BenQ se presenta como nuevo jugador en el sector de pantallas de gama media/alta para fotógrafos, diseñadores y videógrafos con dos familias orientadas al mercado profesional –PV y SW–. Analizamos a continuación su modelo en 32″ para la edición de vídeo PV3200PT, con una interesante relación calidad/precio.
En paralelo al crecimiento y evolución de los dispositivos de captura, la omnipresente resolución 4K y la democratización de los modos de grabación bajo curvas logarítmicas para su posterior etalonaje, el segmento de monitores de altas prestaciones está en plena renovación. Inmersas en esta vorágine, marcas provenientes del sector de consumo como BenQ se animan a participar en este terreno afianzado por marcas muy consolidadas. EIZO y NEC son sin duda referentes imprescindibles en la industria de las Artes Gráficas –AAGG– lo que, por extensión, las posicionó en el área fotográfica, mientras rellenan en estos últimos años sus huecos en el sector audiovisual. Por otro lado, Dell y HP van copando poco a poco la gama media/alta. ¿Quedará sitio para esta nueva familia de BenQ? ¿Estarán sus prestaciones a la altura de las circunstancias?
Diseño y ergonomía en 32″
Estaba predestinado que el formato 4K viniera a ejercer una palanca comercial sobre todos los dispositivos audiovisuales que nos rodean. Esta presión se realizó primeramente desde el terreno amateur con la implementación del formato UHD, que vino para quedarse, un poco a regañadientes, en formato de TV inteligente y demás dispositivos smart.
Esta demanda de resolución fue mucho antes introducida en el mercado a través de dispositivos pequeños. Nuevas “retinas” capaces de romper las normas entre tamaño de pantalla y distancia de visualización. Esa tendencia es la culpable de juntar densidades de más de 200 o 300 ppp –puntos por pulgada– en paneles tan pequeños que podemos guardarlos en nuestros bolsillos. Parece, por lo tanto, lógico pedir idéntica sensación de nitidez en portátiles y ordenadores de escritorio, quedando un poco cortos esos 72 ppp que tradicionalmente se daban por omisión.
En el caso del monitor que nos ocupa, son 3.840 x 2.160 píxeles repartidos por una diagonal de 32″ con una relación de aspecto de 16:9 y un ángulo de visualización de 178º. Es fácil deducir bajo estas cifras las intenciones de BenQ con esta pantalla de la serie PV, un amplio lienzo donde editar nuestros vídeos 4K (UHD). Un monitor orientado también para diseñadores y, en menor medida, a fotógrafos, dado que, como veremos más adelante, su rendimiento en este último aspecto es más modesto.
Al hilo de esta tendencia técnica, existe otra de índole estética que perfila esta pantalla BenQ, en sintonía con su contexto, con un acabado fino y elegante. Un panel muy delgado que se ensambla en una peana sobria pero funcional. El sistema de anclaje entre estos dos elementos no podría ser más sencillo, una especie de bayoneta con un cierre/seguro que se acciona mediante un “clic” recíprocamente.
Sería deseable, no obstante, que a esta estética general le acompañase una mayor robustez en los componentes más sensibles. Sin llegar a ser un problema para las tareas profesionales que le serán adjudicadas, el panel nos ha parecido algo frágil en comparación con otros equipos de altas prestaciones. Acostumbrados al grosor y fiabilidad de las familias Color Edge (EIZO) o SprectraView (NEC), manipular esta fina pantalla al inicio puede generar algo de desconfianza. No obstante, no hemos encontrado en el tiempo de prueba ningún fallo mecánico derivado de esta sensación.
El sistema OSD de información y configuración en pantalla es muy práctico y completo; parece que aquí el origen amateur de la marca juega a su favor y la disposición del menú está lejos del estilo farrogoso que suelen rodear a las marcas profesionales en este aspecto. Todo aparece, pues, en su sitio, de manera clara y concisa.
Por si esto fuera poco, el manejo del OSD se puede hacer desde la pantalla o desde un cómodo mando alámbrico ad hoc, que se inserta además en el hueco circular de la base, pudiendo también ubicarse en un lateral de la mesa de trabajo –algo que recomendamos– al lado de otras herramientas de la mano con la que cogeremos el ratón o tableta gráfica. Con él podremos –mediante cuatro botones principales, una cruceta y un botón de OK– conmutar entre las diferentes señales de entrada, así como manejar todos los parámetros que se pueden configurar de esta pantalla. Una gran idea que parece ser común a las dos familias PV y SW, tal y como hemos visto en los modelos BenQ SW320 y BenQ PV270.
