«No he entendido una mierda de lo que has dicho pero me encantas, preciosa». «Para meter la cabeza entre sus tetas un viernes por la tarde y no sacarla hasta el domingo por la noche». «Vaya idiota que confundes izquierda con derecha, mujer tenías que ser». «No sé para qué le dejan salir de la cocina y hablar de móviles si las mujeres no tienen ni puta idea». Bienvenido a los comentarios de un canal de YouTube cualquiera de una mujer que habla de tecnología. Ponte cómodo, que ya te incomodará lo que vas a encontrarte.
Aunque en las últimas décadas se han logrado avances importantes en materia de igualdad de género, el objetivo final sigue lejano en el horizonte. Pese a que en los países de la OCDE el porcentaje de mujeres licenciadas ya está en torno al 50%, con tendencia al alza, las que logran títularse en campos científicos y tecnológicos suponen el 30%. Algunas áreas siguen siendo territorios eminentemente masculinos, y la tecnología es una de ellas. Si bajamos estas cifras a la industria tecnológica y al mercado de consumo, las sensaciones no son precisamente mejores. Hace tres años las mujeres apenas suponían el 11% de ejecutivos y 25% de técnicos de Silicon Valley. Algo falla en una industria entera.
YouTube y otras comunidades en torno al vídeo online han encumbrado a machistas mientras permiten el acoso a mujeres por acceder a territorios «de hombres», como la tecnología
Cuando se trata de comunicar la tecnología, de contarla, analizarla y explicarla, la situación es similar. La gran mayoría de trabajadores en este sector de la comunicación son también hombres, y lo que es peor, las mujeres se encuentran numerosas piedras en el camino para hacer su carrera. Algunas extremadamente desagradables, todas en cualquier caso sobrantes. Si además se está dando la cara, como es en el caso de quienes hablan de tecnología en vídeo, la situación es aún más difícil, ya que la comunidad de YouTube, así como las de otras plataformas donde el vídeo ha obtenido un protagonismo paulatino, como Instagram, Facebook o Snapchat, han legitimado a creadores de contenido con un marcado carácter machista en sus vídeos.
Jorge Cremades ha construido su fama sobre el cliché de que la mujer es un incordio salvo cuando se quiere sexo con ella, Mr. Gran Bomba a.k.a. Caraanchoa publicó varios vídeos con bromas de cámara oculta entre las que se encontraban situaciones de acoso e intimidación a chicas menores de edad (luego negaba que eso pudiera incomodarlas), Álvaro Reyes hizo negocio enseñado a acosar a mujeres en espacios públicos y DalasReview simplemente se ha convertido en el estandarte del machismo llevado al campo digital. Hay más ejemplos, pero con esos, convertidos en estrellas mediáticas, nos podemos hacer una idea.
Para narrar lo que sucede a esas mujeres sin más pretensión que acercar la tecnología de consumo a cualquiera a través de sus vídeos hemos pedido la ayuda de las implicadas: chicas youtubers del mundo de la tecnología que nos cuentan a lo que se tienen que enfrentar por el mero hecho de ser mujeres. Ellas son Verónica Sierra, Carolina Denia, Anna Cuevas, Amparo Babiloni y Érika García.
«Vengo pa’ verte a ti»
Carolina, de Clipset fue la primera mujer en ponerse delante de una cámara hablando en español de tecnología y subirlo a YouTube. Cuando comenzó ni siquiera existía Android. Hoy, el equipo que forma junto a Juan Castromil tiene más de 1.300.000 suscriptores. El camino no ha sido fácil:
«Sobre todo al principio pensaban que yo era ‘la presentadora’, y así se referían a mí. Asumían que yo estaba contratada para leer un guión escrito por un hombre, no entendían que una mujer pudiese estar hablando con propiedad y conocimiento sobre dispositivos electrónicos. Como si el canal no fuera mío igual que lo es de Juan. Ahora ya se me reconoce, pero antes no.»
