Pese a todo el trabajo de Microsoft en los últimos años, la Surface Pro demuestra que hay mucho camino por hacer, y que las ventajas de los portátiles siguen lejos de estar presentes en los convertibles.
Cinco ediciones de Surface y cinco intentos de superar y aunar en un mismo hardware las ventajas de las tablets y las ventajas de los portátiles. Tablets líderes limitadas hasta ahora por su sistema operativo y portátiles limitados por la rigidez de su cuerpo y por paradigmas de usos que en plena era post-PC quieren superarse. Cinco ediciones y por primera vez Microsoft llama laptop o portátil a esta Surface Pro, y desde esa óptica, con matices, hay que analizarla.
La Surface Pro no quiere ser una tablet con posibilidades esporádicas de servir como equipo de trabajo (espectro muy amplio y no delimitado), quiere ser el equipo con el que trabajar día a día, y en caso de que su pantalla quede algo pequeña para hacerlo de manera continuada, ser conectada a un monitor y a teclado y ratón externo. Así que, en una situación así, no es más ni menos que un portátil tradicional de 13”, con su chip Intel de doble núcleo de 15W.
Pero vayamos paso a paso. Como ya dijimos hablando de su competencia directa en Samsung, el Galaxy Book, pese a estar en 2017 sigues admirando cómo en un cuerpo así cabe un ordenador completo, que es más fino aún si no se cuenta con el añadido de funda-teclado. La construcción metálica, como Microsoft acostumbra, es muy sólida, y en ese sentido, la apuesta por su pata trasera de ángulo regulable (165 grados) es sobresaliente, no sólo porque aporta más estabilidad que las fundas-teclado de la competencia sino porque permite ajustar cómodamente el equipo cuando se le quita el teclado para, por ejemplo, dibujar o tomar notas en una clase, dos de sus usos estrella.
El teclado es similar al anterior, con el modelo Signature recubierto del tejido Alcantara que tanta polémica sobre su durabilidad ha suscitado. No hemos podido probarlo los días de más calor, por lo que su resistencia al sudor es algo que seguirá siendo una incógnita, pero es difícil pensar que su aspecto físico no se resentirá. El tacto es muy agradable y el recorrido de las teclas, pese a ser menor que en muchos portátiles, es adecuado para su tamaño. Escribir con él durante horas no supone una mala experiencia, pero se siente algo más plasticoso que los tradicionales, aunque insistimos, el rendimiento de escritura es similar.
A esa sensación de inestabilidad ayuda que en la posición en la que el teclado queda ligeramente elevado mediante sujeción magnética al marco inferior de la pantalla, el movimiento del equipo es relativamente acusado, incluso al escribir sobre una mesa, por lo que es mejor dejar el teclado plano sobre la superficie, sin elevación. Sobre las piernas es peor, aunque la sensación de seguridad y posiciones disponibles son mayores que la que ofrece un iPad Pro o Galaxy Book. El touchpad es una delicia en el uso (manejar Windows 10 a cuatro, tres o dos dedos ayuda enormemente con la productividad), aunque se echa de menos el tamaño de uno tradicional, junto a un click que produce un resultado menos placentero y más ruidoso de lo que cabe esperar.
La comodidad es el primer aspecto por el que renunciar a un portátil tradicional debe ser una decisión muy reposada. El diseño de años e incluso décadas de éstos ha tenido un sentido, y ha sido buscar un rendimiento y comodidad en movilidad similar al de estar frente a un PC de escritorio. Convertibles como el Surface hacen sacrificar mucho en ese sentido, sobre todo a usuarios tradicionales muy acostumbrados a un cuerpo clásico. Según la situación, hay que adaptar continuamente la posición del equipo y la pata, sobre todo sobre las piernas, frente a los portátiles, que sólo pierden cuando se pretende usarlos como tablet o totalmente abiertos (si la parte de su teclado no es totalmente rotatorio).
La respuesta que el Surface Pen ofrece es sobresaliente, y cualquier usuario podrá notas las mejoras en latencia, que ahora se reduce hasta los 21 milisegundos. Aún no estamos en el punto en el cual el puntero al dibujar siga de manera instantánea a la mano, pero estamos casi en ese punto, y ni siquiera profesionales ilustradores o diseñadores gráficos tendrán problema alguno con ella.
La pregunta clave es si realmente un producto como este puede sustituir a la joya de la corona de Wacom, y tras ceder la Surface Pro junto al Surface Pen un rato a un profesional que suele utilizar una Cintiq, su respuesta es que sin duda, pese a que pierda la comodidad de una pantalla de 27″. Por ello, matizó que para artes gráficas en movilidad o para presupuestos limitados se trata de una opción excelente.
Pasando a la pantalla, volvemos a encontrarnos con un panel 3:2 de 12,3” con una resolución de 2.736 x 1.824 píxeles que arroja una densidad de 267 píxeles por pulgada que se agradece mucho sobre las pantallas que estos días quedan por debajo de los 220. La naturalidad de sus colores es reseñable frente a la saturación de las SuperAMOLED, sobre todo a la hora de procesar fotografía, y el brillo y el contraste están, por números, entre lo mejor de su categoría.
