Si la década de los 60 y 70 fueron los años de Richard Avedon e Irving Penn, y los dos últimos decenios del siglo pasado pertenecieron a Annie Leibovitz, el gran autor del retrato de celebridades que les precedió fue Cecil Beaton (1904-1980). De educación exquisita y nacido en Londres, fue un verdadero dandi que se codeó con la realeza, y que tuvo en el diseño de vestuario y la escenografía cinematográfica su otra gran pasión y profesión.
Con gran acierto, PhotoEspaña recupera en una magnífica exposición titulada ‘Cecil Beaton. Mitos del siglo XX’, la obra de este emblemático autor. Estará abierta en la Fundación Canal de Madrid hasta el 19 de agosto, reivindicando un nombre un tanto olvidado dentro de la fotografía contemporánea. La muestra recoge más de 100 retratos, en un verdadero repaso a algunos de los rostros más populares del siglo XX. Audrey Hepburn, Marlon Brando, Salvador Dalí, María Callas, Winston Churchill, Cocó Chanel, Isabel II de Inglaterra… todos querían posar para él, y durante décadas dominó el retrato editorial, encabezando la nómina de fotógrafos de la revista Vogue entre 1928 y 1954.
Su estilo era sofisticado y elegante. Como buen escenógrafo que era, cuidaba los detalles, el entorno y el atrezo. A pesar de ello, sus obras no son ampulosas, sino que en muchos de los casos consigue captar al retratado de una manera natural y relajada. Es evidente que se trata de un fotógrafo empático, que conseguía un ambiente de comodidad y complicidad. Aquí no hay tensiones o la fuerza dramática del retrato psicológico de Avedon o Penn. Beaton era uno más de la ‘clase alta’ y sabía lo que querían de él, tanto desde el mundo editorial, como por parte de esos personajes que deseaban posar delante de su cámara.
Precisamente aquí reside que su nombre se encuentre eclipsado ante la figura de otros grandes retratistas. Aunque en vida fue adorado por todos, como el fotógrafo más popular del mundo, y tuvo el reconocimiento también de los círculos artísticos, como bien muestra la exposición que le dedicó la National Portrait Gallery en 1968, su estrella se fue apagando con el tiempo. Todo ello debido a que su estilo es más naif, menos austero y definido, y sin la pretensión de trascendencia artística con la que tomaron el testigo sus sucesores.
Beaton disfrutaba con la cámara, pero disfrutaba igualmente con la vida, y esa frescura choca con el personalismo y la autoría propios de la fotografía contemporánea. El fotógrafo inglés quería que la gente se sintiera bella en sus obras, y vivía la imagen como una profesión elevada donde su meta debía ser esa búsqueda. Nada de actitudes atribuladas, nada de proyecciones subjetivistas del fotógrafo, y mucho de refinamiento estético y equilibrio visual.
La exposición de PhotoEspaña, comisariada por Joana Ling, jefa del departamento The Cecil Beaton Studio Archive Sotheby’s Picture Library, y Oliva María Rubio, directora artística de La Fábrica, está dividida en cuatro secciones: Cine y Hollywood, Arte y Cultura, Moda y Belleza, y Sociedad y Política. Una división realizada en base al tipo de personaje fotografiado, y no tanto por épocas o períodos.
En Cine Y Hollywood somos testigos de la pasión de Cecil Beaton por el cine. Y es que su excepcional trabajo como diseñador de vestuario y escenógrafo le permitieron ganar tres Oscar. El primero en 1957, por el vestuario de Gigi, y los dos restantes por el diseño de vestuario y la dirección artística de la célebre My Fair Lady. Beaton tenía acceso a las grandes estrellas de la época, con las que compartió muchos rodajes, y todos caían rendidos ante su glamur y elegancia. Greta Garbo, Buster Keaton o Marilyn Monroe. Nombres de oro que aparecen ante nosotros mientras caminamos por la exposición de Beaton.
El sello que define a Beaton es la sofisticación sin caer en la excentricidad. La elegancia, sin caer en la pedantería. La naturalidad, sin caer en la simplicidad. Pero, al igual que en las otras secciones de la muestra, sí vemos una evolución evidente en el transcurrir de los años. Así, el retrato de Greta Garbo, fechado en 1946, aparece con una luz teatral y una pose cinematográfica. Y Marlene Dietrich es inmortalizada con la iluminación paramount propia de las grandes estrellas de la época dorada de Hollywood. En cambio, a partir de los años 50, la luz es más natural, el estilo más ‘casual’, culminando en ese precioso retrato a Audrey Hepburn, en 1963, donde se nos presenta mirando a cámara, sentada en una bicicleta, con una sonrisa natural y espontánea.
Desde bien pequeño, Cecil Beaton estuvo en contacto con el mundo de la cultura y el arte. Por el estudio que montó en casa de sus padres, y donde dio sus primeros pasos en el mundo de la fotografía, desfilaron escritores como Edith Sitwell, a la que pertenece uno de los retratos más equilibrados, bellos y gráficos del recorrido. Obra que forma parte de la sección Arte y Cultura.
