Brassaï forma parte de ese círculo mágico de fotógrafos a los que inmediatamente relacionamos con París, la ciudad de la luz. La capital del país donde nació oficialmente la fotografía ha sido retratada por los más grandes autores de la historia, pero sólo un puñado de ellos tiene el honor de haberse convertido en los “no oficiales” fotógrafos de París. Podríamos hablar de Eugène Atget, como creador de la imagen del viejo París, Robert Doisneau, que ha firmado alguna de las imágenes más icónicas de la ciudad, y Brassaï, el autor de la imaginería nocturna y carnal de la ciudad del Sena.
Sobre este último autor gira la exposición titulada El ojo de París, que hasta el 2 de septiembre acoge la Fundación Mapfre en Madrid. Una muestra que recoge más de 200 piezas –entre fotografías de época, dibujos, una escultura y material documental–, hasta abarcar una de las retrospectivas más completas realizadas hasta la fecha del autor de origen húngaro.
Resultado de este amplio resumen de su trayectoria, los visitantes de este paseo por la obra de Brassaï, van a descubrir una artista total, con múltiples aristas y vertientes. Conocido principalmente por las fotografías recogidas en su libro Paris de nuit, nos asomamos aquí a un fotógrafo curioso, capaz de manejar con soltura el retrato, la fotografía de calle o el desnudo. Con un ojo vivo, que no se mostraba tímido a la hora de probar y jugar con la cámara, independientemente del motivo que le impulsara a hacerlo.
En ocasiones, pensamos con curiosidad qué otras imágenes toman o tomaron los grandes maestros de la fotografía, que fueron conocidos de manera principal por un determinado tipo de instantáneas. Pues esta exposición nos va a permitir traspasar esa barrera en ocasiones cerrada o mutilada. Los que le conozcan por las fotografías icónicas que nos hicieron amarle, volverán a reencontrarse con él una vez más. Y los que quieran descubrir otro Brassaï distinto y experimental, pueden prepararse para un buen festín fotográfico.
Hasta tal punto es amplia la magnitud de la muestra, que ha sido dividida en 12 secciones: París de noche, Placeres, París de día, Grafitis, Minotaure, Personajes, Lugares y cosas, Sociedad, Cuerpo de mujer, Retratos, El Sueño y La Calle. Producida por Fundación MAPFRE y comisariada por Peter Galassi, conservador jefe del Departamento de Fotografía del Museum of Modern Art de Nueva York desde 1991 a 2011, es fruto de préstamos procedentes del Estate Brassaï Succession y de prestigiosas instituciones mundiales como el The Art Institute of Chicago, The Museum of Fine Arts (Houston), The Metropolitan Museum of Art (Nueva York), The Museum of Modern Art (Nueva York) y el Centre Pompidou (París), entre otras.
Pero detengámonos primero en la biografía de Brassaï (1899 – 1984), pseudónimo de Gyulá Halász, que nació en Brassó –entonces parte de Hungría y hoy en Rumanía–. Estudió arte en Budapest y Berlín, y como tantos creadores de la época acabó en París, llegando a la ciudad francesa en 1924. Comenzó realizando ilustraciones para periódicos y revistas, pero la progresiva sustitución del dibujo por la fotografía le obligó a tomar la cámara como manera de ganarse la vida. En aquellos momentos la fotografía no formaba parte de las artes nobles, y cualquier joven interesado en ser creador, elegía otras disciplinas y desdeñaba la imagen fija como un mero aparato reproductor de la realidad. Algo que precisamente cambió en ese período de entreguerras donde las vanguardias artísticas se interesaron por la fotografía, ya fuera desde una óptica surrealista, futurista o constructivista.
Dentro de ese impulso que recibió la fotografía a partir de la década de los 20, Brassaï lo vivió inmerso en el círculo artístico que habitaba en torno al barrio de Montparnasse, estableciendo amistad con personajes como Salvador Dalí, Henry Miller y Pablo Picasso, y conectando de forma especial con la corriente surrealista. Movimiento que vio en la fotografía una manera única de transformar la realidad en una irrealidad inexplicable, donde lo que es atrapado por la cámara adquiere nuevos significados e interpretaciones.
Brassaï no era un fotógrafo rápido y espontáneo. Se trata de un autor que gustaba de preparar sus imágenes con cuidado y mimo. Construía sus obras, sirviéndose de iluminación artificial si la situación lo requería. Así, su más conocido trabajo París de noche es un compendio de imágenes pensadas, que necesitaban de una exposición de varios minutos, y donde el enigma y el misterio de la gran ciudad del Sena se traslada a las fotografías en forma de escenas evocadoras, que transmiten la atmósfera del espacio con intención y talento. Pocos autores han conseguido crear un paisaje urbano tan personal, reconocible y único.
Placeres es otra de las secciones más emparentadas con la idea universal de Brassaï. Fue una de sus grandes pasiones introducirse en los ambientes más extremos e inaccesibles. El lado salvaje de la vida le atraía profundamente, y consiguió retratar los bajos fondos del París de la época. Lo que él consideraba la parte más auténtica de la metrópoli. Prostitutas, proxenetas y artistas de la supervivencia legal e ilegal, fueron inmortalizados por Brassaï como fotografió la ciudad de noche. Imágenes compuestas, a modo de escenas teatralizadas, usando luz artificial en ocasiones para darle un toque dramático.
