No hay nada que más me guste que la palabra extrañamiento. Ese momento en el que de lo cotidiano surge lo extraño y rompe nuestro ensimismamiento. Casi como si un iceberg se alzara sobre las aguas y se mostrara totalmente. Se dice de alguien que tiene mirada de fotógrafo cuando posee esa capacidad de distanciarse de lo habitual y de aislar lo extraño. Y eso es precisamente lo que ha hecho Alexis Pérez-Luna en su exposición Quiebres y fragmentos en el Centro de Arte Moderno dentro del Off de Photoespaña.
El Centro de Arte Moderno es una pequeña librería que alberga en la planta baja la sala de exposiciones. Al bajar me encuentro con una escena curiosa: las copas de vino vacías de una inauguración o de la presentación de un libro. En ese ambiente de huella de la euforia del día anterior aún permanecen restos de la vida. La palabra inaugurar remite a los augures de la Antigua Roma, que eran consultados sobre el momento propicio para levantar un nuevo templo. De ahí que inaugurar tenga que ver con los buenos presagios. Pero la cara b de esos buenos presagios son los restos de la noche anterior. Como en ‘Si me necesitas, llámame‘ de Carver, después de la belleza de los caballos blancos en el jardín sólo queda la hierba levantada y los excrementos. Y ése es el marco excelente para disfrutar de las fotografías de maniquíes de Pérez-Luna.
Los maniquíes de la tienda de pelucas de la Calle Atocha que observan impertérritos los cambios constantes en los locales de la calle –algunos negocios, lo prometo, no llegan a los dos meses–. Maniquíes desnudos, vestidos. Solos. En grupo y enfrentados entre sí, como dispuestos a una lucha que se librará lejos de las miradas de los humanos curiosos. Maniquíes encerrados tras los cristales de multitud de escaparates, voyeurs de los transeúntes. Como los ángeles de la Historia de Benjamin, llevan en su mirada –cuando la tienen– el peso de las catástrofes del pasado.
Por supuesto, es inevitable pensar en Blade Runner. Desde que el cine y la literatura se empeñaron en perpetuar el mito de Pigmalión y de Prometeo, toda representación artificial del cuerpo humano nos aterroriza –y por ello también nos atrae; cosas de lo sublime terrorífico o, para decirlo en términos llanos, de masoquismo–. No se puede jugar a ser Dios. Dios se encoleriza y nos castiga. A esa prepotencia de intentar comportarse como diosecillos los griegos le llamaban el pecado de la hybris. Y es un pecado que, aun agnósticos, llevamos muy dentro. Los replicantes, como ejecutores de esa mano divina, se rebelarán contra nosotros. Pero hasta que la ciencia construya a nuestros ejecutores, bien pueden anticiparse los maniquíes; más perturbadores cuanto más se parecen a lo humano –fíjense en el ceño fruncido del maniquí de la foto–. Huxley decía que “la cara no es jamás opaca del todo; el alma se muestra a través de sus muros“. Por puro silogismo, no concebimos un rostro que no tenga alma. Y de eso entendemos toda mi generación, traumada por las películas de Chucky, el muñeco diabólico.
Alexis Pérez Luna es un fotógrafo inusual en el ámbito contemporáneo. Su obra es bella, muy poco conceptual. Apenas encontramos discurso en su página web. No tener un discurso en la actualidad fotográfica es casi como no tener una cámara. Eso nos permite ver sin leer, establecer sólo las conexiones puras que ofrecen las imágenes. La soledad de las imágenes. La soledad de los maniquíes. La propia soledad de visitante frente a ellos. Quizá porque adoro la obra de Juan Muñoz, he adorado también esta exposición. Recomiendo ir solo y, con suerte, la sala estará vacía. Así será más fácil entrar en el extrañamiento; más cuando se pase a la habitación adyacente a la sala de exposiciones y el visitante se encuentre cara a cara con el replicante de Terenci Moix. Casualidades felices de la vida que hacen de las exposiciones una experiencia completa.
Si han llegado hasta aquí puede que estén pensando: ¿y qué tiene que ver esta exposición con cocodrilos? Cocodrilos en la cama les llama el escritor Ángel Zapata a esos elementos originales de un relato que hacen que el lector los recuerde. Son como si entraras en la habitación y te encontraras uno sobre la cama –esa misma cama a la que apenas has prestado atención antes–. Y ahora estoy en una cafetería escribiendo esto y oigo a alguien que dice: “Escúchame bien, hay dos maniquíes en las cajas. Sólo tienes que cogerlos y llevarlos a la tienda“. Y ya no sé si ese mundo que retrata Pérez Luna ha tomado el nuestro. Casi como el mapa de Borges. El mapa es el territorio. Y el cocodrilo, por cómo lo normaliza Pérez Luna, ha abandonado la cama y está entre nosotros.
‘Quiebres y Fragmentos’ puede visitarse en el Centro de Arte Moderno de Madrid hasta el 21 de septiembre