Sin embargo, no está exenta de problemas y es que, por ejemplo, la capa antirreflectiva de su pantalla no es lo suficientemente buena como para ayudar a que sus 400 nits de brillo luzcan más, y se puede sufrir en alguna situación lumínica, sobre todo cuando portátiles de Apple ya alcanzan los 500 nits y eliminan mejor los reflejos, a lo que añaden soporte al espectro de color DCI-P3, mientras que la Surface continúa usando sRGB.
Otro problema, más grave porque vuelve a repetirse respecto al año anterior, es que nuestra unidad vuelve a contar con fugas de luz (especialmente notable en la parte inferior de la pantalla, en una línea que se extiende de lado a lado) que se aprecian incluso con un uso normal fuera de habitaciones oscuras o fondos blancos con brillo al máximo. Son problemas que afectan a muchas pantallas LCD del mercado, pero estamos frente a un dispositivo de 1449€, no son admisibles estos problemas de control de calidad, repetidos año a año.
La unidad que hemos analizado es el modelo medio en la gama: i5-7300U, 8 GB de RAM y 256 GB, que en tiendas se puede encontrar por 1499€, sin teclado y Surface Pen. Esta parece ser la versión más equilibrada, pues ofrece bastante más rendimiento que la versión con procesador Core m3 y no pierde mucho contra la versión i7. Pero lo mejor es sin duda (y a la vez lo peor) que ha prescindido de ventiladores, pues como ya hiciera Acer, han empleado un sistema de refrigeración pasiva, cuya mayor ventaja es que el equipo es totalmente silencioso en todas las situaciones.
La contra de esto, se puede pensar, es que el equipo se caliente mucho, pero no. El equipo limita mucho el rendimiento de su procesador antes de que eso ocurra en lo que se conoce como thermal throttling, lo que produce bajadas de rendimiento de más del 30% haciendo pruebas con software de benchmarking como Cinebench R15. Es cierto que se trata de un uso muy intensivo, pero portátiles o convertibles con refrigeración activa no tienen este problema, y mantienen su rendimiento prácticamente intacto.
Si el uso que se pretende hacer de él contempla edición de vídeo continuada, este no es un equipo recomendable, no por capacidad, sino porque tras menos de 10 minutos de alta demanda con los procesadores su rendimiento baja por debajo del de equipos de hace 4 generaciones con hardware similar. En usos más moderados estos bajones no se sienten, pues no se producen, y el sistema se mueve con total soltura, garantizada además por un SSD NVMe PCI-e que llega a los 1630 MB/s y a los 860 MB/s en lectura y escritura secuencial respectivamente. Sin ser lo mejor del mercado, ofrece un desempeño más que decente.
Hay un aspecto más grave que las bajadas de rendimiento, y es la falta de adecuación de la Surface Pro al futuro. Otros equipos Windows o Mac incluyen desde hace tiempo puertos USB-C que ofrecen USB 3.1 Gen 2 (10 Gbps) o Thunderbolt 3 (40 Gbps), que garantizan altísimas velocidades para transferencia de archivos, así como capacidad de ser conectados a tarjetas gráficas externas o monitores 5K. Sumado a todo eso, permiten cargar con cargadores universales.
Sin embargo, Microsoft ha optado por incluir un clásico puerto puerto Displayport para salida de vídeo y un único puerto USB 3.0. Esto, a día de hoy, no garantiza un futuro muy brillante a un equipo que en poco tiempo puede quedar desfasado a medida que crezca la exigencia. La parte buena de sus puertos es que Surface Connect sigue siendo también el puerto de carga, y el conector magnético del cargador dará muchas satisfacciones cuando su desacople con tirones impida caídas. En un contexto en el que Apple ha eliminado MagSafe, es de agradecer.
Pasando a la autonomía, sólo tenemos buenas palabras para el Surface Pro. Si el Galaxy Book nos dio 6 horas de uso con brillo bajo y con tareas que requieren bajo consumo, el Surface nos ha ofrecido las mismas horas pero con bastante más exigencia, y 9 horas con el uso ligero de brillo bajo, navegación web ligera y ofimática. Aquí todo lo que Microsoft afirma es cierto, y el equipo supera por mucho a la anterior generación. En ese sentido, no hemos probado un equipo con una autonomía superior en este rango de tamaño y batería. En cuanto a la carga, el Surface Pro alcanza el 50% en una hora, el 90% en aproximadamente dos, y desde ahí, para llegar al 100%, emplea otros 40 minutos.
La Surface Pro deja sensaciones encontradas. Por una parte estamos ante un convertible que en su quinta iteración sigue madurando, que sigue siendo bastante mejor que los modelos que tratan de copiarle, que ha eliminado ventilador, algo que se agradece mucho en ciertos contextos, que puede convertirse en un referente para artes gráficas gracias a las mejoras del Surface Pen y que presenta una autonomía magnífica. En general, notable.
Desgraciadamente, por otra, y por mucho que Microsoft diga, esto no es un portátil, y no reporta sus ventajas en estabilidad (física y en rendimiento), en comodidad de uso en situaciones complicadas. Además, no es equipo preparado para el futuro por la falta de USB-C, y por último, el precio no acompaña. 1499€ sin que se incluya teclado, elemento imprescindible de un portátil. Y 1499€ sin tener la certeza de que la pantalla, como ocurría con la Surface Pro 4, llegue sin problemas de fugas de luz.