Para ella, ese es el mayor cambio logrado hasta ahora, pero deja claro que no cree que sea un problema de la comunidad de YouTube ni del sector tecnológico, sino el reflejo de un problema de la sociedad. «Ciertos comentarios suceden a muchas mujeres en cualquier puesto y en cualquier empresa, la diferencia es que no suelen quedar reflejados por escrito, lo cual es un problema de cara a luchar contra el acoso. Ahora en YouTube sí, quizás por eso es más evidente, porque hay una visibilización». Lo cual cree que es el motivo de que la sociedad se haya activado para luchar contra ello en los últimos años en esa suerte de oleada feminista que «muchos tachan de feminazismo, es decir, ni siquiera saben qué es el feminismo».
Los comentarios inapropiados más habituales son los que se refieren a su cuerpo, cuya raíz del problema comparten todas las implicadas. Estos comentarios pueden ser más suaves o más groseros, desde un «¡Qué guapa eres!» a un «Yo me la follaba» o un «Joder qué tetas tiene». No comparten grado de maldad, y en el caso de los primeros, hasta pueden ser escritos bajo el convencimiento de que son plenamente respetuosos y que, por ser positivos, la receptora solo puede estar agradecida.
«A veces me pregunto si los que comentan eso están viendo el contenido porque realmente les interesa mi trabajo y lo que tengo que contar o simplemente por ver mi cara», nos dice Anna, de TecnonautaTV, donde junto a su compañero Martín roza el millón de suscriptores. «Hacer un vídeo cuesta muchas horas de análisis del producto, guión, ensayos, tomas que te salen mal, editarlo, montarlo… Si después de ese trabajo el primer comentario es un «qué guapa eres», pues fastidia. Es una ofensa velada que está aceptada socialmente, pero rezuma machismo», cuenta Amparo, que ha hecho varios vídeos para Xataka TV así como para anteriores empleadores.
Los que comentan sobre el aspecto físico de las comunicadoras de una forma más «respetuosa» a menudo no son conscientes del malestar que pueden generar entre profesionales que están ahí por su esfuerzo y talento, no por su cara o su cuerpo
«Yo tengo una dificultad añadida: estoy sola. Las demás tienen a alguien más en el canal o forman parte de una empresa, yo no tengo a nadie más al lado. Quizás por eso me atacan un poco más». Quien habla ahora es Verónica, del canal Verownika. «El comentario que más me dolió fue uno que me dijo que yo estaba en el mundo de la tecnología por gustar a los chicos. Joder, ¡soy ingeniera! Pues que incluso había estudiado una ingeniería para gustar a los chicos. Como si a mí, por chica, no pudiesen gustarme esos temas. Me dicen hasta que las chicas no pueden ser youtubers, y menos sobre tecnología, ya que lo hacen mejor los chicos». Verónica nos cuenta cómo está acostumbrada a convivir con el machismo por los entornos en los que ha crecido: estudió una ingeniería, luego pasó a ejercer de ello y después abrió su canal sobre tecnología.
Para Carolina, tampoco se trata de ser desagradecidas con quienes comentan de una forma relativamente respetuosa y con buena intención, aunque equivocada. «Preferiría que me dijeran que les encantan los análisis que hago en lugar de que me digan si soy guapa o si soy divina, ya que ve eso como algo más positivo que mi trabajo. El machismo está tan instalado y asumido en nuestras mentes, incluso en el de las mujeres, que es muy difícil salir de él».
Nadie te ha pedido tu opinión sobre su cuerpo
La experiencia más dura para Érika fue la primera ocasión en que subió un vídeo al canal de Xataka TV. Un análisis en vídeo del Mi Mix de Xiaomi en el que contaba sus impresiones del terminal tras un mes de uso.
Al contrario que cuando es un hombre quien aparece en un vídeo de este estilo, los comentarios pasaron de centrarse en el producto a centrarse en la persona. Concretamente, en su físico. Erika, que es «muy sensible con estas cosas», lo pasó mal. «Fue una locura, quizás de cada cien comentarios, solo dos eran sobre el Mi Mix. El resto, sobre mí y sobre mi físico, comentarios de toda índole. Desde «vaya tetas, melafo» hasta «por fin una mujer que sabe hablar en Xataka», o «a ver si ponen más mujeres en Xataka y así podemos disfrutar». O «vaya gorda de mierda», «qué puta fea», e hilos de conversaciones entre ellos opinando sobre mi cuerpo. ¡Estaba hablando de un móvil!», se lamenta.
