La historia de ‘Gold’ (2016) está basada en una historia real (por supuesto), que es el pretexto para crear un personaje llamado Kenny Wells casi de la nada, para que Matthew McConaughey consiga dotar de interés a un empresario fracasado que trata de reflotar su compañía y su vida a través de una corazonada que le une a Michael Acosta (Edgar Ramírez) para buscar oro en la selva indonesia. El resto es una historia, a priori, de ascenso y caída con todos los arcos necesarios para intercalar romance, aventura y traición en cada casilla asignada.
La cosa está bastante cortada por el molde de ese Scorsese que se divierte mientras nos cuenta una historia de naufragio de tres horas, pero aunque las intenciones no parecen querer o poder disparar tan alto, la estructura es similar, coloreada por unos cuantos giros que se disfrutan más sin saber nada del caso original. Sin embargo, el gran problema es que durante toda la carrera no llegamos a acompañar del todo a su personaje, porque el guion de Patrick Massett y John Zinman no nos da una razón convincente para hacerlo.
Puro McConaughey
Está claro que ‘Gold’ quiere ser una mezcla de ‘El Lobo de Wall Street’ (The Wolf of Wall Street, 2013) y ‘La gran apuesta’ (The Big Short,2015) con su antihéroe de gran altura para esta temporada. Una oportunidad para Matthew McConaughey para retratar a un charlatán aceitoso y carismático con dientes desastrosos, calva y un barrigón de goma. La caracterización lo hace grimoso pero, en lugar de hacer desaparecer a McConaughey, nos aleja del personaje y se tarda un tiempo en ignorar los detalles físicos para entrar en él.
El magnetismo de actor, afortunadamente, no ha disminuido demasiado por sus trucos y permite ver al verdadero Wells emergiendo, en última instancia, como una figura que genera entre repulsión, compasión, simpatía y pena. Aunque puede que sus esfuerzos, remarcando cada sílaba con sus dejes de gravedad autodestructiva y locura, den con una composición un poco predecible, tanto que incluso el actor parece estar aburriendo de ella. Tal vez, después un lustro de intensidad y sorprendentes transformaciones físicas está coqueteando con el encasillamiento.
Quizá lo interesante del personaje es que es una diana perfecta para revelar los efectos de la corrupción del capitalismo, sobre todo a medida que las revelaciones sobre la verdad del oro comienzan a surgir. Éste es el aspecto más cercano en el que la película adquiere un ángulo interesante sobre un material bastante sobado. Su faceta de enérgica parábola antimaterialista es la única manera de validar de forma coherente la variedad de clichés en la que se baña, marcando las diferencias entre el sueño americano y la fantasía americana.
Compro oro
El gran escollo con el que nos encontramos como espectadores es que la película no quiere ser una versión de lo que realmente sucedió ni tampoco es del todo la visión de los acontecimientos de Wells. ¿Es una operación para buscar otro óscar para McConaughey creando, a partir de un personaje desconocido y anodino, a un bufón ruidoso? ¿O sencillamente su director Stephen Gaghan no puede decidir si ‘Gold’ es la crónica de un tragedia o una nueva versión de ‘El golpe’ (The Sting, 1973)?
‘Gold’, independientemente de su confusa progresión tonal, mastica sus referentes de gran cine y propone una versión en miniatura de lo que podría ser la historia de épica perdida de Oliver Stone. Con todo, su historia mantiene siempre el interés y una buena estantería para divertirse con las interpretaciones y apreciar la magnífica fotografía de Robert Elswit, que ayuda a crear una dimensión de mayor peso, por no hablar de las exuberantes tomas de los paisajes indonesios.
Aunque el resultado esté lejos de ser de oro puro, siempre da kilates una banda sonora llena de cortes del período que recrea, ninguna de las cuales, por cierto, son demasiado obvias. Escuchar New Order, Joy Division, Pixies o Iggy Pop (más Leonard Cohen que nunca) en una película, en estos días, demuestra un gusto que hace difícil no simpatizar con la propuesta. ‘Gold‘ es un buen entretenimiento para adultos, con una escala cada vez más rara para las obras independientes que no son blockbusters y por ello merece, a menos, una oportunidad.