'La llamada' muestra todo su potencial en la inesperada naturalidad con que describe una iluminación religiosa

'La llamada' muestra todo su potencial en la inesperada naturalidad con que describe una iluminación religiosa


La Llamada

Puede parecer irónico que una película como ‘La llamada’, acerca de una joven en un campamento religioso que comienza a tener visiones en las que se le aparece Dios cantándole canciones de Whitney Houston, sea elogiada por su naturalidad. Pero si ha acabado ganando un Feroz 2018 a la Mejor Comedia y se presenta como potente competidor en los Goya en categorías como guión adaptado, dirección y con un par de actrices, es precisamente por eso.

‘La llamada’ encuentra su sentido gracias a un guión fresco y sencillo de Javier Ambrossi y Javier Calvo y, sobre todo, gracias a su extraordinario reparto íntegramente femenino, que hace gala de esa pasmosa naturalidad. Porque la película no destaca por su puesta en escena, poco inventiva hasta en los números musicales, sino en unos diálogos certeros y creíbles, y disparados por unas actrices que se atropellan unas a otras, que usan interjecciones del día a día y que, en resumen, hablan sin afectación ni vicios interpretativos.

Las referencias al éxtasis en la película (el de Santa Teresa, sí, pero sobre todo al otro) no son gratuitas: ese lema de «Lo hacemos y ya vemos» que vertebra la filosofia de la película y que en la obra original se convertía casi en leit-motiv, tiene mucho del estallido de jolgorio despreocupado que proporciona la citada droga del amor. Por eso, a ‘La llamada’ se le podrá acusar de muchas cosas, pero no de cinismo: su absoluta falta de ironía es la principal baza en una película que reivindica el primer amor y las experiencias extracorpóreas como un todo. No es un símbolo, es que la droga es así.

De hecho, la película se sostiene en eso y en poco más: su tono jovial y sencillo, de aparente falta de pretensiones (aunque las tenga, aunque sea a nivel de jugar al cambio de guardia en el algo anquilosado mundo de la comedia española) hace que sea complicado cebarse en sus problemas, que los tiene. Para empezar, su origen teatral funciona a veces en su contra: ¿por qué desaprovechar un entorno tan jugoso como el del campamento católico español mandando al resto de las internas de paseo? Una decisión que tiene toda la lógica en la obra original aquí suena a oportunidad perdida para arrancar con más brío, y que no termina de arreglarse embutiendo un trío de (hilarantes) personajes secundarios.

Para seguir, ‘La llamada’ tiene una agenda reivindicativa contra la que obviamente no tenemos nada que decir, pero que dramáticamente funciona regular. Las gotitas de romance lésbico son (de nuevo gracias a las dos mejores actrices de la película, cuyos nombres no desvelaremos aquí para no espoilear) ocasionalmente enternecedoras, pero saben un poco a oportunidad perdida en términos dramáticos: para cualquiera de los dos personajes el redescubrimiento de su sexualidad habría tenido que dar para mucho más.

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Y al contrario: su sencillez y atmósfera general de buen rollo extrae de las dinámicas de la educacion católica todo el lado oscuro que durante tantos años se ha asociado a la Dictadura franquista. Ni siquiera permanece el punto de chirriante kitsch que muchas veces en España van implícitas con las apariciones marianas. La luminosidad de ‘La llamada’ es un poco un lavado de cara a la Iglesia católica española, con sus monjas buenas y tolerantes con las relaciones homosexuales y el consumo de drogas hasta tal punto que a veces parece financiada por el Arzobispado.

Tampoco sería un mayor problema (la ingenuidad militante de ‘La llamada’ hace que esa visión inofensiva sea una cuestión más estética que política), pero en cierto sentido invalida el mensaje integrador que los Javis quieren lanzar con su mejor intención (refrendado por el mediático discurso que se marcaron en los Feroz). El tono de la película hace imposible discernir si los Javis son gente de misa dominical, pero eso es lo de menos: lo cierto es que cuando funciona lo hace con tanta pericia (esa línea que atraviesa el godspel, Whitney Houston… y el electro latino) que es fácil perdonárselo.

Viviremos firmes en la fe

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Pero son detalles que no empañan la estupenda labor de un guión que va al grano y no se entretiene con monsergas, y que incluso es capaz de plantear conflictos de interés para casi todos los personajes, pese al entorno trivial. Macarena García y Anna Castillo están demoledoras como juerguistas adolescentes de buen corazón (aunque pese a su calidad, quizás no habrían venido mal un par de protagonistas algo más jóvenes); Belén Cuesta sabe sacar todo el partido cómico a su extraño acento andaluz, a medio camino entre Málaga y Sevilla, con un encanto caótico e imprevisible; y Gracia Olayo sabe modular su veteranía para estar a la altura de la espontaneidad de sus compañeras.

‘La llamada’ es, en fin, una película de debut que acusa demasiado su condición en algunos momentos. La intermitente fuerza de las secuencias dramáticas, mucho menos conseguidas que las de comedia (de nuevo: es que es abrir la boca Yo Soy una Pringada y levanta la función entera) puede ser un buen aviso para los Javis: se nota que les va el drama tanto como el cachondeo, pero para próximas películas tendrían que vigilar más el tono. Pueden conseguirlo: en ‘Paquita Salas’ han demostrado que pueden conciliar dos extremos como la emotividad pura de personajes patéticos y la sátira de lo más cutre de nuestro show-business.

Por que ‘La llamada’ es precisamente eso, un toque de atención. Con sus carencias y sus defectos, pero revitalizadora gracias a la valiente sencillez de su esquema. Más encuentros con lo sagrado de este tipo, por favor.

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‘La llamada’ muestra todo su potencial en la inesperada naturalidad con que describe una iluminación religiosa

fue publicada originalmente en

Espinof

por
John Tones

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