Para Carolina, las marcas también tiene su grado de responsabilidad en este asunto. «Cuando una marca tecnológica hace campaña con una mujer famosa que cuando le preguntan qué opina del feminismo responde que ‘a ella no le van los extremos’, ya no es que esté a favor o en contra del feminismo, es que ni siquiera sabe lo que es, y confunde», cuenta en referencia a las declaraciones de Paula Echevarría, reciente imagen para una campaña de marketing de Samsung. O las instituciones: «ciertos anuncios piden cosas como que la chica no deje que su pareja le cotillee el móvil, pero no le dicen nada al chico que lo hace, parece que es la chica la responsable única. En el seno familiar pasa algo parecido, quizás depende de la educación que se recibe en casa».
Pone otro ejemplo del machismo asumido en el imaginario colectivo: «en los últimos Juegos Olímpicos había una nadadora china que ganó una medalla, y a su novio se le ocurrió pedirle matrimonio cuando estaba yendo a por la medalla. Le robó su gran momento, aunque ni siquiera sería consciente. De hecho, igual incluso a ella le pareció bien, pero no puedes querer hacerle sombra así a una mujer, porque lo visible deja de ser el esfuerzo durante toda su vida para ser que a ella le han pedido matrimonio. Los medios hablaban de eso como algo tierno y romántico».
«A quién se la habrá chupado»
Otro tipo de comentario en el que todas coinciden es en la tendencia a quitarles el mérito por el hecho de ser mujeres, y no solo en su canal o sus vídeos, sino en general: «Parece que si eres mujer no tiene mérito haber conseguido tantos sucriptores, o una carrera de ingeniería, o un buen puesto de trabajo, todo es porque tienes un par de tetas y eso es lo que te ha llevado a ciertos sitios», apunta Verónica.
Cuando hay algún error en la información transmitida, como los que tenemos todos empezando por quien escribe estas líneas, comienza la cacería. «Hay compañeros que se equivocan igual que yo pero a ellos no les dicen que se equivocan por ser hombres, o rubios, o castaños, o altos o flacos o por llevar gafas; en cambio si me equivoco yo, cientos de comentarios argumentando que eso me pasa por ser mujer y querer hablar de tecnología», cuenta Érika. Y la puntilla: muchas veces se cuestiona a la mujer por su trabajo hasta el punto de dejar caer, de forma más o menos velada, que está ahí por haber hecho favores sexuales a un jefe que por supuesto será hombre.
«En algunas ocasiones, entran al contenido y la predisposición inicial ya cambia si ven que hay autor o autora», añade Amparo. «Mi comunidad sabe que tengo experiencia técnica, pero así aparecen algunos que me dicen que soy una mera presentadora, o que si he conseguido una cantidad un poco notable de suscriptores es por mi físico, o por la ropa que llevo. Has de dar diez veces explicaciones por todo, hasta por la ropa que decides llevar», cuenta Verónica.
Otra periodista que ha sufrido en varias ocasiones episodios como el narrado, en el que en cuanto se comete una imprecisión se atribuye su puesto de trabajo a prácticas sexuales con su superior, ha declinado participar en este reportaje aduciendo «no querer caer en el victimismo» y en que «por esta vez prefiere desconectar», síntoma de cómo le han desgastado todos esos episodios.
Si nos centramos precisamente en la relación entre jefe y empleada encargada de hacer esos vídeos, es posible que nos encontremos una sorpresa, pero en el otro sentido. Como le ocurrió a Amparo, que en un trabajo anterior como freelance sí tuvo a un superior que le daba consignas para salir con cierta vestimenta. «Me dijo literalmente que ‘el sexo vende y un buen escote es lo que llama la atención’. Después de decirme aquello añadió ‘no, pero que además lo haces muy bien’, como para intentar arreglarlo. Al final me vestí como me dio la gana, hice dos vídeos, me los pagó, y fin del asunto».
