Los huevos que ponen las aves son de una variedad sorprendente, algo que siempre ha intrigado a los científicos. ¿Podría ser que determinadas formas impiden que se rompan? ¿O tal vez es que se ajustan mejor en su nido? ¿O acaso tenía razón Aristóteles cuando afirmó que los huevos largos y puntiagudos contenían hembras, mientras que los redondeados albergaban machos? (Respuesta: no).
Para descifrar el misterio, Mary Caswell Stoddard, bióloga evolutiva de la Universidad de Princeton, y su equipo examinaron casi 50.000 huevos de más de 1.400 especies. Al clasificarlos en función de la elasticidad y asimetría, observaron que cuanto más puntiagudos y ovalados son, más probabilidades hay de que contengan en su interior un experto volador. "Constatamos con asombro que una de las mejores explicaciones de la variación morfológica de los huevos era la capacidad de vuelo de las aves", dice Stoddard.
Cuanto más puntiagudos u ovalados son, más probabilidades hay de que contengan en su interior un experto volador
Los araos comunes, por ejemplo, ponen unos huevos elípticos y especialmente puntiagudos, y son expertos buceadores: prospectan el agua con la cabeza sumergida y se zambullen para perseguir y capturar a su presa. Tal vez un ave aerodinámica necesite un huevo aerodinámico; los huevos de las más robustas, como el avestruz y el emú, son casi esféricos.
Los pingüinos son la excepción que confirma la regla: aunque estas aves acuáticas no pueden levantar el vuelo, sus huevos son asimétricos. En un principio este descubrimiento desconcertó a los científicos, que luego desarrollaron una hipótesis de trabajo: "Los procesos que podrían determinar la forma en el caso de los buenos voladores también podrían actuar para los buenos nadadores, como los pingüinos".