‘The Handmaid’s Tale’ se alzó con 5 Emmys, incluyendo mejor serie dramática y mejor actriz protagonista para Elisabeth Moss. Y la importancia de cada uno de esas estatuillas es enorme por todo lo que significa. Unos premios que han sido muy debatidos, puesto que la serie tiene muchísimos detractores en cuanto a su contenido y puesta en escena. Y alguno de estos detractores confirmando con sus declaraciones, lo necesaria que es -he llegado a oir que alguien no la ve porque la actriz le parece fea-.
Pero lo cierto es que ‘The Handmaid’s Tale’ funciona y muy bien. Cada episodio te deja congelado y con un escalofrío recorriéndote la espalda, ya que es inevitable imaginar desde nuestra cómoda burbuja que esta distopía horrible no lo es tanto en algunos países o sociedades no tan lejanas de nosotros. La serie de Hulu, que ya prepara su segunda temporada, es un abominable retrato del fascismo donde las víctimas, las oprimidas…son las mujeres.
Gilead, la pesadilla
Basada en la celebrada novela de la escritora canadiense Margaret Atwood publicada en 1985, ‘The Handmaid’s Tale’ nos traslada a un futuro no muy lejano en Estados Unidos, en el que la contaminación ambiental, entre otros factores de los que somos culpables los humanos, ha reducido la tasa de natalidad de manera más que alarmante. Una situación, entre otras, que condujo a una Guerra Civil, tras las cual, se ha instaurado un gobierno teorcrático y totalitario bajo el nombre de «República de Gilead».
Un régimen jerárquico y fanático, organizado por líderes hipócritas y hambrientos de poder. Un lugar en el que las mujeres no tiene derecho a nada: si eres esteril, se te conoce como «Martha» y sólo puedes ser sirvienta. Por otro lado, si tienes la mala suerte de ser una de las pocas mujeres que quedan fértiles, pasas a ser una «handmaid» (criada), entrenada y educada para ser sistemáticamente violada en un ritual por tu amo, un alto cargo cuya esposa esteril -las únicas que, aparentemente, tienen privilegios- está deseosa por ser madre. Y si no te gusta, obviamente, tendrás que soportar una terrible castigo.
Una de estas mujeres fertiles es June -fantástica y contenida Elisabeth Moss-, capturada en plena huida junto a su marido y su hija de los que no tiene noticias. Renombrada como Offred en honor a su amo, es la handmaid del Comandante Fred Waterford -terorrífico Joseph Fiennes– y su esposa Serena, dos de los propulsores de Gilead. Y así, Offred es violada en cada noche de ovulación en una «ceremonia» que comienza con una oración oficiada por el propio Comandante.
Con esta contundente premisa, queda bastante claro de qué va ‘The Handmaid’s Tale’, y de cómo la traslación en imágenes de la horrible distopía creada por Atwood de la forma en la que Bruce Miller -creador de la serie- lo hace, consigue que la pesadilla sea tan real y tan cercana que apetezca empezar la revolución y unirse a la resistencia tras su visionado.
‘The Handmaid’s tale’ nos traslada a ese tiempo irreal donde el fascismo parece ha llegado para quedarse y donde la violencia, como siempre, funciona como mejor método de castigo. Las mujeres son tratadas como ganado -llevan una marca similar en su oreja-, y concebidas como una mera herramienta para que la especie del hombre -porque las mujeres que nazcan sólo servirán para dar más niños y limpiar-, no se extinga.
Así que sí, Gilead es una sociedad que eleva el machismo al cubo y donde, hasta las mujeres aparentemente líderes son sometidas y forzardas, de una forma u otra, a serlo. Pero más allá de su mensaje contra el machismo, ‘The Handmaid’s tale’ reflexiona sobre todo tipo de totalitarismo y abuso de poder, la brutalidad de los extremismos y sus consecuencias. Una reflexión que, en la era Trump y en plena nueva ola feminista, es más oportuna que nunca.
En el momento justo
Aunque la crítica de la propuesta de Hulu debería ser válida en cualquier época, hay varios aspectos en ella que hacen que sea abrumadoramente actual, oportuna y sobre todo, necesaria. Y es que si hay algo de lo que se ha hablado en el último año es en el aterrador retroceso en cuanto a igualdad de género se refiere, movido -y promovido- por el actual presidente de los Estados Unidos, cuyo trato y opinión sobre las mujeres es bien conocido.