Si retrató con maestría la noche de París, el día también fue testigo de su ojo. Pero lo fue a modo de prueba, de investigación en forma de líneas y formas. En París de día contemplamos unas obras curiosas, con un sentido de la vista que se revuelve hacia todo aquello que le llama la atención, sin un orden prefijado. Pueden ser unos adoquines, la escena secuenciada de una muerte en la calle, una fachada, un cartel… el filtro es su interés personal y artístico, no un impulso de uniformidad estética como llevaba el encargo de París de noche.
Otro de los motivos reconocibles en la obra de Brassaï ha sido el de los Grafitis, que, como no podía ser menos, han sido recopilados también en una parte de la exposición. Fue uno de los primeros en mostrar interés por este arte callejero, recogiendo cientos de fotografías de esta forma de expresión y comunicación, especialmente por los que habían sido grabados o dibujados sobre la pared. Una parte documental de su obra que podríamos calificar de innovadora y precursora de una fotografía contemporánea que se ha nutrido en numerosas ocasiones de esta acumulación de elementos similares.
En Personajes da un toque de solemnidad a personas anónimas, trabajadores, en una representación de tipos que podría recordar a la obra de August Sander. En cambio, en Lugares y Cosas, los protagonistas no son los seres humanos propiamente dichos, sino objetos y espacios generados por ellos, ya sea la Sagrada Familia o un escaparate de Nueva Orleans. De nuevo, ese intento por abarcarlo todo, por seguir acumulando a través de su cámara el reflejo de lo que encontraba a lo largo de su vida y sus viajes.
Una sección muy interesante de la muestra es la titulada Sociedad. Si anteriormente veíamos el reflejo de los bajos fondos de París, ahora nos vamos al extremo opuesto. La alta burguesía y la aristocracia retratada en eventos y bailes de disfraces, en lugares como el Hotel Ritz o la exclusiva Nuit de Longchamp, en el hipódromo de París. Nuevamente encontramos esa fotografía documental intervenida, donde los participantes colaboran en la obra del autor. Fueran prostitutas o ricas adineradas, el tratamiento de la imagen es similar. Brassaï cuida la imagen, está atento al detalle y la iluminación, y se atrapa con respeto al retratado, más allá de su condición social.
Minotaure es un recuerdo a su participación en la célebre revista surrealista, donde pudo dar rienda suelta a su imaginación con total libertad. Y en Cuerpo de mujer se fija en las formas más carnales de la figura femenina.
Un curioso apartado de la exposición es Sueño, una serie de fotografías de personas durmiendo, que aparecieron publicadas por primera vez en la revista Laberynthe, editada por Albert Skira, también editor de Minotaure. De nuevo vemos a Brassaï trabajando en series, de una manera muy contemporánea, y donde el autor nos nuestra su versatilidad, aunque siempre con esa esmerada composición habitual.
Como hemos comentado, Brassaï se movió en los círculos artísticos de París y mantuvo amistad con grandes pintores y escritores de la época. Fruto de ello, fueron una serie de retratos, agrupados en la exposición bajo el título de Retratos: artistas, escritores, amigos. Observamos en esta parte de su trabajo dos líneas estéticas. Por una parte, los retratos realizados en contexto, en los estudios y casas de los artistas, como el de Henri Mattisse y el de Salvador Dalí; y, por otra parte, las fotografías sobre fondo liso o encuadres cerrados, donde el retratado se nos muestra desnudo y directo, como en el caso del escritor Jean Genet.
Por último, en ‘La calle’, observamos también a un Brassaï fotógrafo de reportaje. Gracias a un encargo de la revista Harper’s Bazaar, recorrió España, Suecia, Brasil y Estados Unidos, entre otros países. En este caso, trabajó con una cámara de carrete, más propia de una fotografía cercana al fotoperiodismo, dejando atrás la cámara que utilizaba habitualmente (1). Las imágenes son más espontáneas, más rápidas, menos equilibradas que en el resto de la exposición. Es curiosa esta transformación de Brassaï. Aunque no se puede decir que sea la parte más interesante de su obra, sí nos presenta esa capacidad camaleónica del autor de origen húngaro para desafiar nuevos enfoques y temas.
Esta exposición, excelentemente comisariada por Peter Galassi, es una oportunidad para apreciar la capacidad de un maestro de la fotografía de transformarse e investigar con su cámara. De conocer a un autor, no sólo con su obra más admirada, sino también por ese trabajo, que no siempre aparece, pero que también forma parte de su personalidad. Siempre con intención, siempre con el talento del que conoce bien el medio y tiene la formación artística adecuada. El mundo de Brassaï, uno de los ojos imprescindibles de la historia de la fotografía.
La exposición podrá visitarse hasta el próximo 2 de septiembre en la Fundación Mapfre (Sala Recoletos, Paseo de Recoletos 23) de Madrid.
(1) Una Voigtländer Bergheil de 6,5 x 9 cm, una “folding” para placas y película en rollo, dotada de un excelente objetivo Heliar f/4,5