El Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS) ha estado estudiando los osos polares del mar de Beaufort, al norte de Alaska y de Canadá, en el océano Ártico, desde los años ochenta. La población de osos polares ha descendido aproximadamente un 40% durante la última década, según las estimaciones de población más recientes. Para los investigadores ha resultado difícil estudiar la biología fundamental y el comportamiento de los osos polares (Ursus maritimus) en un entorno tan remoto y hostil.
"Ahora tenemos la tecnología para comprender sus movimientos por el hielo, sus patrones de actividad y sus necesidades energéticas, así que podemos entender mejor las implicaciones de los cambios que estamos viendo en el hielo marino", declara Anthony Pagano, doctorando de la Universidad de California en Santa Cruz y biólogo del USGS. Un estudio, publicado hoy en Science, ha aplicado esta última tecnología en nueve osos polares, demostrando que estos animales en estado salvaje tienen un ritmo metabólico mucho más alto de lo que se creía. "Hemos descubierto que los osos polares efectivamente tienen unas necesidades energéticas mucho más altas de lo previsto. Necesitan capturar un montón de focas", advierte Pagano. Cinco de los nueve osos del estudio perdieron masa corporal porque no estaban capturando suficientes mamíferos marinos ricos en grasas, con los que satisfacen sus necesidades energéticas.
El cambio climático obliga a los osos polares a recorrer distancias más largas
Las consecuencias del cambio climático en el Ártico son desastrosas: los osos polares tienen que recorrer forzosamente distancias más largas y cada vez les resulta más difícil atrapar a sus presas. Algunos estudios previos han asumido que los osos minimizan su energía durante la caza porque se tumban silenciosamente junto a un agujero en el hielo a la espera de que salga una foca a respirar. Los investigadores han comprobado que las altas exigencias de energía, como consecuencia de las largas distancias que tienen que recorrer, requieren el consumo de presas ricas en grasas, fáciles de obtener con el hielo marino, pero casi inaccesibles en condiciones de falta de hielo. Por tanto, a medida que el hielo marino se vuelve cada vez menos duradero a lo largo de los años, las condiciones que experimentan los osos polares son cada vez más angustiosas y la tasa de mortalidad es cada vez mayor.