Como todo el mundo sabe – sea un marketero o sea un pobre consumidor que recibió en unos días una avalancha de mails de la que posiblemente aún no se haya recuperado – la normativa europea de protección de datos ya está en marcha. La RGPD, también conocida como GDPR por sus siglas en inglés, ha obligado a las empresas a recopilar la información de un modo diferente y a posicionarse de un modo distinto ante sus consumidores en lo que a esto respeta.
Es lo que ha hecho también que los consumidores europeos hayan dejado de poder acceder a ciertas páginas y servicios de otros países, especialmente Estados Unidos, o tengan experiencias diferentes. En medios como puede ser el caso de USA Today, si se entra desde Europa se recibe una experiencia sin anuncios y sin cookies.
Y es también lo que ha hecho que en la lista de prioridades y de necesidades de las empresas entren ahora unas cuentas nuevas cosas, que sus responsables de tecnología tienen que implementar y que tienen que incorporar a sus decisiones, acciones y actividades. En esa lista, podría estar el CMP, unas siglas que en este contexto se asocian a una herramienta de software hecha a medida para las necesidades de la normativa europea.
El CMP es la Consent Management Platform, la plataforma de gestión del consentimiento, por sus siglas en inglés. Es la herramienta que permite a las empresas gestionar las autorizaciones y consentimientos que dan los usuarios cuando acceden a su página y también la que posibilita que se vayan adecuando a las diferentes necesidades que imponen los usuarios. Al fin y al cabo, la normativa no solo permite dar o no permisos, sino también dar permisos diferentes.
Qué es una CMP
¿Qué es exactamente para lo que sirven estas plataformas? Como explican en un análisis que han realizado en Unruly sobre sus usos y sobre sus aplicaciones, esta herramienta permite capturar y almacenar el tipo de permiso que los consumidores han dado cuando entraron en el site a lo que quieren compartir y lo que no.
Por tanto, la CMP tiene que ser capaz de cumplir con varias cuestiones. Tiene que permitir capturar consentimientos, funcionando como una herramienta sencilla para intercambiar esa información; que trabajar en los propósitos, es decir, tiene que permitir a los usuarios que den su consentimiento partiendo de cómo se usarán los datos; y que segmentar por compañía, dando a los usuarios herramientas para elegir que permisos dan a cada tercero que aparece en la navegación.
Además, la herramienta es una suerte de elemento centralizado que permite a los usuarios ir ajustando sus preferencias en datos y el borrado de los mismos en cada ocasión.
Un mercado en ebullición
Y, dado el interés y la presión que ha generado la ley, el mercado de las CMPs ha entrado en ebullición. No hay más que hacer una búsqueda en Google para ver como en los últimos meses todas las grandes compañías de software para empresas han lanzado sus propias plataformas de gestión de datos y de preparación para el trabajo de las compañías en relación con la ley europea de protección de datos.
De hecho, se ha creado no solo un mercado de estas herramientas a nivel de grandes empresas fabricantes de software, sino que hay también muchas otras compañías – y muchas otras ofertas – más baratas (incluso gratis) y vinculadas a compañías de mucho menor tamaño.