Hoy en día Internet está ampliamente extendido ya sea vía fibra, ADSL o 4G y es relativamente asequible. A través de esta Red de Redes (toma definición viejuna así de buenas a primeras) podemos comunicarnos y relacionarnos con facilidad a través de multitud de webs y, más recientemente, apps móviles. No siempre fue así, lo que explica que en los 80 y 90 tuvieran cierto éxito cosas como las party lines: multiconferencias con desconocidos vía telefónica y a precio de caviar iraní. Intentaremos explicar su auge y su caída en las siguientes líneas. Cojamos el Delorean, aceleremos hasta los 140km/h y viajemos hasta 1992.
Los locos 90 y sus locas cosas
Era el año del señor mil novecientos noventa y dos y recién Sir Tim Berners-Lee había presentado la Worl Wide Web y subido la primera página web. Internet estaba a punto de salir de las universidades y las bases militares y alcanzar literalmente a todo el planeta. Uno de los avances más disruptivos de la historia de la humanidad.
Mientras tanto en España teníamos Cobi y Curro, Curro y Cobi, hasta en la sopa y arrancaba su andadura, junto a otros muchos, un servicio llamado Party-Line, que vino acompañado de un llamativo anuncio que muchos hoy todavía recordamos aunque sólo fuéramos unos mocosos que echaban el trompo por aquel entonces.
Las únicas dos cadenas de televisión que durante décadas tuvimos los españoles se multiplicaron de forma exponencial a finales de los 80 y principios de los 90 con la llegada de las cadenas autonómicas, las privadas y las locales. Muchos «emprendedores» vieron en este aumento de la oferta una gran oportunidad para anunciar una serie de servicios como horóscopos, contactos o líneas eróticas a los que el usuario tenía acceso a través de llamadas a números de tarificación adicional.
Los famosos 903 o 906 (que luego cambiaron el 9 por el 8) y sus abultados costes eran el terror de muchos usuarios incautos (y de sus padres, madres y demás familiares) de aquella época en la que el chándal de tactel campaba a sus anchas y Manolo Escobar y Loreto Valverde presentaban programas de fútbol. Ni olvido ni perdón.
El beneficio de las llamadas a estos números se los repartían entre la empresa que ofrecía el servicio (alrededor de un 60%) y la compañía telefónica (que se embolsaba el 40%). Y aquí, cuando hablamos de telefónica, nos referimos a Telefónica, que en aquellos años seguía siendo una empresa pública y ejercía su monopolio con mano de hierro.
Muchos de estos servicios se anunciaban de madrugada, formando las particulares cartas de ajuste de las nuevas cadenas. Sin embargo, Party-Line, como podemos ver sobre estas líneas se anunciaba en pleno prime time (que entonces era mucho más temprano, no había Hormigueros ni Cárdenas que se alargaran ad infinitum). Su éxito, claro, fue arrollador.
El chat antes del chat… a precio de oro
Si hacías caso al pegajoso anuncio televisivo y te atrevías a llamar a Party-Line, la operadora, la chica del cable (todas con nombres falsos y asépticos como Ana), te conectaba a alguna de las «salas» que todavía no estuviera llena, que todavía no contara con diez contertulios.
Allí te encontrabas de todo: gente buscando amigos, otros buscando rollo, otros contando sus movidas buscando que alguien le hiciera caso, otros muchos armando bronca e insultando. El guirigay era, obviamente, de mucho cuidado pero, si milagrosamente conseguías hacer buenas migas con alguien, podías pedirle a la operadora que te abriera una llamada directa con esa persona.
Sí, era como el IRC o el chat de Terra pero años antes, vía voz, con operadoras en vez de bots… y a precio de camiseta de equipo de fútbol: 60 pesetas de día entre semana y 42 pesetas de noche y los fines de semana. El minuto.
Me pidieron los jefes un artículo con mucho humor y aquí os tengo hablando de pesetas y, quizás, obligando a que rebusquéis en el trastero en busca de esas calculadoras convertidoras pesetas a euros que daban con el periódico a principios de siglo. De esta termino escribiendo reviews de misas en cualquier hoja parroquial.
Mientras tanto, prosigamos. Aproximando, 1 euro equivale a 166 de las antiguas pesetas. Si llamabas a la Party-Line un viernes por la noche que no te había salido plan y estabas media hora al aparato y luego seguías hablando «en privado» con la chica que te había hecho tilín durante una hora, esos 90 minutos al aparato te costaban 3780 pesetas. ¡22,72 euros!
Quizás habías encontrado al amor de tu vida… o por lo menos a alguien con quien ir a ver ‘Parque Jurásico’ el sábado pero casi 23 euros se antoja un precio bastante caro. Más todavía si lo comparamos con cuanto cuesta a día de hoy el giga de datos, sin entrar en paquetes convergentes, en esta gran tabla de nuestros hermanos de Xataka Móvil
Por ejemplo Pepephone te da 19GB de datos y 5001 minutos de voz por menos de 20 euros. Las ofertas de Lowi, Tuenti, Más Móvil o Yoigo también son apetecibles. Eso es mucho tiempo de dar «likes» en Tinder, enviar emoticonos por Whatsapp o, simplemente, ver vídeos de gatos en Youtube. Las comparaciones siempre son odiosas pero en este caso aún más. No todo tiempo pasado fue mejor.
La inevitable y estruendosa caída
Pero vayamos al Ministerio del Tiempo, elijamos la puerta adecuada y volvamos a 1992. A finales concretamente. Para aquellos meses las facturas telefónicas estratosféricas provocadas por Party-Line y otros servicios 903 (en especial las líneas eróticas) habían aumentado exponencialmente y con ellas las reclamaciones a las asociaciones de consumidores. Tanto que el gobierno terminó suspendiendo sus servicios en noviembre de 1992 a la espera de una regulación.
Como anunciaba El País en sus páginas unos meses después, esta regulación de los números 903 tardó en llegar pero llegó. Se limitó su publicidad tanto en televisión como en prensa y se obligó a Telefónica a informar extensamente y con claridad a los usuarios sobre estos servicios, sus costes, sus riesgos y su no recomendación para menores en la mayoría de los casos.
Pero como dice el sabio refranero español: hecha la ley, hecha la trampa. A las party lines a través de 903 les siguieron las party lines a través de 07 y las facturas pasaron de cientos de miles de pesetas a millones, con familias viendo sus domicilios embargados para poder hacer frente a los pagos.
El 07 era el prefijo internacional en aquellos tiempos. Los emprendedores de las multiconferencias, los tarots y las líneas eróticas empezaron a anunciar sus nuevos servicios, sitos en países extranjeros como Hong Kong o Australia con una legislación menos beligerante que la española, en teles locales piratas. Esta vez los precios eran todavía mayores (había que realizar una conexión internacional, no lo olvidemos) y Telefónica no se llevaba su pellizco.
La tecnología, pronto el invento de Berners-Lee se hizo popular y los teléfonos móviles dejaron de ser una excentricidad para ricos, y la concienciación terminaron con las party lines. Un recuerdo de otra era donde eramos más inocentes y confiados.
¿Fuiste usuario? ¿Te llegó alguna de esas facturas terriblemente altas? ¿Encontraste amigos/pareja que todavía te duran? Estaremos encantados de conocer tu opinión.
Imagen del post | Fotograma de la película ‘Confidencias de medianoche’ con Doris Day y Rod Hudson, imágenes promocionales de ‘Las Chicas del Cable’ y ‘El Ministerio del Tiempo (T3)’
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La noticia
Una historia de pioneros: ya ligaban, discutían y daban likes en las party lines de los 90
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Fernando Siles
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