Dentro de este apartado de ergonomía y diseño hemos de destacar el sistema de basculación y giro del panel. Las opciones de movimiento son casi infinitas, tanto en sentido de giro como en inclinación. La posición 100% vertical es muy operativa, además vía OSD podemos superponer varias señales simultáneamente –HDMI o DisplayPort en dos configuraciones posibles– en la pantalla mediante la función de cuadro dentro de cuadro PIP (Picture-In-Picture).
En el apartado de conectividad tenemos varias entradas digitales a nuestra disposición –en formato HDMI (v1.4) o DisplayPort (v1.2) y mini DisplayPort (v1.2)– además del clásico y útil hub con dos puertos USB 3.0 –dos de bajada y uno de subida– con un lector de tarjetas SD.
No tiene, por contra, conexión mediante puerto USB-C y todas las entradas más antiguas han de procesarse mediante adaptadores; 1,8 metros de cables HDMI, DP a mDP y USB 3.0 conforman el pack incluido por cortesía en la compra para poder encender y conectar la pantalla sin tener que adquirir ningún accesorio adicional.
En la unidad probada, la conexión DP fue algo inestable, teniendo que forzar su reconocimiento a través de varias conexiones/desconexiones y menús de configuración de pantalla. Puntualmente esto hizo que en alguna ocasión se perdiese la configuración de pantalla preestablecida, ubicando el brillo al 100%, algo totalmente desaconsejable, dado que desvirtúa la calibración y perfilado que toda pantalla profesional debe tener, aumentando el brillo de manera excesiva.
Cuestión de tamaño
Sin lugar a dudas, el tamaño es uno de los factores más relevantes de este modelo BenQ PV3200PT, unido a su resolución nos brinda una magnífica área de trabajo. Comparado lado a lado con otros modelos, como el veterano EIZO CG222W, podemos de un vistazo captar la superficie que ganamos al pasar de 22″ a 32″, teniendo en cuenta además el importante salto de resolución y relación de aspecto panorámica.
Forzando este ejercicio visual al extremo, ubicamos al pequeñín de la familia de Apple frente a frente. El Macbook de 12″ parece en escala casi un juguete, su pantalla paradójicamente tiene unas características muy similares en gama y recorrido tonal a la BenQ.
Calibración y perfilado
Llegamos al punto más importante de esta prueba técnica, allí donde podemos cotejar la calidad de este panel respecto a otros de manera científica a través de un protocolo de gestión de color normalizado.
Como pauta sencilla para neófitos en la materia, la gestión de color se encarga de comparar y traducir en números los matices de color que expresa la pantalla en base a unas referencias previas. Mediante una serie de dispositivos –colorímetros o espectrofotómetros– y programas, estas muestras se miden y analizan respecto a lo que tendrían que ser idealmente. Tras ello se realizan las consiguientes compensaciones a través de un archivo que encapsula toda esa información, el perfil ICC, figura indispensable en todo este esquema, portador de la información necesaria para traducir –de la mejor manera posible y hasta donde los límites de hardware permitan– los matices cromáticos entre los diferentes dispositivos.
En este mundo de infinitas variables, que iremos desgranando poco a poco en futuros artículos, es prioritario marcar objetivos. Para ello hemos definido dos usos posibles para esta pantalla, bajo dos configuraciones estándares de foto y vídeo:
- Foto – Brillo máximo establecido en 120 cd/m2, punto negro al mínimo, temperatura de color de 6500 K (D65) y gama 2,2. Esta es, además, la base de configuración comparativa respecto a los otros modelos probados en este análisis.
- Vídeo – Brillo máximo establecido en 160 cd/m2, punto negro al mínimo, temperatura de color de 6500 K (D65) y gama 2,4.
Este modelo cuenta además con calibración por hardware –no confundir con el mismo proceso de calibración que ha de realizarse siempre mediante un colorímetro o espectrofotómetro– por el cual los parámetros de ajuste no se cargan sobre la tarjeta gráfica y opera de manera independiente sobre la tabla interna del panel (LUT). Por ello, podemos además guardar varias configuraciones de perfilado a tenor de diferentes objetivos –punto blanco, gama, etc.– y guardarlas en diferentes espacios personalizados, a los que podremos acceder después mediante una simple tecla en nuestro mando alámbrico.
Además, si usamos el software asociado Palette Master, realizado en colaboración con xrite, los pasos previos al perfilado, ajuste de brillo, contraste y balance cromático –antesala a la medición de los parches de color– se ajustan automáticamente por la pantalla sin tener que nosotros tocar parámetros de brillo o balance de canales RGB a través del OSD.
