«Sentí una gran conmoción en la Fuerza. Como si millones de voces gritaran de terror y luego fueran silenciadas. Temo que ha ocurrido algo terrible.» Esas fueron las palabras de Obi-Wan Kenobi al enterarse de la última caída de WhatsApp en el día de ayer, pero el silencio en sí duró poco. La pausa efectiva se extendió por dos horas, y en ese intervalo los usuarios se volcaron tanto a Twitter como a Facebook para expresar su frustración. Esto confirma nuestra baja tolerancia a las fallas técnicas de gigantes multinacionales, y el marco de dependencia que estableció WhatsApp en ocho años.
Hice una rápida visita a Facebook, y mi feed estaba literalmente invadido de memes presentando a WhatsApp en situaciones incómodas. Un poco más abajo encontré reclamos e insultos dirigidos a Facebook por haber «arruinado» a WhatsApp con su compra, y un largo etcétera. El síndrome de abstinencia había alcanzado su pico máximo: WhatsApp se cayó, y nadie podía hacer nada al respecto. La falla adquirió un perfil global, y se mantuvo así por dos horas. Es la duración de una película, o una charla con alguien interesante, pero el usuario promedio de WhatsApp no es reconocido por su paciencia, y no tiene piedad al criticar. El segundo servicio de mensajería instantánea más usado del planeta cuenta con el respaldo de un titán como Facebook, y aún así, no es la primera vez que pasa.
¿Detalles técnicos? Ninguno por parte de la compañía. Apenas compartió una breve declaración confirmando la existencia de la falla, y su posterior corrección. ¿Error en los servidores? ¿Alguna clase de ataque? No lo sabemos, y eso echa más leña al fuego. La ironía de WhatsApp es que siempre presentó deficiencias al «comunicar» su estado. El canal oficial de WhatsApp en Twitter no recibe actualizaciones desde febrero de 2014, mes en el que Facebook anunció la compra del mensajero. Otra posibilidad es la de una interrupción como anticipo a cambios mayores dentro del servicio. Mi viejo Lumia 520 con Windows Phone 8.1 recibió un update para su cliente de WhatsApp, pero no vi nada de eso en mi dispositivo Android.
En fin, ¿qué le hace una mancha más al tigre? WhatsApp volverá a caerse, eso es inevitable. En cierto modo, las reacciones son similares a las que veíamos cuando el MSN Messenger de Microsoft arrojaba la toalla por un rato. A WhatsApp le tomó ocho años pasar de simple mensajero aislado a ocupar un lugar de privilegio en las comunicaciones diarias de miles de millones de personas. WhatsApp alcanzó ese delicado punto en el que fracasar no es una opción. Y por favor, que digan lo que pasó.
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