Un año más, fotógrafos y aficionados se citan en Vilassar de Dalt para disfrutar del Revela-T, el festival de fotografía analógica que transforma durante unos días esta pequeña localidad situada a pocos kilómetros de Barcelona.
Pese a que el eje principal del festival gira en torno a lo fotoquímico y los procesos de la fotografía más clásica, muchos de los asistentes vienen a disfrutar simplemente de la fotografía más allá de la técnica utilizada, y del buen ambiente que reina durante los días del encuentro.
El festival cuenta con exposiciones repartidas por algunos de los puntos más emblemáticos de la localidad, así como diversas actividades dirigidas a todos los públicos. Entre estas encontramos talleres o demostraciones técnicas de procesos fotoquímicos, algunos de los cuales ya hemos tratado en este medio, como el revelado con cafenol.
Durante el fin de semana pasado se concentraron también todas las ponencias previstas, algunas de ellas a cargo de conocidos fotógrafos. Una de las más esperadas fue la que mantuvieron Estela de Castro y Eduardo Momeñe en torno a la creación y la práctica fotográfica, donde ambos coincidieron en la importancia de la narrativa fotográfica y la necesidad de transmitir un mensaje claro a través de las imágenes, a la vez que aprovecharon para criticar la artificiosidad de algunas tendencias actuales del arte conceptual vacías de contenido en sí mismas.
En ese mismo sentido se expresó Enric de Santos en su ponencia sobre la presentación de la asociación de fotografía analógica No-ficci-ón, que busca establecer un colectivo con unas normas básicas mínimas consensuadas que sirvan para garantizar esa transmisión del mensaje a través de la obra fotográfica: “Cuando veo la fotografía contemporánea que necesita 6 folios para explicar la foto…”. Recalcó que “sea analógica o digital [la fotografía], lo importante es tener un sistema de trabajo”, pues “cada vez se ven más imágenes, pero menos fotografías”.
En cuanto a las exposiciones, la gran mayoría de ellas se podían encontrar en la fábrica de cal Garbat, reacondicionada hace unos años y cuyo espacio es ahora uno de los centros neurálgicos del festival.
Justo a su entrada nos encontramos con una de las exposiciones que personalmente más nos impactó, la de ‘Gyahtei: Resigned to Death’, del japonés Manabu Yamanaka, que captura con su película la forma de los cuerpos humanos cuando se acercan a su final, un final que se busca “pacífico y tranquilo”.
Del también japonés Munemasa Takahashi fue la interesante exposición ‘Lost & Found‘, en la que el artista utiliza más de 4.000 fotografías de imágenes que se han desvanecido, en relación al proyecto Salvage Memory Project, que trabajó en la recuperación de miles de fotografías perdidas durante el terremoto que azotó Japón en 2011, y con el cual ha estado involucrado.
Otra de las exposiciones más perturbadoras fue ‘Zoocosis‘, mediante la cual Estela de Castro denuncia los zoos como institución, que actúan como prisiones de animales, y donde la libertad brilla por su ausencia. Sus imágenes consiguen reflejan la soledad y la apatía en la cual viven sus habitantes.
Entre los diferentes formatos propuestos, destacó la propuesta de Lorena Capdevila, especializada en procesos antiguos y técnicas experimentales, que con su ‘Galería Imaginaria‘ creó una “instalación formada por fotografías en pequeño formato alteradas con diferentes elementos y técnicas buscando crear un lenguaje fotográfico cercano a otras artes”.
Para visitar la exposición ‘Las Fotografías de Burton Norton‘ nos desplazamos al Museu Arxiu Municipal de Vilassar de Dalt, donde el fotógrafo vasco Eduardo Momeñe ilustra el relato del viaje fotográfico que realizaron el fotógrafo Burton Norton y su ayudante por el continente europeo, a través de sus fotografías presentadas en marcos de la época en la que dicho viaje pudo haber tenido lugar.
En esta ocasión, el propio Eduardo Momeñe también comisarió la exposición ‘Pam / Plossu‘, de Max Pam y Bernard Plossu, una exposición que plasma las cuatro décadas de amistad que unen estos dos fotógrafos a través de sus viajes.
A pocos metros de allí, en la Sala de la Massa, pudimos recorrer los particulares retratos de la exposición ‘We are back‘, de Tagomago Collectors Project, formada por los ex-galeristas y coleccionistas Valérie de Marotte y Vicenç Boned. En las fotografías expuestas, contrarias a las reglas convencionales del retrato, se niega la identidad del sujeto, pues se evita captura los ojos y la mirada del sujeto que hacen posible su identificación.
Volvemos al Parc de can Rafart para acercarnos a uno de los puntos de encuentro más concurridos del festival, y donde se halla la Feria Comercial, que reúne a comerciantes y tiendas de material fotográfico analógico y fotoquímico.
Es la ocasión, para muchos de los que se acercan, de ver y tocar de primera mano todo tipo de cámaras y soluciones que han quedado relegadas u olvidadas –tristemente– en los estantes o memorias de nuestros progenitores, pero que siguen siendo la herramienta de muchos fotógrafos actuales.
Allí pudimos admirar las cámara técnicas de gran formato de Chamonix, con una construcción en madera y metal muy cuidada. Son comercializadas en Europa por Jobo, una marca especialmente conocida por sus tanques y procesadoras de revelado, como la reciente CPE-3, presentada en la última Photokina.
Al lado de la Feria Comercial, en el mismo Parc de can Rafart, no faltan los asiduos minuteros que, como cada año, deleitan a los asistentes con la “magia” de sus fotografías únicas.
Es difícil dar testimonio de las todas las actividades del festival en esta breve crónica, por lo que hemos relatado solo algunas de las numerosas propuestas que el Revela-T ofrece, propuestas que si bien se nutren–por supuesto– del mundo de la fotografía analógica, hablan más que nada sobre la fotografía en sí como proceso de creación, y como punto de encuentro, una vez más, de aficionados apasionados a las cámaras y a las imágenes.