Cuando Blumhouse anunció que su primera película exclusiva para Netflix estaría ambientada en entornos virtuales y trataría sobre temas como suplantaciones de identidad y otros horrores propios de los tiempos actuales, era sencillo imaginar una intriga en apariencia muy similar a lo que ha acabado siendo ‘Cam’. Esto es: pocos personajes, entornos algo claustrofóbicos y dramas digitales con los que resulta fácil empatizar porque a todos nos pillan más o menos cerca. Ya habría sido suficiente para plantear una intriga coyuntural, pero ‘Cam’, se reserva algunas agradables sorpresas en la manga.
Para empezar, ‘Cam’ entiende que la audiencia de Netflix no es la misma de las películas de estreno convencional (ni siquiera las propias de Blumhouse) que intentan que su alcance sea más masivo, y se puede permitir dar por supuesto que sus espectadores están al tanto de unas cuantas cosas. Entre ellas el no-tan-evidente funcionamiento de una web videochats eróticos, con sus propinas virtuales, sus chicas entrecruzando shows y esa ambición por ser el número uno de un ranking que no mide absolutamente nada, algo muy complicado de entender si no se tienen ciertas hechuras en las dinámicas de lo digital y las redes sociales.
Eso le da cierta agilidad al planteamiento, que no tiene que plantar aburridas tramas introductorias de «así me introduje en el mundo de las webcams porno, y lo que me sucedió te sorprenderá», sino que tenemos a una protagonista experimentada en el negocio, lo que garantiza giros argumentales y escenas de impacto a los diez minutos de metraje, impensables en una hipotética película convencional sobre el tema. Si eso afecta a las cifras de la película está por ver (o no, tratándose de Netflix), pero lo que sí asegura es que, prescindiendo de esa labor introductoria, la película se puede permitir ser más concisa y trabajar en personajes, atmósfera y situaciones más absorbentes.
Así, conoceremos rápidamente a Alice (Madeline Brewer), conocida en ámbitos virtuales como Lola_Lola, una *camgirl* que quiere ascender rápidamente en la web de shows eróticos donde trabaja. Inteligente y ambiciosa, se resiste a rebajarse en sus shows a lo que hacen otras chicas, pero su perspectiva cambiará cuando una chica idéntica a ella suplanta su identidad y comienza a hacer todo aquello a lo que ella no estaba dispuesta.
‘Cam’: Exhibicionismo tras la pantalla
‘Cam’ está escrita por Isa Mazzei, en su primer y prometedor crédito como guionista: ha plasmado en la historia sus propias experiencias como camgirl. Y se nota, porque la película prescinde completamente del temible tono paternalista de las películas de este tipo, y hace un trabajo extraordinario sumergiendo en cotidianeidad un trabajo con su parte exótica pero que, como todos, tiene sus rutinas, sus peligros, sus frustraciones y sus pequeñas satisfacciones. Aunque ‘Cam’ no es una ‘Vida de una camgirl’, sino un thriller con ese mundillo de fondo, la frontalidad con la que se acerca a ese mundo hace que rápidamente empaticemos con la heroína.
Una heroína que, además, se revela como autosuficiente y en ningún momento necesitada de ayuda de nadie para solventar una situación extrema, o para capear una subtrama algo más cotidiana y que a más de un espectador o espectadora que lleve una vida mínimamente doble en internet le hará sudar frío. La historia fluye tonteando con la idea de la multiplicación del yo que todos experimentamos en entornos virtuales, y aunque ‘Cam’ está lejos de ser una obra de tesis sobre los peligros de la red, arroja unas cuantas imágenes muy valiosas sobre la mirada con un monitor de por medio, como en un climático final donde se multiplican las pantallas dentro de pantallas dentro de pantallas.
No es todo el subtexto que arroja ‘Cam’ al espectador, y también se permite reflexionar sobre las condiciones laborales, medio voluntarias, medio esclavistas, de los nuevos tiempos y las nuevas tecnologías, y de cómo el monstruo ha dejado de ser El Otro para convertirse en El Otro Que No Reivindica Derechos Laborales. No es extraño que ese reflejo acabe ascendiendo rápidamente en un escalafón social imaginario, en una de las ideas de guión más malvadas del conjunto.
A veces Brian De Palma millennial, a veces tanteando con entrañable torpeza un idioma de ventanas, chats y gifs del que aún solo estamos rascando la superficie, ‘Cam’ respira aires de thriller clásico, pero habla en un idioma que solo entenderán los adictos a las nuevas tecnologías. Si eso es cerrar puertas expresivas y comerciales o abrirlas habrá que decidirlo con el tiempo, pero de momento ‘Cam’ planta un tipo de propuesta a la que nos conviene permanecer atentos.
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‘Cam’: el debut de Blumhouse en Netflix es un juguete malicioso y cargado de horror para la era digital
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John Tones
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