Beaton era un profundo amante del arte, y le gustaba rodearse de creadores y artistas en su casa de campo del condado de Wiltshire, Inglaterra. En este apartado, la selección no puede ser más heterodoxa y espléndida, a la vez. Desde Pablo Picasso, a Mick Jagger, pasando por Igor Stravinsky, Salvador Dalí, Francis Bacon, Marta Graham, Truman Capote o Maria Callas, en el retrato más delicado que se hiciera a la diva de la ópera.
Mayoritariamente vemos como Cecil Beaton enmarca al artista dentro de su contexto profesional, como el caso de Francis Bacon en su estudio, o utilizando objetos simbólicos de su personalidad, algo que observamos en la instantánea de Salvador Dalí y Gala. Nos podría recordar el estilo de otro gran retratista, Arnold Newman, pero Beaton es menos geométrico y gráfico que el fotógrafo norteamericano.
Si hay un concepto detrás del trabajo de Cecil Beaton, ése es la belleza. Fue su guía y su objetivo siempre que se colocaba detrás de su cámara o trabajaba en el mundo del cine. ‘La belleza es la palabra más importante del diccionario. Es sinónimo de perfección, esfuerzo, verdad, bondad’, decía Beaton. Y no podía ser de otra manera que Belleza, junto a Moda, sea el nombre de otro de los apartados de la exposición.
Empezó publicando en revistas como Tatler, The Sketch y The Bystander, para dar el salto a Vogue cuando llegó a Estados Unidos a finales de la década los veinte. Y siempre, como ocurrió en el caso de otros mitos de la fotografía, combinó el retrato con la moda.
En el mundo de la moda, donde prima la belleza y la idealización, el trabajo de Beaton brilla como pocos. En su obra se atisba el puente que significó entre el periodo previo, excesivamente encorsetado, y la frescura que fue llegando a la fotografía de moda con autores como Richard Avedon. Y es que de Cecil Beaton se puede decir, sin titubear, que fue la base sobre la que se desarrolló posteriormente la fotografía de moda y de retrato contemporáneo.
De igual manera, encontramos alguno de los retratos que realizó a grandes modistos, como Cocó Chanel, Christian Dior o Cristóbal Balenciaga.
Por último, llegamos al apartado de Sociedad y Política. Para que comprendamos el nivel de popularidad que alcanzó Beaton, podemos ver alguna de las fotografías que realizó de Isabel II de Inglaterra, siendo el fotógrafo oficial de su coronación y de su boda, y del enlace también de los Duques de Windsor. Junto a ellos, Winston Churchill, Eisenhower, la multimillonaria Bárbara Hutton, e incluso españoles como el torero Luis Miguel Dominguín o el Duque de Alba. No podemos decir que sean las imágenes más brillantes de su carrera, ya que se nos presentan mucho más encorsetadas, pero sí nos ayudan a comprender su dimensión. Pocos fotógrafos en la historia muestran un currículum de personajes tan completo y extenso. Reyes, reinas, escritores, artistas, actores… todos querían una fotografía firmada por Beaton.
Como curiosidad, vemos cómo su sensibilidad llegó también a donde es difícil encontrar la belleza, a la guerra. Beaton recibió el encargo durante la Segunda Guerra Mundial de documentar alguno de los lugares que estaban siendo golpeados por el conflicto, como fue la ciudad de Londres. Y no dudó en colocarse en el papel del fotoperiodista en busca de la fotografía impactante, como la que llegó a colarse en la portada de la revista Life. La tremenda imagen de Eileen Dunne, una niña de sólo tres años, que abraza una muñeca en la cámara de un hospital, y con la cabeza vendada por una herida. Imagen que podemos ver en una selección de publicaciones de Cecil Beaton recogidas en la exposición.
Esta parte es con seguridad la más floja del recorrido. Comparada con otras muestras de grandes autores que ha realizado PHotoEspaña, los materiales extra en este caso son muy escasos. Si bien hay una gran presencia de copias de época, lo que siempre hemos de agradecer, no podemos decir que la exposición haya sido completada con otros materiales que hubieran servido para redondear las fotografías recogidas, más allá de la decena de publicaciones presentes en la última parte del recorrido.
En cambio, su división por temas es un gran acierto, pudiendo encontrar el orden cronológico dentro de cada apartado. Así podemos ver también la evolución del autor, y su adaptación a los diferentes gustos de la época, tal y como hemos señalado. De Cecil Beaton no se puede decir que fuera un fotógrafo con un estilo definido. Todo tipo de iluminaciones, de planos y composiciones aparecen en sus obras, pero de lo que sí fue un maestro fue en su manera siempre de resolver una imagen. Unas veces por una luz, otra por la pose, otra por el atrezo… pero el resultado al final era óptimo en ese camino hacia la belleza que fue invariablemente su leitmotiv. Asómense a esta exposición y vean una galería de mitos del siglo XX, un repaso a la historia del siglo pasado, bajo el acertado mando del más elegante de los fotógrafos, Cecil Beaton.
La exposición puede disfrutarse en la Fundación Canal de Madrid hasta el 19 de agosto.