El tiempo pasa y todos nos hacemos mayores, hasta las películas. Ahora es el turno de ‘Depredador’ (‘Predator’), que ya ha cumplido 30 años. La saga regresará en breve con una nueva entrega escrita y dirigida por Shane Black -quien tiene un pequeño papel en la cinta original-, pero la que ahora nos interesa es la mítica película dirigida por John McTiernan y protagonizada por Arnold Schwarzenegger, todo un clásico del cine de acción y ciencia-ficción.
El actor austriaco fue en todo momento el actor que los productores desearon para dar vida a Dutch y no hubo grandes dificultades para hacerse con sus servicios. Sin embargo, compromisos previos retrasaron el inicio de rodaje varios meses, permitiendo así pulir el guion de Jim y John Thomas antes de que la aventura diera comienzo.
Una aventura repleta de testosterona
Creo que nadie podrá discutir que Schwarzenegger ha sido un actor que siempre ha tirado más de su carisma que de su talento dramático y su escena de presentación en ‘Depredador’ es el perfecto ejemplo de lo que uno entendería como ser, y perdón por la expresión, el puto amo. Hasta logra que fumar parezca algo guay para alguien que nunca se ha acercado al tabaco, pero lo importante es que no hace falta que diga nada para que quede claro que Dutch era el nuevo héroe de acción definitivo.
Entonces llegan varios minutos en los que el derroche de testosterona es tal que los detalles de la misión que él y su equipo han de completar son lo de menos -¿soy el único que volviendo hoy en día a la película cree que su personaje de la saga ‘Los Mercenarios’ podría ser perfectamente una extensión de su Dutch en ‘Depredador’?-. Todos son muy capaces y además prima ese equilibrio étnico que tanto preocupa en la actualidad sin dar en ningún momento la sensación de estar forzando más de la cuenta. Por si tenéis curiosidad, la base para la creación del look del equipo fueron los cómics del ‘Sgto. Rock’.
Es ahí donde la película comprime en apenas unos minutos lo que en los años 80 habría dado perfectamente para una película, y lo hace sin dar nunca la sensación de estar acelerando. Simplemente se lleva a cabo la misión, la violencia resulta de lo más física -aunque luego eso irá a mucho más-, viendo sangre sin problemas -algo cada vez más inusual en una gran producción de Hollywood- y con el necesario giro para complicarlo todo más.
Afortunadamente, ‘Depredador’ es mucho más que eso y ahí tenemos lo que eleva una cinta que simplemente podría haber sido una buena película de acción a otro nivel. Cómo no, es la aparición de ese temible alienígena la que provoca un vuelco impresionante, ya que la amenaza que representa va más allá de todo para lo que Dutch y sus compañeros estaban preparados.
Un villano temible que pudo no serlo tanto
Hagamos una pequeña parada para recordar lo que pudo ser y no fue. En un primer momento se contrató ni más ni menos que a Jean-Claude Van Damme para dar vida al extraterrestre, pero el diseño del mismo era radicalmente diferente. De hecho, el rodaje se inició sin tener totalmente definido este punto y no quedó otra que pararlo cuando quedó claro que la película no iba a funcionar así.
Además, el actor belga no dejaba de quejarse y llegó un punto en el que quedó claro que había que prescindir de él. Su empeño en convertirle en una especie de karateka acabó en su despido, algo que no se tomó demasiado bien, pues esto fue lo que le soltó a Joel Silver, el productor de la película, cuando se lo dijo: “Besadme las pelotas”.
No obstante, todos esos problemas también tuvieron su lado positivo, ya que permitieron al equipo técnico valorar mejor las decisiones tomadas hasta entonces para elegir el camino adecuado –- también para mostrar lo que tenían a Fox, cuyos ejecutivos acabaron tan encantados que aceptaron elevar el presupuesto de la película para tener más y mejores escenas de acción-.
Por su parte, Stan Winston ideó un nuevo diseño del Depredador, valiéndose incluso de una pequeña recomendación de James Cameron que durante un vuelo le comentó que siempre había deseado ver a un monstruo así con mandíbulas. Dicho y hecho. Ya teníamos enemigo, y debajo del traje se encontraba Kevin Peter Hall, quien justo acababa de dar vida a la simpática criatura de ‘Bigfoot y los Henderson’ (‘Harry and the Hendersons’). Menudo cambio.
Tras la presentación del monstruo, cuya visión térmica se realizó en post-producción por lo poco práctico que era usar ese tipo de cámaras durante el rodaje, nos queda un acecho continuo en una selva que realmente da la sensación de ser una trampa mortal. Lo cierto es que la película se rodó en México, pero para potenciar la sensación de que era imposible escapar de allí se añadieron multitud de hojas falsas para que todo pareciera mucho más denso.
‘Depredador’, una magnífica unión de acción y ciencia-ficción
La película se convierte en una diferente cuando la criatura se cobra su primera víctima -no desvelaré la identidad del personaje, pero sí que tiene todo el sentido que sea él por lo que aporta al relato-, primero con el resto de sus compañeros intentando entender lo que ha sucedido y luego haciendo frente al demonio cazador de hombres, porque tal y como dice Butch:
Es ahí cuando la aportación tras las cámaras de McTiernan se eleva también a otro nivel, aprovechando la sensación de desamparo de todos ellos con planos cerrados y usando la inmensidad de la selva tanto para incidir en la frustración por su incapacidad para dar con él como para elevar el peligro por la posibilidad de que ataque por cualquier parte. Además, esto irá yendo a más según se acumulen las víctimas.
A modo de curiosidad conviene destacar que la sangre de Depredador estuvo a punto de ser naranja, pero la sustancia utilizada quedaba tan mal en cámara que decidieron cambiarla. Para ello se utilizaron barritas luminosas, un detalle bastante llamativo pero que dio perfectamente el pego. Sin embargo, todos van cayendo uno a uno, incluyendo (y disculpadme el spoiler), Billy, el personaje interpretado por Sonny Landham, cuyo comportamiento en el rodaje fue tan errático que la compañía aseguradora insistió en contratar un guardaespaldas para evitar que se pelease con alguno de sus compañeros de reparto.
De esta forma nacía una nueva leyenda, una criatura aparentemente invencible que encontrará a su mayor rival en otro actor que ya era otra por aquel entonces y que se empleó a fondo, llegando a perder más de 11 kilos durante el exigente rodaje. El duelo entre ambos es una de las cimas del cine de acción más físico de los años 80 y el cierre definitivo para una película que es cierto que cuenta con una premisa sencilla, casi simple, pero también que logra exprimirla a fondo. Por desgracia, las sucesivas entregas no estuvieron, ni de lejos, a la altura.