Situado en la frontera franco-suiza cerca de Ginebra, formando parte de uno de los 9 aceleradores de partículas del Centro Europeo para la Investigación Nuclear -CERN– y puesto en funcionamiento por primera vez el 10 de septiembre de 2008, el Gran Colisionador de Hadrones –LHC por sus siglas en inglés- es el acelerador de partículas más grande y potente que jamás haya existido.
En el seno del LHC, se encuentran algunos de los instrumentos más sofisticados jamás construidos. Los colisionadores se caracterizan por acelerar haces de partículas hasta energías muy próximas a la velocidad de la luz para después hacerlas colisionar entre sí o sobre otro tipo de blancos. Luego, a partir de detectores de todo tipo, se registran los resultados con el objetivo de comprender un poco más de que estamos hechos. Por decirlo de alguna manera, este tipo de aceleradores es el modo que tienen los científicos para tratar de escudriñar que se encuentra el interior de la materia.
En el marco de la física, su objetivo fundamental, es la búsqueda del origen y los constituyentes últimos de los átomos, sus componentes básicos, es decir, las llamadas partículas elementales. Y así, prestando gran atención a los productos resultantes de estas colisiones los físicos aprenden sobre las leyes de la Naturaleza.
Sin embargo, gracias a los aceleradores de partículas, y a la necesidad de desarrollar tecnologías paralelas para su construcción y funcionamiento, se han conseguido otros logros que han contribuido al desarrollo de la ciencia y al bienestar de la humanidad de forma considerable. Algunos ejemplos los encontramos en la informática, la criptografía moderna, el posicionamiento geográfico por satélite o en la digitalización de imágenes médicas y la radioterapia, entre muchas otras. Os presentamos un viaje al interior del LHC en el que descubrir algunos de sus secretos y logros.