La tarde del 20 de febrero de 1943, Dionisio Pulido araba sus tierras cuando, de repente, el suelo comenzó a temblar y se abrió la tierra. Al día siguiente, el volcán Paricutín tenía seis metros de alto; en los próximos 9 años, 11 días y 10 horas, se levantaría 410 metros sobre el campo original y sepultaría dos pueblos. Del primero, el que da nombre al volcán, no queda nada; del segundo, solo queda una parte de la iglesia sepultada en los restos de lava petrificada.
Aún recuerdo cuando llegué andando a ese segundo pueblo, San Juan Parangaricutiro en Michoacán (México). Últimamente se dice mucho eso de «es una fuerza de la naturaleza», pero estoy convencido de que no se sabe qué es una fuerza de la naturaleza hasta que se ve el poder destructivo de un volcán.
Las entrañas de la bestia
Incluso con su belleza intrínseca («caminar por lava recién endurecida es como caminar sobre patatas fritas de cristal» decía Xurxo Mariño en su excepcional Tierra), los volcanes siguen siendo bestias salvajes e imposibles de controlar.
Supongo que de ahí viene el éxito de la teoría que culpa a los volcanes (y a sus emisiones de CO2) del cambio climático. ¿Tanto dióxido de carbono tiene en las entrañas un volcán?
¿Cuánto CO2 expulsan los volcanes?
Mucho, es cierto. Por ejemplo, el volcán Etna emite cada día 20.000 toneladas de dióxido de carbono según el Instituto Volcanológico de Canarias. Pero aquí no se queda la cosa.
Se estima que, si juntamos todos los volcanes activos conocidos (unos 150), la cantidad asciende a una horquilla que va entre 271 y 319 millones de toneladas al año.
Y aun así no estamos contando todos los volcanes submarinos ni el resto de fenómenos volcánicos que hay en el mundo. Aproximadamente, según los expertos, el vulcanismo contribuye anualmente con 645 millones de toneladas al año.
¿Un motor del cambio climático?
Lo cierto es cada erupción vierte a la atmósfera un sin fin de productos químicos, pero ni en casos excepcionalmente agresivos como la erupción del Monte Pinatubo en el 91 se emitieron más de 50 millones de toneladas. Una barbaridad, sí. Pero una barbaridad controlada.
Solo el consumo de combustibles fósiles arroja 29.000 millones de toneladas al año. Es decir, los volcanes contribuyen con menos de un 1% del dióxido de carbono atmosférico. Es más, como se ve en el gráfico superior, los volcanes pueden ayudar a reducir las emisiones CO2. El triángulo negro son todas las toneladas que no se emitieron a la atmósfera cuando se cancelaron los vuelos en 2010 por el volcán Eyjafjallajökull.
Un recordatorio más de que para reducir las emisiones hacen falta políticas explosivas.
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La noticia
Cuánto CO2 puede llegar a emitir un volcán
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Javier Jiménez
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