A diferencia de sus depredadores -los animales herbívoros- las plantas son estacionarias. Ante cualquier amenaza estos organismos deben ingeniárselas para huir del peligro con alguna otra estratagema que no sea la de salir corriendo.
Pero entonces ¿cómo responde una planta, por ejemplo, a la poda de alguno de sus tallos, o cuando un insecto depreda alguna de sus hojas? Un equipo de científicos liderado por el botánico Simon Gilroy, de la Universidad de Wisconsin-Madison, se propuso desvelar este misterio estudiando las pistas químicas que dejaban estos organismo cuando activaban sus mecanismos de defensa.
La clave, según el experto, es “pensar como una planta”. Y es que, a pesar de las obvias diferencias que existen entre plantas y animales, en determinadas circunstancias ambos reinos se comportan de una manera similar. Por ejemplo, unos y otros son eucariotas, esto es, pluricelulares. Para sobrevivir, ambos actúan de una forma análoga: cuando se enfrentan a alguna amenaza, envían mensajes a través de su organismo.
Uno de esos canales de comunicación son los niveles de iones de calcio, portadores de señales eléctricas. En los humanos, esa ‘carga’ ayuda a las neuronas a enviarse mensajes entre sí, por ejemplo, cuando se trata de dar la orden a los músculos de las piernas para que pongamos los pies en polvorosa. Las plantas no pueden salir pitando, pero los investigadores han descubierto que cuando reciben alguna amenaza activan una serie de defensas químicas que se propagan por su el organismo hasta llegar a las hojas distantes.
Para realizar el experimento, publicado en recientemente en la revista Nature, los investigadores tallaron algunas hojas y dejaron que las orugas se alimentaran de un ejemplar de Arabidopsis thaliana, una especie crucífera nativa de Europa, Asia y el norte de África.
Después añadieron glutamato, un importante neurotransmisor que, en el caso de los animales, ayuda a las neuronas a comunicarse. Para seguir la senda de los iones de calcio, usaron una proteína verde fluorescente (GFP, por sus siglas en inglés) que iluminaba las distintas partes del organismo que iban activando con la respuesta química.
Para su sorpresa, la planta parecía ser capaz de ‘sentir’ el daño, pues, cada vez que era atacada, respondía produciendo ácido jasmónico, una hormona vegetal relacionada con el estrés biótico, que, al parecer, comunica a estos organismos que debe activar sus defensas. Los científicos pudieron visualizar la respuesta de la planta gracias al brillo de la proteína fluorescente (ver imágenes), que seguía el rastro de al respuesta de la planta.
Adivinar cómo plantas y animales hemos evolucionado de maneras similares para responder a amenazas parecidas es todavía un misterio, pero por ahora podemos afirmar, según constanta Gilroy, que las plantas se las han ingeniado mejor que nosotros, pues, como es obvio, no pueden permitirse el lujo de decir ‘raíces, para qué os quiero’.