Pocas soluciones
Si hablamos de posibles soluciones para estos casos que van desde la simple desconsideración hasta las situaciones más graves de acoso machista (Verónica nos cuenta que es frecuente que lleguen a su bandeja de Instagram Direct fotopenes que por supuesto no ha pedido a nadie), no hay mucho consenso ni posibilidades. Las herramientas y orientación que ofrece YouTube para luchar contra el acoso son bastante pobres y tibias.
Las soluciones se enfocan en bloqueos en vídeos o canales enteros, pero YouTube no va más allá con los canales que reciben múltiples bloqueos y denuncias, todo se deja en manos de cada canal individual
La planificación contra el abuso es deficiente. Si uno arregla la fuga de un radiador con un harapo anudado no se preocupa de comprar cinta aislante por si el apaño improvisado cede. O por lo menos, no hasta que el charquito está de vuelta en el parqué. Con YouTube ocurre algo similar: se puede bloquear a una persona o borrar sus comentarios, pero no existe herramienta que permita asegurarse de que no vuelve a los dos minutos con una nueva cuenta o de que pasea de canal en canal dejando los mismos comentarios nocivos, que requerirán de cada uno de los moderadores de esos canales.
Carolina llegó a requerir esas herramientas en una ocasión, pero se topó con la realidad: no podía hacer más que bloquear al usuario para que no comentara más en su canal, nada de lograr que YouTube clausurase la cuenta de esa persona, y mucho menos localizar su identidad real para tomar posibles acciones penales. Para ello requería de una denuncia policial que, en un caso así, lleva demasiado tiempo y barreras que saltar por el camino. Nada nuevo. Ella no suele hacer más que borrar, bloquear o simplemente ignorar mensajes, pero considera que aquel superó todos los límites. «Solo diré que había un cuchillo de por medio, no quiero ni recordarlo. Es el único así en diez años que llevo en esto».
A la mayoría les queda poco más que la resignación. Carolina cree que las mujeres «desarrollan una coraza» cuando tienen que lidiar frecuentemente con situaciones así y la salida que ve es un mayor esfuerzo en recursos gubernamentales para Educación. Érika ha renunciado a leer los comentarios en la mayoría de ocasiones y confiar en sus compañeros, que desarrollan las tareas de moderación. Verónica se toma en positivo los comentarios educados sobre su físico «para no desquiciarse» y piensa que si alguien ve sus vídeos únicamente por ver su cuerpo, «al menos se habrá llevado algo de cultura tecnológica», cuenta entre risas estoicas. Anna le da la importancia justa: si alguien se pasa del límite, borra o bloquea a esa persona. En la mayoría de casos, se obvia.
Lo que dice YouTube
Anaïs Pérez, Directora de Comunicación de Google España y Portugal, nos confirma que las medidas contra el abuso se limitan a las mencionadas anteriormente: «todos los creadores y usuarios pueden denunciar abusos en YouTube. Ya sea el canal de otro usuario, un vídeo en concreto, o un comentario. Los creadores y propietarios de canales pueden decidir qué hacer con los comentarios: dejar opción a comentarios, moderarlos y luego publicarlos, que no haya comentarios, etc.», remitiéndonos además a la web de configuración de privacidad y seguridad donde los creadores -en este caso, las creadoras- pueden elegir qué niveles de privacidad otorgan a sus contenidos. Una medida que protege a las víctimas pero no persigue a los acosadores.
Anaïs añade que «los usuarios, cada uno, tiene una forma distinta de lidiar con este tipo de mensajes. Hay algunos que los ignoran, otros que los denuncian y otros que directamente bloquean a dichos usuarios para que no puedan comentar». También habla de la campaña Chicas en YouTube realizada en febrero del año pasado, cuyo objetivo era «empoderar a las youtubers mujeres y darles visibilidad».
De momento, siguen sin mejores soluciones por parte de YouTube, y las que hay las consideran en su mayoría insuficientes. Carolina o Verónica hicieron especial hincapie en la inmunidad que otorga el anonimato a los acosadores y esas escasas medidas para combatirlo. Mientras tanto, ellas siguen esperando a que lleguen otras más efectivas.
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La noticia
«¿Quieres que me explote el pene con ese escote o qué?»: el día a día de las youtubers de tecnología
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Javier Lacort
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