Como es norma en este terreno, tras el perfilado y creación del perfil ICC podemos realizar una validación del mismo, a través de una segunda medición el programa nos dirá cómo de cerca o lejos se está de cada parche de color ideal –nuestra referencia– expresando esta diferencia a través del valor Delta E –ΔE–, unidad estándar en el sector de Artes Gráficas para medir –con diferentes protocolos– las diferencias perceptivas de una muestra de color respecto a otra.
Sin intención ni espacio aquí para explicar todo el entramado que configura este complejo mundo de análisis, podemos manejar tres mínimos o tolerancias ya comunes en la industria; por debajo de 5 ΔE sería admisible para entornos de poca exigencia, personas no entrenadas visualmente para encontrar diferencias cromáticas, por debajo de 3 ΔE como término medio más que aceptable para todo trabajo profesional y por debajo de 2 ΔE para situaciones extremas, donde la fidelidad de color tenga que ser prioritaria. Ciertamente, estos consejos son mucho más elaborados internamente, dado que cada protocolo o sistema de comparación hace que esas distancias sean muy diferentes según los criterios en los que se base, pero son suficientes como punto de partida.
Tanto en las validaciones de perfil mediante Palette Master como en los demás programas –hemos cotejado datos con cuatro suites diferentes de gestión de color para poder establecer criterio–, las diferencias más grandes se han ubicado en los tonos de grises y negro más densos, aquellos en los que el sistema de retroiluminación no ha podido tapar al 100% la emisión de luz y merma la relación de contraste final. En torno a los parches RGB, las diferencias son mucho más tolerables, con una media de error de 1,52 ΔE.
En la galería de vídeo que mostramos a continuación podemos entender mejor como se describe la gama total de colores que esta pantalla puede mostrar –en tres dimensiones y de manera comparativa– ya sea con espacios de trabajo convencionales para foto y vídeo, como respecto a otros dispositivos medidos para la ocasión.
sRGB-vs-BenQ-PV3200PT
Adobe-RGB-1998-vs-BenQ-PV3200PT
Rec709vsBenQ-PV3200PT
DCI-P3-D65-vs-BenQ-PV3200PT
Eizo-CG222W-vs-BenQ-PV3200PT
iMac-5k-vs-BenQ-PV3200PT
Tras este análisis podemos concluir que esta BenQ PV3200PT es un producto competente en la gama media, cubriendo el 97,9% del sRGB –espacio de trabajo estándar para dispositivos en fotografía comercial– y aproximadamente el 100% del espacio de trabajo Rec 709, que vendría a ser su homólogo en el territorio de vídeo.
Bien es cierto que tanto uno como otro, son espacios de color con cierta solera que hacen tabula rasa con los tonos cromáticos más complejos –rojos y verdes más saturados– para que se puedan visualizar de manea razonable en multitud de aparatos. No siendo en ningún caso los espacios de color más amplios. Para ello estarían el Adobe RGB 1998 (foto) y el DCI P3 (vídeo), sobre los que esta pantalla arroja valores de cobertura mucho más humildes. Bajo la configuración marcada –120 cd/m2, D65, gamma 2,2– cubre aproximadamente el 69,9% del Adobe RGB y 71,9 % del DCI P3.
Conclusión
La prueba y análisis de este interesante modelo de 32 pulgadas ubica su calidad en una franja media, con interesantes prestaciones heredadas del sector profesional como la calibración por hardware, LUT internos de 16 bits, un sistema de uniformidad de brillo en toda la pantalla y ausencia de parpadeo.
Por contra la calidad cromática se queda a nuestro juicio a medio gas. Útil para las personas que manejen salidas con espectros estándar, basados en los espacios de color sRGB para foto y REC 709 para vídeo. Siendo esto más limitante en nuestra opinión en el ambiente fotográfico que en el videográfico, dado que existen en la actualidad muchas salidas comerciales que superan este límite, tradicionalmente pautado bajo el espacio sRGB. Por ello claramente esta pantalla está orientada a la edición de vídeo frente a la edición fotográfica.
No obstante para mayor amplitud y precisión cromática bajo la misma diagonal y resolución tendríamos la referencia BenQ SW320, que aún no ha pasado por nuestro banco de pruebas pero desde su ficha técnica anuncia una cobertura cercana al 99% del Adobe RGB 1998, desembolsando unos 300 euros más sobre el modelo aquí analizado.
El precio es de hecho uno de los factores que ponderan favorablemente la balanza de este panel destinado a uso videográfico BenQ PV3200PT, pues se puede encontrar por 1.200 €, un valor más que razonable para su tamaño, resolución y calidad general.