Aún reciente el equívoco en la entrega del premio gordo en la ceremonia de los Oscars de Hollywood, es oportuno revisar una película como ‘Bonnie and Clyde’ (íd., Arthur Penn, 1967), primera producción de Warren Beatty cuando sólo contaba con 30 años de edad. El popular intérprete, que ya había obtenido sonoros éxitos como actor, confiaba a ciegas en el material escrito por Robert Benton y David Newman, con ayuda de Robert Towne.
Un material que los escritores idearon cuando, leyendo sobre Dillinger, se fijaron en una nota a pie de página que mencionaba sin más a la famosa pareja de atracadores de bancos que tuvieron su momento de fama entre 1932 y 1934, al convertirse en representantes del lado más afectado por la enorme crisis financiera. Los guionistas, influenciados por el cine europeo, ofrecieron a François Truffaut la oportunidad de dirigir la película.
Rompiendo las «normas»
Truffaut estaba en pleno rodaje de su colosal ‘Fahrenheit 451’ (íd., 1966) y rechazo la oferta. Casi al mismo tiempo, el director francés recibía una propuesta por parte de Warren Beatty para filmar una película sobre Edith Piaf, que a Truffaut no le interesó lo más mínimo, pero aconsejó a Beatty reunirse con Newman y Benton. El actor quedó impresionado y enseguida se puso manos a la obra. Arthur Penn no fue el primer director elegido, antes se pensó en una docena de ellos, incluido William Wyler.
Penn, proveniente del medio televisivo, como muchos de los directores que en aquellos años irrumpieron en la gran pantalla, acababa de triunfar con la hiriente ‘La jauría humana’ (‘The Chase’, 1966) y parecía el director adecuado por su uso de la violencia. Dos años antes de que llegase Sam Peckinpah con la brutal ‘Grupo salvaje’ (‘The Wild Bunch’, 1969), ‘Bonnie and Clyde’ escandalizó en su momento por sus sangrientos tiroteos. A pesar de que hoy día parece que nada pueda impactarnos visualmente, en cierto modo aún lo sigue haciendo.
Al igual que la Nouvelle Vague en Europa rompía con ciertas reglas del mal llamado cine clásico —entre otras cosas porque la corriente europea no hizo otra cosa que extender un modo de hacer cine que ya había tenido lugar en el cine estadounidense hace años—, Penn quiso romper con ciertos códigos no escritos con respecto a la representación de la violencia. Si hasta entonces lo normal en una secuencia de tiros era cortar el plano entre el que disparaba y la víctima, Penn hizo lo contrario.
Violenta y divertida
En la divertida secuencia de fuga de uno de los bancos —divertida porque Michael J. Pollard, que interpreta a uno de los miembros de la banda, conducía realmente el coche y se quedó atascado entre dos automóviles— Clyde (Beatty) dispara a bocajarro a uno de los perseguidores que se suben al coche para intentar detenerlos. El plano muestra en toda su contundencia, el horror de un disparo a la cara. Es un importante punto de inflexión en el film, que a partir de ahí se vuelve enormemente violento.
Curiosamente ‘Bonny and Clyde’ se mueve entre la comedia y el drama —detalle remarcado por la utilización de la excepcional banda sonora de Charles Strouse, o por episodios como el del debutante Gene Wilder— de una forma un tanto anárquica. Herencia de los directores europeos que Penn admiraba tanto. Incluso se atrevió a utilizar en determinados momentos iluminación natural, algo que ponía de los nervios a Burnett Guffey, acostumbrado a métodos más clásicos. Con todo, Guffey ganó su segundo Oscar por esta película.
El acierto en utilizar iluminación natural pasa por secuencias tan vitales como la de Bonnie (Dunaway) huyendo por el campo con Clyde persiguiéndola. Las nubes, reales, que se ciernen sobre ellos funcionan a modo de advertencia de lo que vendrá posteriormente. Dicha secuencia, en la que Bonnie quiere ver a su madre porque la echa de menos, choca formalmente precisamente con la reunión con su madre, que posee cierto punto onírico. El efecto se logró poniendo sobre la cámara una simple mosquitera.
Sexual
El prodigioso montaje de Dede Allen, que sentó las bases de lo que vendría en años posteriores, es otra de las claves de la calidad de ‘Bonnie and Clyde’, marcando una poderosa diferencia entre el ritmo de la película y el ritmo interno de determinadas secuencias, sobre todo las de tiroteos. Al respecto cabe señalar la de la emboscada y tiroteo final a la pareja de delincuentes. Hasta ese instante permanecen juntos, el montaje, junto al estruendoso ruido de los disparos, les separa. Ha llegado su hora.
El detalle más mórbido e interesante del film es que une sexo y violencia. Faye Dunaway sale prácticamente desnuda en su primera aparición, la del cortejo con Clyde, que intenta robar el coche de su madre. En el guion estaba previsto que Clyde fuese bisexual, algo a lo que Penn se opuso para buscar empatía con el espectador. Con todo, se sugieren detalles al respecto con la otra pareja que les acompaña, interpretados por unos fabulosos Gene Hackman y Estelle Parsons, que se haría con un Oscar.
El detalle de la bisexualidad fue cambiado por impotencia, marcando así otro detalle mórbido en una relación que desde el inicio está destinada al fracaso. La histeria en la violencia utilizada, en la que los personajes gritan y gritan, funciona a modo de sustituto de un sexo que no pueden practicar, de un amor (fou) que no pueden consumar. Forma parte de la poesía que desprende el film, retrato enérgico de una América hundida en la depresión, realizado en otro vital período, en el que el cine cambiaba a marchas forzadas.