Dentro del cada vez más poblado Universo Cinematográfico de Marvel, Ant-Man se ha revelado como el eterno segundón. Esto es algo que puede percibirse en los crossovers recientes de la franquicia, y que quedó demostrado en la primera película del personaje estrenada en 2015; una producción falta de riesgo, con una dirección insulsa e impersonal y una factura técnica y artística que dejaban bastante que desear.
Tras digerir el exceso de gravedad y tragedia de ‘Infinity War’, en La Casa de las Ideas han optado por devolver la ligereza que ha caracterizado a la saga recuperando al Hombre Hormiga en esta ‘Ant-Man y la Avispa’: una secuela dirigida de nuevo por Peyton Reed que, pese a mejorar ampliamente a su predecesora en múltiples aspectos, vuelve a evidenciar numerosas carencias que reafirman las aventuras de Scott Lang como un producto menor dentro del UCM.
Lo primero que llama la atención de esta ‘Ant-Man y la Avispa’ es la notable evolución técnica y visual que presenta respecto a la cinta original, dando la sensación de que se ha puesto sobre ella mucho más mimo y confianza. Así pues, el look pobre y casi televisivo de ‘Ant-Man’ —que más bien parecía un capítulo de ‘Agentes de S.H.I.E.L.D.’ hipervitaminado— ha abierto paso a un espectáculo cuya fotografía y efectos especiales lucen al nivel que cabría esperar de un largometraje Marvel.
Estos cambios no se limitan únicamente a lo estético, afectando también a la realización de un Peyton Reed muchísimo más solvente que en su debut superheróico. Aunque continúe mostrándose más cómodo y eficaz en los pasajes de voluntad puramente cómica y pausada, los esfuerzos del director se ven reflejados en unas divertidas set-pieces mucho más imaginativas, contundentes y rodadas con mayor brío y elegancia que las de su predecesora.
Pero si algo hace funcionar realmente ‘Ant-Man y la avispa’ es la química existente entre unos personajes que extraen oro de sus líneas de diálogo y sus interacciones; destacando sobre la inspirada pareja principal unos secundarios que vuelven a alzarse como las verdaderas estrellas de la función —Michael Peña sigue confirmándose como uno de los mejores actores de reparto de Hollywood— y que ofrecen los despuntes cómicos más efectivos del filme.
Por desgracia, no puede ensalzarse de igual modo a unos antagonistas prácticamente anecdóticos que corroboran a Thanos como una grata anomalía tras la que volvemos a los villanos de baratillo marca de la casa, cayendo de nuevo en tópicos bienintencionados y en caricaturas vergonzantes que, en esta ocasión, tiran por la borda la presencia de un Walton Goggins desaprovechado y algo ridículo.
Este pobre tratamiento de los enemigos es tan sólo otra consecuencia del endeble guión de la película, escrito a diez manos y que se muestra, más allá de sus gags, como uno de los más pobres, rutinarios y faltos de inspiración de la franquicia. Un libreto que destaca especialmente en sus momentos cómicos dialogados, pero que naufraga cuando se entrega a la épica; dilatando su metraje hasta unas innecesarias y redundantes dos horas repletas de licencias.
Como parte de un conjunto, ‘Ant-Man y la Avispa’ es un resorte necesario y completamente consecuente con una línea narrativa que necesita respirar y suavizar su tono antes de entrar de nuevo en materia. No obstante, sus obvias mejoras y la agradable —y efímera— experiencia individual que ofrece no son suficientes para enmascarar sus fallas y hacerla destacar entre sus congéneres, dejando de nuevo al Hombre Hormiga en la segunda división de un Universo Cinematográfico de Marvel rebosante de grandes producciones.
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‘Ant-Man y la Avispa’: un producto menor dentro del Universo Marvel, tan digno como olvidable
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Espinof
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Víctor López G.
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