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Suponiendo que pasamos despiertos una media de 16 horas, parpadeamos entre 14.000 y 19.000 veces al día. Calculando que un parpadeo dura alrededor de 300 milisegundos, podemos determinar que pasamos 5.700 segundos —unos 95 minutos— con los ojos cerrados. El 6% del día.
Durante este periodo sucede un curioso fenómeno: nuestro párpado se encarga de lavar e hidratar al ojo, limpia del polvo o pestañas caídas. El excedente es eliminado a través del conducto lagrimal. La pregunta es, ¿hasta qué punto hemos dejado de parpadear?
Hacemos 20 parpadeos de media por minuto. Si leemos baja a 12-16, si usamos el PC a 3-4
Concentrando la mirada
Una persona adulta parpadea una media de 20 veces por minuto. Mientras lee, su frecuencia de parpadeo se reduce a 12-16 veces por minuto; si está delante de un ordenador, esta estadística puede disminuir drásticamente, hasta las 3-4 veces por minuto.
Las viejas pantallas CRT exigían aún más concentración que los monitores actuales. Parpadeábamos entre una y cuatro veces por minuto
Cuando leemos concentramos la vista en un foco más reducido, prestando atención a lo que tenemos inmediatamente delante en detrimento de nuestra visión periférica. Las viejas pantallas CRT exigían aún más concentración que los monitores actuales. Y parpadeábamos aún menos, entre una y cuatro veces por minuto. Nos dejábamos la vista.
La premisa es sencilla: cuanta mayor es la densidad de píxeles por pulgada que tenemos delante, cuando más se acerca a la realidad aquello que observamos —y siempre bajo unos niveles coherentes de estrés, fatiga visual, contraste lumínico y enfoque respecto al objeto— más se asemeja la frecuencia de parpadeo a la que entendemos por natural, los citados 20 parpadeos por minuto.
Síndrome del ojo seco
En el libro Assistive Technology: Building Bridges se exponen las causas habituales del ojo seco y, sorpresa: la tecnología es un elemento determinante en la escasa producción de lágrimas.
Cuando el humor lacrimal no nutre a la córnea, esta estará más expuesta a sustancias bacterianas, desencadenando sensación de cuerpo extraño, pequeños dolores punzantes, visión borrosa, fotofobia, artefactos, ardor y picazón u ojos rojos, desencadenando incluso en infecciones como la conjuntivitis.
Cuando el humor lacrimal no hidrata a la córnea estará más expuesta a sustancias bacterianas
En el citado libro de los editores Cecilia Sik-lanyi, Evert-jan Hoogerwerf, Klaus Miesenberger y Peter Cudd se exponen una serie de datos determinantes que arrojan dos conclusiones someras: cuando menor es la relación distancia-tamaño de la pantalla, más parpadeamos.
Es decir: parpadeamos menos delante de la pantalla del monitor que de un móvil o tablet.
Ahora, esta exposición no es concluyente: depende de qué estemos viendo. Recientemente, investigaciones de la Universidad Pablo de Olavide y de la Universitat Autònoma de Barcelona detectaron que el tipo de montaje audiovisual afecta a la frecuencia de parpadeo: cuanto más frenético es, del plano secuencia al estilo MTV, mayor nuestra tasa de parpadeo.
El 30% de las consultas oftalmológicas están relacionadas con el ojo seco. Y no porque acostumbremos a ver cintas de Béla Tarr: el uso excesivo de un mal monitor —situándonos por debajo del horizonte visual cuando deberíamos hacer al contrario—, en un mal entorno, o con un equipo que arroje demasiada luz azul.
Concienciando al usuario contemporáneo
Seamos realistas: muy pocos usuarios de PC’s, teléfonos móviles e incluso videoconsolas hacemos caso a esas pautas que marcan descansos de cinco a diez minutos por cada hora de uso. El problema es que no somos invulnerables. Podemos abusar de leer y acabar embotados, pero no esperes hacer lo mismo con una pantalla retroiluminada.
El problema se llama «apertura de párpado».
Cuanto mayor es la exposición al aire, antes se evapora la lágrima
Las lágrimas se reparten por la superficie ocular: cuanto mayor es la exposición al aire, antes se evapora la lágrima. Si se acelera la evaporación con frecuencia pueden acabar comprometidas hasta las glándulas lagrimales y producirse inflamaciones como la blefaritis o blefaroespasmo, contracciones musculares del párpado.
De ahí que se recomiende leer mirando «hacia abajo», para que la mayor parte de ojo esté cubierta por el párpado.
Y a mayor fatiga visual, mayor fatiga mental.
Hora de buscar soluciones
Algunos problemas son más fácil de resolver que otros, claro. La luz azul (HEV), por ejemplo, ha demostrado ser nociva para la retina y el cristalino, acelerando además la degeneración macular. Tecnologías como ASUS Eye Care reducen hasta un 30% la cantidad de luz azul emitida por la pantalla.
También hablábamos de cómo una pantalla con mejor definición ayuda a que el ojo no realice mayores esfuerzos. Equipos como el ASUS Transformer 3 Pro cuenta con la tecnología Tru2Life, un algoritmo que filtra y ajusta la nitidez y contraste de los píxeles de cada fotograma, logrando una sensación de mayor detalle y naturalidad.
Dicho de otra forma: lograr que cada imagen se vea más natural sin necesidad de «inyectar» más luz. De hecho, el propio Transformer 3 Pro cuenta con ASUS TruVivid, una tecnología de unión directa en la que se eliminan algunas capas de vidrio que obstruían la luz, para lograr un aumento de la claridad y evitar reflejos hasta en un 67%.
ASUS Eye Care reduce hasta un 30% la cantidad de luz azul emitida por la pantalla
Por otro lado, usar un software como Tru2Life requieren miles de cálculos por segundo y estar operando en segundo plano constantemente. Es decir, es necesaria una máquina potente. Un convertible como el Transformer 3 Pro cuenta con todo lo necesario para las tareas diarias sin dejarse la vista, a través de una pantalla de 12.6 pulgadas a 3K (2880×1920 píxeles) reclinable hasta 155 grados sin perder definición ni contraste, ideal para usar en el regazo o tumbado con los pies en alto en el sofá.
La comodidad es clave para no habituar a nuestros ojos a la misma postura y perspectiva respecto a la pantalla. Si queremos seguir usando nuestros equipos con total normalidad debemos ser conscientes de que equipos informáticos hay muchos, pero ojos sólo tenemos dos.
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¿Parpadeamos menos desde que usamos más la tecnología?
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