Mujeres objeto, violencia machista que se incrementa en los últimos años hasta entre las generaciones más jóvenes e incluso la gestación subrogada, son temas candentes en la actualidad y sobre las que se debaten de forma evidente, sin concensión y cruel en ‘The Handmaid’s Tale’. Marchas multitudinarias por los derechos de las mujeres en todo el mundo ante el triunfo de Trump, activistas con la túnica de las handmaids en Texas en sesiones legislativas mientras se debatía sobre la ley del aborto o un congreso en Madrid promoviendo los vientres de alquiler. ¿Más pistas?
Seguimos. La serie también advierte sobre los peligros del aumento de la homofobia gracias a personajes como los interpretados soberbiamente por Alexis Bledel y Samira Wiley, quienes antes de Gilead vivían su sexualidad libre y abiertamente. Son lesbianas y eso, para el fanático nuevo gobierno, es una aberración que debe ser castigada y corregida. Son traidoras del género. Y lo mismo ocurre con los homosexuales.
Y todo, en un tiempo en el que conocemos la existencia de campos de concentración para homosexuales en Chechenia, la huida de una malagueña y su pareja egipcia después de que el padre de la segunda amenazara de muerte a la primera y la denunciara a las autoridades del país o las palizas que, de vez en cuando, sufren las parejas por demostrar su amor en público.
El terorismo de nuestro tiempo viene promovido por el fanatismo religioso. Un fanatismo aparente el que se vive en Gilead, que hace creer que un ser superior decide qué es lo correcto y cómo debe ser la soceidad, aunque todos sabemos que esto, sólo es una excusa para camuflar la sed de poder y control sobre la humanidad -el capítulo en el que una dirigente mexicana visita Gilead da mucho miedo-.
Y de nuevo, golpetazo de realidad. Ya sea en Nigeria con el Boko Haram que utiliza niñas y mujeres como armas, el ISIS, los supremacistas blancos de Charlottesville y hasta el abominable autobús naranja del colectivo ultracatólico Hazte Oír que recorrió España. No sin encontrar una obvia resistencia, menos mal.
Por que sí, en definitiva, lo que se pretende es la sumisión. El control total y la eliminación de libertades de los ciudadanos -porque no nos engañemos, una sociedad como Gilead también afecta a los hombres, aunque en otra escala-, para instaurar el pensamiento único, para poder manipular y hacer con ellos cualquier aberración oportuna que favorezca a las altas esferas.
Su narración y puesta en escena
Pero un mensaje tan potente y cruel debe contarse de la forma acertada y aunque muchos crítican su evidencia y falta de sutileza, y aunque razón no les falta, lo cierto es que también es necesario que ‘The Handmaid’s Tale’ se cuente así. Siendo lo más directa posible. A lo largo de 10 episodios se nos muestran tres líneas temporales que nos van descubriendo y dando las claves de cómo el mundo ha llegado a esta situación: el pre-Gilead, la formación de las handmaids y el descorazonador presente.
Y todas las claves de su historia se van dando a lo largo de los 10 capítulos, alternando esas tres líneas temporales para que el/la espectador/a contruya él/ella mismo/a el puzzle de la pesadilla y cómo llegó el declive y a crearse esa terrible dictadura. Por eso, su forma de contar, aunque no sea original, quizá ayude a que pasemos por alto la falta de sutileza, su efectismo y hasta el uso de ciertas cámaras lentas que resultan demasiado evidentes.
La narración va acompañada por la voz en off de Elisabeth Moss con unos diálogos y discurso sublimes que dota de contemporaneidad a unos hechos que hacen que nos sintamos como en la Edad Media. La voz de June/Offred no deja que nos relajemos: nos da una bofetada de realidad cada vez que empezamos acomodarnos a las normas de Gilead.
Una narración que viene aderezada con una impecable puesta en escena. Una aproximación estética que también tiene sus detractores por su perfección y limpieza y que a una servidora, sin embargo, le parece de lo más acertada. Y es que toda su propuesta visual gira en torno a las rojísimas túnicas y blancas cofias que lucen las handmaids. Colores granates y azulados que decoran los impolutos encuadres que convierten la hipócrita perfección de Gilead en algo todavía más turbio e inquietante.
Visto lo visto, decir que ‘The Handmaid’s Tale’ es un distopía no es del todo acertado, ya que desgraciadamente vemos situaciones y actos como los de Gilead a diario en varios lugares del mundo y hasta en nuestra propia casa. Y duele. Y da pánico. Y necesitamos que se sepa que sabemos de que va el asunto y que no podrán con nosotros/as. Todos/as podemos ser June.
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‘The Handmaid’s Tale’, la escalofriante distopía que llegó en el momento oportuno
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Espinof
por
LuciaRos
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