Hay ocasiones en las que una película o una serie parecen tenerlo todo para poder entusiasmarte. Solamente un tráiler te sirve para hacerte a la idea de que eso te tiene que gustar y luego en no pocas ocasiones acaba sucediendo. No tiene nada de malo que así sea, pero la cosa cambia cuando lo que te encuentras te decepciona de forma tan grande que el disgusto hace que probablemente la valores por debajo de sus méritos reales.
Esa reflexión viene al caso porque fue lo que me pasó con la primera temporada de ‘Santa Clarita Diet’. Siempre sentí cierta fascinación por los zombis y la idea de llevar esas criaturas a un contexto más propio de una comedia familiar sin por ello renunciar al gore sonaba de lo más estimulante. Por desgracia, el tono aplicado no me terminó de conquistar y no puedo decir que haya cambiado mucho en la segunda tanda de episodios, pero sí que el resultado es bastante mejor.
Una estimulante aunque irregular avance en la mitología de la serie
Los zombis, aunque se resistan a usar esa palabra, de ‘Santa Clarita Diet’ son diferentes y gran parte de la gracia del asunto está precisamente en eso. A lo largo de la primera temporada vimos cómo iba degenerando poco a poco el personaje interpretado por Drew Barrymore hasta llegar a un punto en el que le costaba sobremanera controlar sus instintos más primarios.
Eso se retoma en la segunda temporada y uno de los primeros objetivos es intentar ver si hay alguna forma de controlarlo. A partir de ahí puedes jugar con la posibilidad de que no sea completamente normal pero sin contar con la losa de que no va a dejar de ir a peor. De esta forma se encuentra un equilibrio cómico que permite a los responsables de la serie dar con el punto en el que ella pueda llevar una vida más o menos normal de cara a los demás mientras en la intimidad va pensando a quien tiene que matar para poder alimentarse.
Este último punto da varias alegrías en esta segunda temporada y a su vez permite potenciar a un personaje con una presencia mínima en la primera. Es verdad que la resolución de su trama es un poco endeble, pero todo lo anterior funciona bastante bien, dándonos tanto buenos momentos de comedia como una trama de transición bastante llevadera que además aporta algo a la evolución de la historia.
Y es que ‘Santa Clarita Diet’ empieza a dar respuestas sobre el origen de la infección al mismo tiempo que sigue desarrollando sus peculiaridades. Ahí noto cierta intermitencia en algunos frentes, como si estuvieran reservándose cosas en lugar de seguir el ritmo natural de la historia -hay una frase que deja muy claro por dónde podrían ir los tiros en lo referente a la amenaza a la que tendrá que hacer frente la protagonista-, pero en líneas generales resulta satisfactorio.
‘Santa Clarita Diet’ va a más pese a mantener ciertas debilidades
No voy a negarlo, uno de mis principales problemas con la primera temporada era la forma de abordar cómo la hija de los protagonistas asumía lo sucedido y cómo eso afectaba a la relación con sus padres. Sé que siempre hay que aceptar una serie de cosas para entrar en el universo que plantea cada obra, pero aquí era un obstáculo que siempre me echaba hacia atrás. Eso vuelve a suceder aquí, pero de una forma menos pronunciada.
Quizá sea porque las propias situaciones llegan a un punto en el que hay que tomárselo con cierto humor para no perder la cabeza o puede que la propia dinámica entre Barrymore, Timothy Olyphant y Liv Hewson ayude, pero es más tolerable y rara vez despierta la sensación de estar viendo una inmensa chorrada. Con todo, la serie sigue funcionando mejor cuando son Barrymore y Olyphant los que tienen tramas por separado, principalmente aquellas que los enfrentan a unos divertidos Joel McHale y Maggie Lawson.
Más discreta, aunque también con sus momentos, es la evolución de la relación entre Hewson y Skyler Gisondo, sobre todo cuando los responsables de ‘Santa Clarita Diet’ juegan a introducir el factor celos. Es un trámite necesario para que sus vínculos se estrechen un poco más -tampoco esperéis gran cosa, ojo-, pero la verdad es que me interesa más el otro factor que altera la vida familiar de los protagonistas. Es bastante divertido y no se cae en el error de abusar de ello.
Por lo demás, disfruté bastante con el nerviosismo que produce en Olyphant sus charlas con el personaje interpretado por Natalie Morales, pues la peculiar actitud de él ante todo lo que se le venía encima era algo que ya me divirtió bastante en la primera temporada. Más allá de eso, sigue el mismo sentido del humor, pero con algo más de fondo que ayuda a que aquellos que necesiten algo más a nivel de trama puedan conectar mejor con la serie.
En definitiva, la segunda temporada de ‘Santa Clarita Diet’ es una mejora sustancial respecto a la primera sin traicionar el estilo que exhibió previamente. Simplemente sabe encontrar mejor su equilibrio humorístico e ir introduciendo una serie de tramas con mayor interés que además sirven para que la historia realmente avance. Sigue teniendo fallos, pero la primera temporada me costó acabarla y con la segunda hasta me quedé con ganas de más. Me vale.
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‘Santa Clarita Diet’ mejora de forma sustancial en la temporada 2 sin traicionar sus señas de identidad
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Espinof
por
Mikel Zorrilla
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