Las pautas de consumo, como el comportamiento del consumidor a la hora de comprar, han ido cambiando a lo largo de los años. Hemos pasado de una generación que trataba de tener lo menos posible, pero de la mejor calidad, a una nueva generación que busca tener más posesiones y que favorece el «usar y tirar».
En la sociedad de las redes sociales, la estética y las apariencias son un pilar fundamental para gustar a los demás. Mostrar el plato que vamos a comer en un restaurante o enseñar un nuevo conjunto que nos acabamos de comprar, son comportamientos que están a la orden del día. Cualquiera con un teléfono móvil puede hacerlo, pero a la hora de la verdad, cada uno tiene que ajustarse a sus recursos económicos y mostrar lo que está a su alcance. Lo que ocurre es que en esta sociedad se ha instaurado el concepto de que cualquiera puede tenerlo todo.
La calidad no tiene el mismo peso
La calidad del producto ya no se busca de la misma forma que antes. Este hecho se produce mayoritariamente en la industria del textil. Las marcas enfocadas a los millennials, venden a precios más bajos y priman la rotación del producto. Esto significa que un consumidor puede tener más camisetas diferentes al mismo precio que una buena camiseta. Su parte positiva, es el hecho de poder acercar la moda a los jóvenes y a las personas con menos recursos. Su vertiente negativa es todo el efecto que genera: la apuesta por productos de poca vida útil y la costumbre a estas personas de no primar el trabajo de empresas que cuidan el producto.
Aunque esto no sucede únicamente en la industria textil. La restauración padece la misma enfermedad de una forma parecida. Están a la moda los nuevos restaurantes que no cocinan, sino que descongelan los alimentos para únicamente elaborar el emplatado. Los platos sin ser verdaderamente sabrosos, son presentados con tal estética que uno puede pensar que provienen de un restaurante estrella Michelin. Al final, los verdaderos restaurantes con verdaderos cocineros no pueden llegar a ser igual de competitivos en precios.
Por lo tanto, actualmente tenemos una nueva generación, los millennials, que van a acostumbrarse a consumir de una manera y obviarán que la calidad además de la estética, es un factor importante a la hora de comprar. No hay que caer en la tentación de pensar que cuanto más, mejor. Hay que mirar también por los atributos del producto y si cumple satisfactoriamente con nuestras necesidades.
La importancia de tener un buen producto y ofrecer experiencias
Tampoco hay que caer en el error de pensar en producir al menor coste para vender barato y poder acercarse a esta generación. Si algo no puede perderse es en vender un buen producto, ya que, a la hora de la verdad, quien vende algo realmente bueno, es aquel que tiene más posibilidades de triunfar.
La calidad pese a ser un concepto abstracto, se percibe y se valora. Vale la pena producir algo que va a tener una verdadera utilidad para el consumidor. Satisfacer una necesidad y más a un consumidor de la generación millennial, favorece la fidelización del cliente. Ese buen restaurante para una cita o una buena camisa para una boda, son compras que uno recuerda y valora.
Si hay algo que está de moda y gusta los millennials son las experiencias. Una marca que vende un producto de calidad, puede primar la experiencia de compra: un mejor servicio, diseño de la tienda, packaging. Son detalles que afianzan el valor del producto o servicio. Una empresa que vende a precio bajo tiene la necesidad de ahorrar en costes y no puede permitirse este tipo de lujos.
Un buen producto y una experiencia de compra, afianza una estrategia de diferenciación que posiciona a la marca en un mejor estatus y proporciona una imagen más limpia percibida por el cliente. Escoger ese camino también es idóneo para acercarse a los millennials y tratar de equilibrar la sociedad de consumo. El mercado debe estar en equilibrio y no caer en lo rápido, fácil y malo.
Lo importante es que los consumidores como las marcas, redirijan la sociedad. Consumir sí, pero consumir bien. No caer en las tentaciones, ni en el deseo, sino en la utilidad de las cosas. Formar a una generación que valore el marketing real.