El Calamar nació con una premisa clara: maltratar a sus colaboradores, explotarlos y obligarles a continuar en el periodismo social y medioambiental que nadie paga, mucho menos los que fundaron el proyecto, o… ¿No era así?. Todo tiene una razón concreta y una historia que contar, ésta es la nuestra.
En respuesta al contexto social y laboral que nos rodeaba hace ya algunos años que la periodista Susana Hidalgo y yo decidimos aunar esfuerzos. Gracias a nuestros perfiles, totalmente complementarios, comenzamos a producir reportajes que nos encargaban diferentes medios de comunicación. Susana estaba especializada en periodismo social, y yo me había orientando hacia mi carrera en el fotoperiodismo social y medioambiental.
Pronto comprobamos la poca rentabilidad de nuestras apuestas. Teníamos la capacidad, el potencial y el empuje suficiente, pero carecíamos del soporte necesario para poder mostrar al mundo nuestro trabajo y la información periodística que generábamos. Era imposible mantener económicamente la producción y la vida personal de cada uno.
En ese momento, decidimos coger la sartén por el mango para darle la vuelta a la tortilla; “Debemos convertimos en los jefes y exprimir a nuestros colaboradores. Necesitamos juventud y ganas para ofrecerles palabras ilusionantes, amigables, sazonadas con tintes paternalistas. A cambio, un único pago: visibilidad. La verdadera y única retribución“, Repetimos estas últimas palabras con una irónica sonrisa mientras el eco de experiencias pasadas resonaban en nuestro interior.
Dicho y hecho. Primero empezamos analizando el mercado; nos dispusimos a conocer los medios que ya estaban funcionando y sus fórmulas de éxito. En poco tiempo teníamos distintas propuestas que parecían ser operativas, dotadas de una buena plantilla de profesionales. Podrían ser un buen espejo en el que reflejarnos –aunque fuera invertidos, por pura oposición moral– para desarrollar nuestras nuevas tareas. Salvo alguna excepción no fue difícil conocer el flujo de trabajo y dinámica general, de hecho todas las empresas y colectivos analizados operan de manera similar.
Algunos medios nos regalaron los oídos con multitud de emails envenenados. Nos llegaban envueltos de grandes palabras y halagos sobre nuestra profesionalidad, y ponían acento en nuestra personalidad y en nuestros compromisos sociales. Incluso destacaban los hitos más grandes de nuestras carreras:
“Me quito el sombrero con lo buenos que sois trabajando, con lo lejos que habéis llegado. ¡Qué bien que estéis trabajando juntos! ¡Menudo equipo de primera! ¡Qué gran reportaje! Este trabajo no se puede quedar en la nevera; debemos publicarlo ya. Merece la pena, y os merece la pena que nosotros difundamos este reportaje. Os ayudaremos profesionalmente y tenemos, además, la obligación moral de dar voz a esa pobre gente de la que habláis“.
Tras esta edulcorada entradilla venía la segunda parte de sus mensajes en los que insistían en la difusión. Miles de millones de lectores nos lanzarán al firmamento de las estrellas de la profesión. Tendríamos mucha difusión, equivalente prestigio, abrazos en inauguraciones, conferencias, micrófonos y canapés. Amigos que te llamarán para preguntar qué tal estas cuando lo que desean es conocer la información que necesitan y después no volverás a saber de ellos hasta que de nuevo puedas serle útil y te vuelvan a llamar.
[…Os ayudaremos profesionalmente y tenemos, además, la obligación moral de dar voz a esa pobre gente de la que habláis…]
¿Posible e-mail en respuesta automática para cualquier propuesta social?
Recibiremos premios por nuestros textos e imágenes, pero para presentarte a las convocatorias de los mismos, necesitarás que estén publicados. Por supuesto, ellos te están dando la llave para entrar en el juego. Incluso hemos conocido profesionales que suplican que se publiquen sus trabajos para poder optar a premios. Al Calamar, siendo una plataforma muy modesta, también nos han llamado para tal fin. Es entonces cuando levitas veinte centímetros por encima del suelo, ya que tienes una gran difusión y prestigio. Es fantástico, es lo mejor que podría ocurrirnos. Lo hemos conseguido.
El perfil que se pone en contacto con nosotros cumple casi siempre con la misma ceremonia y estereotipos, estableciendo de manera sibilina una relación jerárquica instantánea. Proclamando –al abrigo de la difusión– quién está al mando. Un personaje del que hemos tenido que aprender, combinar bien sus ingredientes para cocinar, con otro sabor, nuestra propia receta. Decidimos crear deliberadamente un nuevo monstruo capaz de devorarnos con las mismas artes que los medios que hasta entonces nos contactaban. Nace así un ente con múltiples tentáculos que exige mayores esfuerzos. Desde el primer día nos dejaría bien claro que no nos iba a pagar ni a compensar el esfuerzo en él invertido.
