nuevo espacio.