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El especial de Navidad de 'Doctor Who' conecta los extremos de la mitología de la serie a tiempo para salvar las fiestas

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Hay una serie de tradiciones en ‘Doctor Who’ que posiblemente nunca veamos corrompidas: el episodio especial de Navidad, preludio de lo que está por venir en la nueva temporada a estrenar en primavera, tiene que tener una temática… bueno, navideña. Y ser especialmente entrañable. Y puede ser ligero, humorístico o desmitificador, pero si toca que un muera un Doctor para dar paso a otro, suele tener un cierto y lógico poso de gravedad. Todo ello se cumple en este estupendo episodio navideño de ‘Doctor Who’, con un añadido: Peter Capaldi no es el único que se despide de la serie.

Steven Moffat, showrunner de la serie desde hace siete años y guionista desde que la serie empezó su remodelación en 2005, también deja el timón del barco. Ningún fan puede negar que, pese a la extraordinaria labor de Peter Capaldi como Doctor y muchísimos momentos memorables en sus dos años como protagonista (los dos episodios que cerraron la etapa como companion de Clara fueron increíbles), la serie había perdido, en términos generales, algo de la brillantez de las etapas de Matt Smith y, sobre todo, de la de David Tennant. Era necesario un cambio radical.

Moffat, pues, deja la serie, y para sopesar los efectos habrá que esperar a algún momento aún determinado de 2018. Pero lo que sí tenemos claro es que este último episodio de su etapa en la serie, también escrito por él, es genuina diversión cien por cien ‘Doctor Who’, que se pliega a todas las exigencias enumeradas, pero que se permite alguna que otra sorpresa. La más satisfactoria, sin duda, es la aparición del primer Doctor, el que interpretó William Hartnell entre 1963 y 1966 y al que aquí encarna David Bradley, y que va más allá del fan-service y está llena de significado.

Lo que hace Moffat aquí en este ‘Twice Upon a Time’ es conectar los dos extremos de la mitología del Doctor Who: el último Doctor y el primero se encuentran por un deseo común, el muy humano -como tantos otros de este alienígena tan poco extraño a los deseos terrestres- de no perecer. Ambos doctores se niegan a dejarse morir, por mucho que eso suponga revivir en otro cuerpo, y eso provoca una disrupción en el devenir del tiempo que les pone en contacto con un capitán inglés de la I Guerra Mundial y con la mismísima Bill Potts. También con los villanos (o no tanto) del episodio: el Testimonio.

Un episodio, como se puede ver, muy concurrido, pero que encuentra su identidad en los pequeños detalles y en el choque entre los dos Doctores. Es decir, brota el lógico humor que se desprende del encuentro de un personaje consigo mismo pero cinco décadas mediando entre uno y otro. A veces toma forma de leve crítica hacia el lógico machismo que la serie respiraba en los años sesenta, tiene como fruto algunos momentos francamente divertidos, en los que se sugiere que las primeras companion eran poco menos que las chachas de la TARDIS.

No son los únicos chistes que depara el encuentro: a la deliciosa metarreferencia de «Hace 709 episodios» con la que se abre el especial, se suma que Moffat se permite relativizar algunas convenciones del Doctor («Este planeta esta protegido. -¿Protegido? -Ah, es muy pronto aún«) que acaban derivando en un entendimiento que no se expresa con palabras: el cascarrabias primer Doctor se queda estupefacto cuando comprueba que él mismo en el futuro será una fuerza del Bien, pero también de guerra, destrucción y pánico para muchas razas.

Tiempo de Navidad

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El capítulo, sin embargo, está lejos de ser un espectáculo cerebral para fans. El corazón del episodio es puro ‘Doctor Who’: un concepto de ciencia-ficción (reactivar el tiempo, pero con un pequeño truco para propiciar la conclusión) pone sobre la mesa que a veces somos los humanos, a través de la compasión y el ingenio, los que propiciamos las mayores hazañas. En este caso, con inspiración en un suceso real de la 1ª Guerra Mundial, un milagro navideño traído aquí muy a cuento.

Del mismo modo, y como no podía ser de otro modo, la despedida de Peter Capaldi es muy emotiva: la aparición de Bill y Nardole, aunque tiene ese rollo espiritual que no siempre encaja del todo bien con la mitología del Doctor, funciona. Hay otra aparición sorpresa que cambia el canon reciente de la última temporada y que se siente un poco desaprovechada, pero es normal que Moffat lo quiera dejar todo atado y bien atado antes de partir (aunque sea con algo tan propio de sus peores momentos como deshacer a toda prisa un embrollo en el que no se sabe muy bien cómo se metió).

Capaldi hace uno de los discursos de despedida más emotivos que se recuerdan, desde luego más climático y apropiado que aquella sorprendente transformación de Matt Smith en el propio Capaldi. Y también se siente como una pequeña advertencia de Moffat a su sucesor: los niños son los únicos que pueden conocer el verdadero nombre del Doctor. Parece más o menos evidente, para tranquilidad de todos, que ‘Doctor Who’ nunca va a ser un espectáculo familiar: tardaremos en ver un ‘Doctor Who’ a lo Nolan.

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El episodio en cualquier caso, no es perfecto: toda la historia del Testimonio (pese a que propicia un chiste magnífico, que el Doctor no sabe que hacer cuando no tiene enemigos) está mucho peor hilada que el trasfondo bélico-navideño, y ni se explica adecuadamente qué demonios hace ahí Bill Potts, por mucho que la idea de «los recuerdos son lo que mantiene vivos a los muertos» pasado por el filtro de la alta tecnología extraterrestre sea típica verborrea para whovians.

Pero los giros parecen un poco forzados y no se exprimen adecuadamente (esa base de datos con todo el conocimiento de la galaxia que podría sostener su buen arco de tres episodios), posiblemente por el exceso de elementos (Navidad, dos doctores, reencarnación, companions) en juego. Y sobre el efecto digital del alienígena, ni hablemos: parece salido de ‘El cortador de cesped’… dos.

Sin duda, la gran novedad de la nueva temporada será el Decimotercer Doctor, interpretado por Jodie Whittaker, y del que de momento, como es natural, solo hay rumores. El primer traje oficial del personaje, que se ha visto en imágenes pero no en este episodio (donde conserva el aspecto heredado del Decimosegundo), parece dejar claro que no se le va a sexualizar aprovechando su género, y va en consonancia con la diversidad que se deduce de su también recién presentado trío de companions.

En el episodio de Navidad, como sucede siempre en estos casos, Whittaker tiene el tiempo justo de aparecer y de ponerse en peligro, como se puede ver en el vídeo (ojo, que tiene lógicos spoilers). Nunca sabremos si su aparición es, como se dice en algunos mentideros de fans, un último recadito misógino de Moffat: «acaba de aparecer y ya te dicen que no sabe conducir«. Tendremos que esperar hasta bien entrado 2018 (otoño, se rumorea) para saber a dónde lleva esa caída al vacío. Allons-y!

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John Tones

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