Nos dedicaremos a una vida de emociones profesionales y personales descubriendo un mundo inaccesible. Seremos deseados por nuestras coberturas y nuestra capacidad para disponer de nuestro valiosísimo tiempo. Contaremos las historias de las personas que nos interesan, sin necesidad de presiones externas, sin obligaciones. ¿Para qué difundirlo a través de un medio generalista si podemos crear nuestro propio espacio para conseguirlo? Generemos un público interesado en nuestras temáticas, allí donde la visibilidad sea revertida directamente en nuestro propio proyecto.
Nuestras carreras habían discurrido claramente definidas y relacionadas con causas sociales y medioambientales. Desde luego, íbamos a continuar en ese camino. ¡Para qué cambiar si ya tenemos callo y nos encanta! Asumimos el reto y en mayo de 2012 lanzamos la web. Rápidamente los “sabios” se apuran a apuntarnos que no actualizamos todos los días, que necesitamos contenidos enlatados, que se hagan virales y que sean más llamativos en sintonía con la superficialidad periodística imperante, supeditada a las métricas cuantitativas.
Empezamos a publicar despacio, a difundir a través de redes sociales, pero sin prisa. Principalmente porque nos resulta imposible correr. Inicialmente sólo tenemos a dos incrédulos llevando adelante la tarea. Susana y Pedro, que producen los reportajes de texto, vídeo y foto, que actualizan la web, buscan a los clientes, contactan a los lectores, gestionan la producción de sus propuestas, desarrollan ideas y explotan la faceta creativa. Ellos necesitan visibilidad y la fantástica difusión por la que nace el Calamar. Y esas dos personas se han convertido en su alma.
De sol a sol escondidos en oficinas de bar, salas comunes de centros culturales, sedes con salas de usos múltiples desaprovechadas y vacías que les parecen un hábitat agradable para reducir costes de alquiler de espacios y no morir en el intento. La gestión del Calamar nos resta tiempo para producir. Y ahí está el secreto. Invertir el 80% del tiempo en gestión y un 20% en producción. Si lo que quieres es pasarte el día viajando, conociendo mundo para poder escribir sobre él y descubriendo parajes para fotografiar, primero busca un contrato en un medio de comunicación o entidad donde otras personas se encarguen de la gestión.
En la gestión se encuentra el éxito y quien no lo quiera desarrollar así nunca avanzará en sus propósitos. Posiblemente la parte visual del Calamar sólo es el escaparate de un porcentaje de las tareas que realizamos. Diversificar contenidos es otra de las tareas que nos vemos en obligación de abarcar. Aquella época dorada en la que te encargaban un reportaje al mes, te centrabas en el desarrollo y en la edición y te pagaban para cubrir viaje y permitirte tranquilidad para el mes presente incluso para el siguiente no existe desde hace muchos años.
Aquella época dorada en la que te encargaban un reportaje al mes, te centrabas en el desarrollo y en la edición y te pagaban para cubrir viaje y permitirte tranquilidad para el mes presente incluso para el siguiente no existe desde hace muchos años.
En Calamar nos hemos especializado en desarrollar proyectos. Muchos de ellos permanecen aletargados hasta que alguien se interese por su potencial. Ese es el momento en el que firmamos un contrato y empezamos a trabajar en la segunda fase: la producción.
Los proyectos comienzan con la fase de desarrollo creativo sobre papel y sólo se transformarán en contenidos reales si conseguimos financiarlos cubriendo todos los gastos de producción y los sueldos de las personas que en él trabajan. Esa es la tarea más dura. Ese es el reto, que no es imposible. Y aunque lo que acabo de escribir parezca una evidencia, se convierte en necesario comunicarlo continuamente para no errar ni llevar a equívocos.
Uno de los grandes males de este mundo es que en multitud de ocasiones parece que los sueldos se pagan con ilusión. Así no funciona para nadie. Aquí es donde más empuje hay que imprimir. Lo otro, lo que no contempla la gestión, sabemos hacerlo, nos encanta y nos divierte.
Cuando el trabajo no existe y no llegamos a encontrarlo lo creamos nosotros. Esa es una formula de éxito. Como toda empresa o negocio, debemos incentivar el marketing, poner atención a la publicidad, ser eficaz en la gestión y la administración, concretar una estrategia empresarial y un sinfín de materias más que no son exactamente las que nos proporcionan nuestros productos, que en este caso son contenidos periodísticos audiovisuales y productos de comunicación.
Podemos ser fotógrafos fantásticos, pero si carecemos de un plan correcto nos veremos abocados a desaparecer. Como cualquier otro negocio, éste se rige por unas formulas básicas que si no cumplimos nos arrastran a la quiebra. No perdamos la ilusión por la luz, ni la pasión por descubrir y mostrar el mundo, tampoco perdamos el norte. Sigamos disfrutando con emoción de la fotografía sin olvidar esa otra parte empresarial que es la que nos permitirá continuar haciendo lo que más nos gusta.