El conocimiento es poder. Y ningún conocimiento ha sido tan codiciado por las naciones europeas de principios del siglo XVI como la información registrada en las cartas náuticas de la época. Líneas costeras de las cuales, por aquel entonces, no se tenía la mas remota idea de donde podían dirigirse; puertos, ríos, recursos y enclaves estratégicos. Un mundo desconocido y aún desprovisto de fronteras esperaba a ser descubierto. La gloria y la riqueza aguardaban a aquellos que llegaran primero y los detalles sobre las características de estos nuevos territorios podrían otorgar a cualquier nación una clara ventaja al tratar de reclamar un pedazo del jugoso pastel.